En horas de la tarde, ya más tranquilo, fue por su hijo a la escuela, ese día no tuvo tiempo de cocinar, pasó ocupado en la empresa y también tenía que ponerse al día con las actividades del Senado, cuando llegó esta vez bajó del vehículo y se acercó a saludar a Edmundo, quién conversaba con otros padres de familia, presentó a Carlos, con el resto del grupo, quienes debatían entre ellos sobre cómo elaborar la fofucha.
—Yo la voy a comprar hecha, no tengo tiempo —indicó uno de los señores—. Después que doy de comer a mis hijos, los dejo con la señora que los cuida mientras yo voy a trabajar y llegó siete de la noche. ¿A qué hora voy a hacer ese muñeco?
—¿Y vos como la vas a hacer? —preguntaron a Carlos.
—No tengo la menor idea, ni siquiera he comprado los materiales, pe
Carlos sintió un nudo en la garganta, ya no estaba dispuesto a separarse de su hijo. Gabito levantó su mirada hacia su padre, los ojos se le cristalizaron.—Yo no me quiero ir —respondió, corrió hasta donde estaba parado su padre, se abrazó a él.Carlos, con mucha tristeza, se inclinó ante el pequeño, lo estrechó a su pecho, sintiendo una opresión en su corazón, mientras Rosario, se secaba las lágrimas ante esa escena.—Ve a tu habitación con tu abuela —solicitó para quedarse solo con Elizabeth, una vez que Rosario, subió con el niño Carlos, se dirigió a ella—. No pienso renunciar a nuestros hijos —pronunció de manera firme, observando a Elizabeth, muy serio.—¿Eso significa que piensa tener dos hogares? —cuestionó—, claro, el Senador y su familia perfecta ju
Semanas después.Manizales- Colombia.Dos semanas habían pasado desde aquella despedida entre Elizabeth, y Carlos, para ambos eran momentos duros, difíciles, pero necesarios, era importante que él se encontrara consigo mismo, que dejara el pasado atrás, que volviera a nacer para empezar otra vez a vivir sin miedos, sin traumas.Desde que renunció a ella se sentía como un prisionero condenado a muerte, no encontraba rumbo a su vida, ella era como el faro que lo guiaba en la oscuridad, era el puerto donde anclaba su alma, aquella humilde muchacha que un día lo bañó con una cubeta de agua era su mundo, su vida entera.A pesar de que Elizabeth, le permitió pasar con Gabito, los fines de semana y aunque hablaban vía telefónica, él sentía que las cosas ya no eran como antes, temía haberla perdido.Rosario, al verlo tan afligido, l
Hacienda La Momposina.Al día siguiente:En el comedor de la casa principal de la hacienda, el humo emanaba de las hayacas que Carmenza, había preparado para el café de la tarde, Olga, la amiga de Juan Manuel, y María Paz, ingresaron a la casa, venían de pasear a las gemelas, uno de los trabajadores les había ido a avisar que estaba la mesa servida.Joaquín apareció junto a su padre y hermano Carlos, quienes se reunieron para revisar los balances de la hacienda, así como los de la exportadora.—¿Cómo están las princesas de esta casa? —pronunció Joaquín, inclinándose ante sus hijas, quienes extendían sus brazos, balbuceaban sonidos inentendibles y sonreían al ver a su padre.—Venimos de paseo —comentó María Paz. Joaquín sacó a las
Don Miguel, no pudo contener la emoción, con lágrimas en los ojos abrazó a Carlos. —Así yo no te haya engendrado, llevamos la misma sangre y siempre vas a ser mi hijo, nada va a cambiar entre nosotros, excepto una cosa. — Carlos, quién también lloraba, retiró su rostro del hombro de su padre, lo observó con intriga—. Quiero que me perdones —le dijo mirando los entristecidos ojos de su hijo, el señor Duque, se dirigió a Joaquín—. Ven mijo —lo llamó, colocó cada una de sus manos en los hombros de ellos—. Deseo que los dos me perdonen por no haber sido un buen padre, por haberlos abandonado cuando más me necesitaron de niños, no tengo justificación, yo debí ser su apoyo, su fuerza, y, por el contrario, me encerré en mi dolor —declaró con tristeza. Los dos jóvenes, lloraban cada uno recordando los tristes momentos que vivieron después de la muerte de Luisa Fernanda—. Ya nada nos va a devolver a Luisa, no podemos pensar en venganza, porque nosotros los Duque, somos de corazón nob
Manizales- ColombiaCarlos, sostenía a Malú, sobre sus piernas, imaginaba estar en unos meses más así con su bebé. Observaba los vivaces ojos azules de la niña, su cabello dorado. En su mente vislumbraba a su hija con Ely, sonreía imaginando a su bebé con los mismos orbes marrones y soñadores de su madre, su piel bronceada y aquella sonrisa que tanto le alegraba el alma.—Gracias por cuidar de Malú —Lo sacó de sus pensamientos su cuñada, quién sostenía en sus brazos a Mafer.—Se portó muy bien —comentó Carlos—, no es tan inquieta como vos dices.—Espera que venga Joaquín, se alborotan con verlo — sonrió María Paz—, él, las consciente, demasiado.—Si yo tuviera una hija sería igual o peor que él —mencionó Carlos, con ilusión.
Manizales- ColombiaAl día siguienteRosario, nerviosa, caminó de la mano de Fabián, por la impecable baldosa crema de la entrada principal del edificio en donde el Fiscal residía.Salieron del elevador, Fabián giró con sus llaves la cerradura del departamento. Rosario respiró profundo, al abrir la puerta observó maravillada la exquisita decoración, el Fiscal, era un hombre de muy buen gusto.—Por favor pasa —indicó él tomando del brazo a la señora, quién sentía que flotaba ante la suave y brillante madera caoba del departamento.Fabián la invitó a sentarse en un confortable mueble de cuero blanco, que hacía juego con los dos sillones de tapiz gris que estaban colocados alrededor.El fiscal se puso de pie, caminó hasta el bar de madera de roble de s
Días después.Gabo, observaba emocionado las enormes plantaciones de café alrededor del camino. Al llegar a la Momposina, el que salió a recibirlos fue el propio Carlos.Elizabeth, al verlo, sintió los fuertes latidos de su corazón, durante esos días ella recibió obsequios por parte de él, libros, flores, chocolates, en cada regalo que le enviaba le ponía una frase escrita por él mismo, aquellos objetos no los mandaba a comprar, era él mismo que los escogía para ella, y eso tenía mucho valor para la joven, que nerviosa caminó hasta acercarse a él.—Hola —saludó.Carlos también sintió la misma emoción de ella.—Buenos días —respondió besándola en la mejilla, sintiendo aquella misma electricidad que les recorría la piel a ambos.—¡
Maracaibo- Venezuela.Doña Margarita, observaba con melancolía, cada rincón de su casa, suspiró recordando el día que se mudaron con su esposo. Angélica abrazó a su madre.—No estés triste mamá, te va a gustar mucho Manizales, además vamos a estar juntas.—Eso es lo único que me alegra —comentó Margarita, abrazando a su hija.—Ve tranquila hermana, nosotros cuidaremos bien esta casa, por si algún día deciden regresar —señaló Encarnación, tía de Angélica.—Yo le aseguro que si regresan a Venezuela, será solo por vacaciones — afirmó Francisco, colocando su mano en el hombro de Angie—. Ya está todo listo en el auto.Margarita, y Angélica, se despidieron de su familia, decididas a empezar una nueva vida en Co