Casi una hora había pasado desde que dejó a Eliza, en el comedor. Carlos, necesitaba irse, así fuera caminando tenía que abandonar la cabaña.
Salió de la alcoba; la joven no estaba en el lugar donde él la dejó, negó con la cabeza creyendo que se había marchado en la lluvia, pero al caminar hacia la sala, la encontró dormida en el sofá frente a la chimenea, el fuego se estaba extinguiendo.
La observó dormida, el rostro de Eliza denotaba tristeza, algunas lágrimas aún permanecían en sus mejillas, al parecer apenas se había quedado dormida cansada de tanto llorar.
Carlos, se debatía entre lo que le dictaba la razón y lo que le decía su corazón, mientras su mente le gritaba Déjala, ella no se merece un hombre como vos. Su alma le repetía: Vos la amas, no la dejes, no
New York- Usa. Carlos, se encontraba en una reunión con unos importantes clientes; desde que se alejó de Elizabeth, se dedicó a trabajar las veinte y cuatro horas del día. Esa mañana tenía su teléfono apagado para no ser interrumpido por nadie; la reunión concluyó cuarenta y cinco minutos después de que ella, le enviara el mensaje. Carlos se dirigió a su oficina, tenía que firmar unos conocimientos de embarque; se dedicó a esa tarea y olvidó por completo encender su teléfono. Pasó una hora más trabajando, el cansancio le ganó aquel día, entonces decidió que era hora de ir a descansar, en ese momento recordó que tenía su teléfono apagado, lo encendió, empezaron a llegarle las notificaciones, hasta que observó el mensaje de Elizabeth; pensó que era un error; volvió a revisar y abrió para leer: «Buenas noches mi señor, le escribo para saludarlo, espero se encuen
Elizabeth, cruzada de brazos, a pocos metros de la Esperanza, rodeada de árboles reflexionaba sobre el incidente suscitado minutos atrás. Comprendió que Carlos, tenía razón y ella había actuado impulsivamente, ahora Pedro había escapado y de seguro puso sobre aviso a los contrabandistas. Un mal presentimiento se apoderó del cuerpo de la joven, un escalofrío le recorrió la piel. Respiro profundo, con la confianza de que nada malo fuera a suceder, se puso a caminar esperando a Carlos, quien en ese momento tenía una fuerte discusión con su madre. —Vos no vas a denunciar a nadie —ordenó Luz Aída—. Fui yo la que le mandó a Pedro, vender el oxicloruro de cobre —confesó sin ningún reparo. —Mamá, ¿vos te volviste loca? ¿Podés ir a la cárcel si te descubren? Luz Aída observó a Carlos, con cinismo. —A menos que vos me denu
El lunes de madrugada él partió a New York, debía finalizar asuntos pendientes allá; le pidió que se cuidara, que no anduviera sola, que cualquier cosa lo llamara. Ely lo tranquilizó diciendo que iba a obedecer todas sus indicaciones, es así que mientras él salía rumbo al aeropuerto, ella regresaba a la Esperanza. Carlos avisó a los encargados de la Momposina, sobre el incidente con los contrabandistas; pidió total discreción. Así pasaron varios fines de semana juntos, sin imaginar que Pedro, había descubierto su secreto, solo esperaba el momento adecuado para atacar y poner sobre aviso a Luz Aída. Ely caminaba por el sendero que conducía de la Esperanza a la Momposina, llevaba un encargo de Rosa para Carmenza, se sorprendió al ver a su cuñado sentado en una de las hamacas de la terraza que daba a la entrada principal. Joaquín, observaba su celular, ladeaba sus labios, y su mira
Al día siguiente una fuerte llovizna caía sobre Manizales. Carlos llegaba a la Esperanza, se sorprendió al no ver a Elizabeth, supuso que la joven estaba ocupada en alguna de sus tareas y que como siempre se encontrarían en su cabaña. Toda la semana Carlos, había estado pensando sobre su futuro, llevaba ya casi dos años de conocer a Elizabeth, el tiempo había pasado en un abrir y cerrar de ojos, él consideró que ya era hora de dar a conocer su romance con la joven y dar el siguiente paso que era casarse con ella. Estaba decidido a conversar con Elizabeth, de ese tema, después de entrevistarse con su madre y conocer cuál era el motivo de su llamada. Al momento que el joven se disponía a ingresar a la casa, un escalofrío le recorrió la piel, era como si la misma sensación de temor y desasosiego que sintió hace dos años cuando regresó a Colombia, se apoderara de él de nuevo, no entendía aquella extraña reacción. Quizás porque su mamá siempre lo indisponía pensó é
Atardecía en ese sombrío día. Elizabeth lloraba abrazada a sus piernas frente a la chimenea. Trataba de comprender el dolor de Carlos, pero la magnitud de sus palabras la habían lastimado demasiado. En ese momento sintió su corazón roto en miles de pedazos; sabía que muy difícilmente algún día podría recuperar los trozos que quedaban; para ella solo existía un hombre en su vida, y en su alma, y ese era: Carlos Duque, quién ahora la odiaba y le deseaba la muerte.—No puedo hablar, no debo decirle la verdad mi señor, si lo hago la vida de todos corre peligro —balbuceaba sentada temblando como una hoja envuelta en un mar de lágrimas—. Yo solo quería liberarlo de esa bruja... ¡Maldita Luz Aída! —exclamó llena de dolor.Un profundo temblor recorría su cuerpo. Cuando se puso de pie y emp
Sierra de las Ánimas- Maldonado- Uruguay. La fría agua de la ducha cubría el cuerpo de aquel hombre de estatura imponente; profunda mirada, sonrisa seductora. Llevaba muchos años alejado de su familia y de aquellos tristes recuerdos que le hicieron abandonar su natal Colombia y perderse del mundo exterior. Salió envuelto en una toalla, revisó su contestador mientras se servía su buena taza de café, costumbre que no podía perder; tomó su ropa, se vistió y salió rumbo a su lugar de trabajo. Saludó al grupo de turistas que aquella mañana de verano emprendían un recorrido por Sierra de las ánimas en el Departamento de Maldonado en Uruguay. Aquel día los viajantes podían divisar el hermoso Cerro Chico con 380 metros de altura y el de las Ánimas con 501 metros sobre el nivel del mar. Airosos e imponentes se elevaban para el deleite de los turistas. Empezaron su recorrido e
Dos meses después.Joaquín, se encontraba de vacaciones en Cuenca, Ecuador; mejor dicho, había realizado un largo viaje por ir detrás de María Paz, la joven que le estaba robando el corazón.Amaneció con ella en un hotel de la ciudad, y fue la jovencita la que contestó el celular de él, recibiendo la llamada de Elizabeth.Por la manera como la joven se refirió a él, Paz que eran muy cercanos, incluso llegó a creer que tenían alguna relación y cómo no pensar eso; si Joaquín, apenas recibió la llamada de ella, partió rumbo a Colombia, dejando al amor de su vida sin ninguna explicación en Ecuador.Joaquín, estaba lejos de imaginar la gravedad del asunto arribó en horas de la tarde a Manizales, tomó un taxi para llegar al aleja
Manzanares- Colombia. Rosario, terminaba su jornada laboral despidiendo a todos sus niños de la clase. Era maestra de una escuela, desde hacía quince años. Les tenía a los pequeños mucho cariño. Trataba de llenar el enorme vacío que tenía su corazón por su hijo muerto, un niño al que nunca conoció, pues su prima se había encargado de darle sepultura, mientras ella se recuperaba de una terrible infección uterina, que casi la llevó a la muerte. Observa a esos pequeños y se preguntaba: ¿Cómo hubiera sido su niño? Cuando salía de la escuela rumbo a su trabajo, observaba en cada joven y se imaginaba a su hijo, quien si viviera tuviera alrededor de veinte y cinco años. Solía recorrer las calles adoquinas del centro histórico de la ciudad, rodeada de casitas que evocaban la época colonial. Ella vivía en una modesta y antigua edificación del siglo pasado. Rentaba un pequeño departamento dentro de la vivien