Capítulo 37

Elizabeth, cruzada de brazos, a pocos metros de la Esperanza, rodeada de árboles reflexionaba sobre el incidente suscitado minutos atrás. 

Comprendió que Carlos, tenía razón y ella había actuado impulsivamente, ahora Pedro había escapado y de seguro puso sobre aviso a los contrabandistas.

Un mal presentimiento se apoderó del cuerpo de la joven, un escalofrío le recorrió la piel.

Respiro profundo, con la confianza de que nada malo fuera a suceder, se puso a caminar esperando a Carlos, quien en ese momento tenía una fuerte discusión con su madre.

—Vos no vas a denunciar a nadie —ordenó Luz Aída—. Fui yo la que le mandó a Pedro, vender el oxicloruro de cobre —confesó sin ningún reparo.

—Mamá, ¿vos te volviste loca? ¿Podés ir a la cárcel si te descubren?

 Luz Aída observó a Carlos, con cinismo.

—A menos que vos me denu

Angellyna Merida

Por fin se reconciliaron.

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