Elizabeth se encerró el baño, se dio una ducha, humectó su cuerpo con la exquisita crema con olor a fresa, que la caracterizaba. Ella nunca utilizaba maquillaje, no le era necesario, tenía una piel fresca y lozana. Los labios de la joven no necesitaban maquillaje, porque conservaban el color natural al no haber usado nunca labial, los tenía rosados, carnosos, provocadores.
Elizabeth observó su cuerpo en el espejo, tampoco era una modelo, de medidas: 90-60-90, era más bien el prototipo de mujer latina de busto grande, cintura pequeña, caderas anchas, muslos gruesos y pantorrillas bien torneadas. Ella no sentía, complejo por su cuerpo, se consideraba una mujer atractiva, a pesar de que al lado de las mujeres que andaban al último grito de la moda, ella se veía un poco pasada de peso, pero no le importaba, con que Carlos Duque, la amara tal como ella era, le era suficiente.
Se colocó un sencillo vestido blanco, no era de marca, como l
¿Imaginaron que le propondría matrimonio a Ely?
Nordeste Antioqueño.En un lugar inhóspito, deshabitado, algunos hombres armados, obligaban al equipo de personas que tenían secuestrados desde hacía varios años atrás a caminar.Mujeres y hombres que habían caído en manos de la guerrilla, y que habían sobrevivido, a diario tenían que enfrentar a la inclemencia del tiempo, al maltrato, enfermedades.En jaulas, los mantenían en una especie de campamento improvisado de menos de dos metros, compartían seis hombres.Enjaulados como animales, observaban como el agua y la comida abundaba para los comandantes y el resto del equipo; mientras a ellos a duras penas les daban alimento.Al general como así lo conocían, lo único que lo mantenía con vida estos largos años de encierro, era poder salir
Después de pasar una mañana muy divertida, y de dejar que sus ropas se secaran al sol, siguieron su recorrido y llegaron a: Tuteca, lugar habitado por la comunidad Kogui. A Elizabeth, le conmovió ver las chozas ancestrales de los indígenas, enseguida unos pequeños niños muy curiosos vestidos con túnicas blancas, de piel y ojos morenos se acercaron a ellos, les dieron la bienvenida en medio de risas. Luego uno de los líderes de la comunidad los recibió, y les brindó un recorrido por la tribu, ahí les explicaron la importancia de la naturaleza y sus elementos. Elizabeth y Carlos, escuchaban maravillados la organización cultural, política, socioeconómica de esta cultura, para ellos era un gran aprendizaje estar en ese sitio; sin embargo, lo que los llevó hasta esa comunidad era algo muy importante para la pareja, habían decidido unir sus vidas de manera ancestral. Elizabeth, estaba c
Lo primero que, a Elizabeth, le llamó la atención fue la hermosa chimenea, aquella cabaña era un sueño para ella, estaba decorada como tanto le había comentado a Carlos que sería la casa de sus sueños.La joven puso los pies en el suelo. De la mano de él, recorrió el lugar. El piso, las paredes, el techo estaban construidos de madera, siguieron por el living; Elizabeth pudo acariciar con sus dedos la porcelana que cubría el mesón de la cocina. Se recargó sobre la isla central de madera. Observó por las grandes ventanas el paisaje del exterior, mientras los ojos de Carlos la observaban con un brillo especial.—¡Esto es hermoso! —pronunció ella y volvió a colgarse del cuello de él, Carlos, la tomó de la cintura con sus fuertes brazos y la llenó de su esencia en un apasionado beso, acto seguido se separ
Carlos la cargó, la colocó sobre la delicada alfombra persa que cubría el piso frente a la chimenea, enloquecidos de pasión y deseo se besaban con ansias, enseguida se despojaron de las vestimentas, con premura.Él se deleitaba disfrutando del cuerpo desnudo y ardiente de su mujer, sentía como la piel de ella quemaba ante su contacto, y brillaba con el resplandor del fuego.Entre besos y caricias Carlos, giró con ella. Elizabeth quedó a horcajadas encima de él, inclinó su cuerpo para posar su boca y sus manos sobre el pecho desnudo de su esposo. El joven cerró sus ojos para disfrutar de las cálidas caricias que ella le brindabaElizabeth siguió depositando besos a lo largo del tórax de él, llegó a su abdomen, no tuvo valor de ir más abajo. No estaba preparada aún para algo así y aunqu
Carlos no pudo reaccionar. Se quedó estático sin pronunciar una palabra. El pánico se apoderó de él; pensaba que no sería un buen padre, su familia no había sido un ejemplo. Se soltó del agarre de Eliza, se llevó las manos al cabello, su semblante en vez de demostrar emoción como ella pensó, denotaba profunda seriedad. —¿No va a decir nada? —cuestionó Eliza, con decepción, trataba de contener las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos, su pecho subía y bajaba respiraba alterada. —¿Vos estás segura? —balbuceó él. —Mi período no me ha llegado hace una semana y siempre he sido regular —comentó la joven con tristeza—. Le recuerdo que no usamos protección. —Fuimos un par de irresponsables —afirmó él sin darse cuenta de que su actitud lastimaba a Eliza, la joven no pudo contener su tristeza, no quería que él la viera llorar, de nuevo corrió a encerrarse en el baño, ahí se desahogó en libert
Carlos, dolido, confundido, desconcertado, descargó su cuerpo encima de la isla central de la cocina, con las manos temblorosas abrió el sobre que Elizabeth, le entregó. La palabra: NEGATIVO salió a relucir ante sus ojos. Horas atrás apenas asimilaba de idea de ser padre y formar una familia y ahora en menos de un minuto, no tenía nada. Se llevó las manos al rostro no entendía la actitud de Elizabeth. —Ya puede respirar tranquilo doctor Duque, su sangre de realeza, no se va a mezclar con la de una simple empleada —cuestionó ella aún dolida por la actitud de él. Carlos giró su rostro hacia la chica, quien lo observaba con mucha ira, mientras la mirada profunda, oscura y melancólica de él se posó sobre sus ojos. —Si lo que vos querés es terminar conmigo lo acepto —respondió con firmeza. Carlos pasó su mano por el rostro—. Comprendo que te diste cuenta de que no es fácil lidi
Casi una hora había pasado desde que dejó a Eliza, en el comedor. Carlos, necesitaba irse, así fuera caminando tenía que abandonar la cabaña.Salió de la alcoba; la joven no estaba en el lugar donde él la dejó, negó con la cabeza creyendo que se había marchado en la lluvia, pero al caminar hacia la sala, la encontró dormida en el sofá frente a la chimenea, el fuego se estaba extinguiendo.La observó dormida, el rostro de Eliza denotaba tristeza, algunas lágrimas aún permanecían en sus mejillas, al parecer apenas se había quedado dormida cansada de tanto llorar.Carlos, se debatía entre lo que le dictaba la razón y lo que le decía su corazón, mientras su mente le gritaba Déjala, ella no se merece un hombre como vos. Su alma le repetía: Vos la amas, no la dejes, no
New York- Usa. Carlos, se encontraba en una reunión con unos importantes clientes; desde que se alejó de Elizabeth, se dedicó a trabajar las veinte y cuatro horas del día. Esa mañana tenía su teléfono apagado para no ser interrumpido por nadie; la reunión concluyó cuarenta y cinco minutos después de que ella, le enviara el mensaje. Carlos se dirigió a su oficina, tenía que firmar unos conocimientos de embarque; se dedicó a esa tarea y olvidó por completo encender su teléfono. Pasó una hora más trabajando, el cansancio le ganó aquel día, entonces decidió que era hora de ir a descansar, en ese momento recordó que tenía su teléfono apagado, lo encendió, empezaron a llegarle las notificaciones, hasta que observó el mensaje de Elizabeth; pensó que era un error; volvió a revisar y abrió para leer: «Buenas noches mi señor, le escribo para saludarlo, espero se encuen