Don Miguel, no pudo contener la emoción, con lágrimas en los ojos abrazó a Carlos.
—Así yo no te haya engendrado, llevamos la misma sangre y siempre vas a ser mi hijo, nada va a cambiar entre nosotros, excepto una cosa. — Carlos, quién también lloraba, retiró su rostro del hombro de su padre, lo observó con intriga—. Quiero que me perdones —le dijo mirando los entristecidos ojos de su hijo, el señor Duque, se dirigió a Joaquín—. Ven mijo —lo llamó, colocó cada una de sus manos en los hombros de ellos—. Deseo que los dos me perdonen por no haber sido un buen padre, por haberlos abandonado cuando más me necesitaron de niños, no tengo justificación, yo debí ser su apoyo, su fuerza, y, por el contrario, me encerré en mi dolor —declaró con tristeza. Los dos jóvenes, lloraban cada uno recordando los tristes momentos que vivieron después de la muerte de Luisa Fernanda—. Ya nada nos va a devolver a Luisa, no podemos pensar en venganza, porque nosotros los Duque, somos de corazón nob
¿Qué locura inventará Joaquín? ¿Qué creen ustedes? No olviden las reseñas. ¿Qué les parecieron estos capítulos?
Manizales- ColombiaCarlos, sostenía a Malú, sobre sus piernas, imaginaba estar en unos meses más así con su bebé. Observaba los vivaces ojos azules de la niña, su cabello dorado. En su mente vislumbraba a su hija con Ely, sonreía imaginando a su bebé con los mismos orbes marrones y soñadores de su madre, su piel bronceada y aquella sonrisa que tanto le alegraba el alma.—Gracias por cuidar de Malú —Lo sacó de sus pensamientos su cuñada, quién sostenía en sus brazos a Mafer.—Se portó muy bien —comentó Carlos—, no es tan inquieta como vos dices.—Espera que venga Joaquín, se alborotan con verlo — sonrió María Paz—, él, las consciente, demasiado.—Si yo tuviera una hija sería igual o peor que él —mencionó Carlos, con ilusión.
Manizales- ColombiaAl día siguienteRosario, nerviosa, caminó de la mano de Fabián, por la impecable baldosa crema de la entrada principal del edificio en donde el Fiscal residía.Salieron del elevador, Fabián giró con sus llaves la cerradura del departamento. Rosario respiró profundo, al abrir la puerta observó maravillada la exquisita decoración, el Fiscal, era un hombre de muy buen gusto.—Por favor pasa —indicó él tomando del brazo a la señora, quién sentía que flotaba ante la suave y brillante madera caoba del departamento.Fabián la invitó a sentarse en un confortable mueble de cuero blanco, que hacía juego con los dos sillones de tapiz gris que estaban colocados alrededor.El fiscal se puso de pie, caminó hasta el bar de madera de roble de s
Días después.Gabo, observaba emocionado las enormes plantaciones de café alrededor del camino. Al llegar a la Momposina, el que salió a recibirlos fue el propio Carlos.Elizabeth, al verlo, sintió los fuertes latidos de su corazón, durante esos días ella recibió obsequios por parte de él, libros, flores, chocolates, en cada regalo que le enviaba le ponía una frase escrita por él mismo, aquellos objetos no los mandaba a comprar, era él mismo que los escogía para ella, y eso tenía mucho valor para la joven, que nerviosa caminó hasta acercarse a él.—Hola —saludó.Carlos también sintió la misma emoción de ella.—Buenos días —respondió besándola en la mejilla, sintiendo aquella misma electricidad que les recorría la piel a ambos.—¡
Maracaibo- Venezuela.Doña Margarita, observaba con melancolía, cada rincón de su casa, suspiró recordando el día que se mudaron con su esposo. Angélica abrazó a su madre.—No estés triste mamá, te va a gustar mucho Manizales, además vamos a estar juntas.—Eso es lo único que me alegra —comentó Margarita, abrazando a su hija.—Ve tranquila hermana, nosotros cuidaremos bien esta casa, por si algún día deciden regresar —señaló Encarnación, tía de Angélica.—Yo le aseguro que si regresan a Venezuela, será solo por vacaciones — afirmó Francisco, colocando su mano en el hombro de Angie—. Ya está todo listo en el auto.Margarita, y Angélica, se despidieron de su familia, decididas a empezar una nueva vida en Co
Elizabeth llegó sin previa cita al consultorio de Aitana, se acercó a la joven asistente de la doctora, le pidió una entrevista, la chica le indicó que su jefa estaba con pacientes y que tenía que esperar que terminara con sus consultas. Elizabeth no tuvo más remedio que aceptar, tomó asiento mientras hacía tiempo. Observaba a cada instante el reloj colgado en la pared de la recepción, mientras leía las revistas que tenían en la mesa de la esquina. Luego de veinticinco minutos Aitana, salió acompañando a su paciente a la recepción para agendar la próxima cita, la joven, le indicó que la estaban esperando. Volteó en dirección a la sala observando a Elizabeth, sentada hojeando una revista. Ely, al escuchar las voces, levantó la mirada hacia la doctora, le sonrió al verla. —Doctora Elizabeth —Aitana, correspondió a su sonrisa—. Venga conmigo. Elizabeth se puso de pie, tomó su bolso y caminó hacia donde estaba Aitana, esperándola.
La hermosa casa que el ingeniero Córdova, le regaló a Elizabeth, para su fundación, fue adecuada para recibir a niños y adolescentes víctimas de maltrato y violencia. Los jardines exteriores llenos de columpios, resbaladeras, y demás juegos infantiles fueron adecuados con pisos sintéticos que protegían a los niños de las caídas. En el interior, las oficinas de los psicólogos estaban equipadas con tecnología de punta, adornadas con hermosas plantas y grandes ventanales. Las aulas para recibir terapia estaban adecuadas con material didáctico de acuerdo a las edades de los niños, en la fundación iban a recibir terapia niños desde los cinco años hasta jóvenes de dieciocho. Los invitados iban llegando, amigos del ingeniero Córdova, un delegado del Ministerio de Bienestar Social, psicólogos, familiares de niños maltratados también se iban acomodando en sus lugares en el auditorio con capacidad para cien personas, a los pequeños en la entrada les obsequiaban
El sonido de los acordeones inundó, el auditorio «Regálame una noche by Nelson Velázquez» empezó a entonar.—Nuestra canción —exclamó Joaquín, tomó de la mano a María Paz, para ponerse a bailar juntando sus cuerpos al ritmo del vallenato.—¿Bailamos? —propuso Ely, a Carlos, con una sonrisa, él correspondió el gesto, observándola con aquella mirada profunda que a ella le estremecía la piel.—Ese ritmo no es lo mío —comentó él, observando a las parejas bailar.—Solo siente el ritmo de la música —susurró Ely, juntando su cuerpo hacia él.Carlos la abrazó por la espalda mientras sus cuerpos se acoplaban al ritmo de los acordeones.Después de la intervención de los músicos, todos los invitados recorrieron la fundaci&
Las luces tenues del lugar más «La barca by Luis Miguel» ambientaban el sitio, el maitre los condujo a la mesa junto a la ventana con vista privilegiada.—Espero te guste, y lo disfrutes —comentó Carlos, ayudando a Ely, a tomar asiento—. No pude decirte que te ves muy hermosa esta noche.—Gracias —sonrió ella. —¿A qué debo esta invitación? —indagó.Último capítulo