—Yelena está en peligro y siempre lo estará si no la llevo al lugar donde nos prometieron protección.—¿Qué lugar es ese? —quiso saber el demonio, interesado.Ella torció el rostro en una mueca de incomodidad.—No sé, no me dijeron dónde está, pero debo llevarla con las personas que nos guiarán a ese sitio. Ellos son los únicos que pueden protegerla de Belfergor.Él también dejó los cubiertos dando por terminada su comida y apoyó los codos en la mesa para entrelazar las manos frente a su rostro.—¿Quiénes son esas personas?Anna bajó los hombros en señal de derrota.—No puedo decírtelo, me pidieron discreción. Se enfadaran mucho conmigo si se enteran que estoy hablando de esto con un demonio.—Comprendes la situación de tu hermana, ¿cierto?Ella lo miró con enfado.—Claro que la entiendo.—¿Me refiero a si sabes lo que significa tu hermana para cada uno de los bandos que se debaten en la tierra por el dominio de la humanidad?La rubia lo vio con incredulidad.—¿De qué hablas?Él respi
Borya y Anna llegaron a Ekaterimburgo en busca de Natasha. La rubia le había facilitado al demonio el número telefónico con el que ella había podido comunicarse con la bruja.Cuando Borya llamó, fue atendido por un sujeto que se apodaba Morobil, posiblemente el mismo que en una ocasión le había pasado instrucciones a Alexey por móvil.Morobil le había hablado con un modulador de voz y acordó con ellos un punto de encuentro en una zona turística de la ciudad, donde los equipos de control de engendros no podían hacer funcionar sus radares para captar el movimiento de la teletrasportación.Se trataba del malecón del embalse construido sobre el río Iset, frente a la Casa Sevastiánov, patrimonio arquitectónico del país. Una casa que en la actualidad era la residencia del presidente ruso en Ekaterimburgo.Se valieron de los jardines que rodeaban el palacio para llegar sin que los humanos que paseaban por el área los descubrieran, luego caminaron hacia la avenida Lenin, principal arteria via
Borya no se equivocó con las coordenadas que le había indicado Yuvan, logrando llegar al punto exacto donde debía reunirse con la agrupación a la que pertenecía el Mansí.Al poner sus pies sobre una superficie dura, tanto él como Anna abrieron los ojos y miraron con curiosidad el sitio.Se hallaban en una de las montañas más remotas de la reserva natural Pechora-Ilich, en la montaña Man-Pupu-Nyor, un lugar que los indígenas conocían como «La pequeña montaña de los dioses», porque en ella se encontraba un conjunto de siete pilares de piedra, de más de tres metros de alto y con formas extrañas, que desde la distancia podían confundirse con hombres gigantes.Lo sorprendente era que, aunque la región estaba cubierta por una gruesa capa de nieve, el espacio donde ellos se encontraban: un óvalo de unos trescientos metros de largo por doscientos de ancho, se hallaba libre de hielo.El pasto se notaba tan verde como en primavera y hasta algunas flores silvestres crecían al pie de las formacio
En segundos, aquella calmada y fría ladera se transformó en un sangriento campo de batalla.Los demonios mestizos lanzaban zarpazos y buscaban morder a los hombres que formaban parte del clan de Yuvan, pero ellos se lanzaron sobre los seres infernales con sus espadas en alto dispuestos a cortarles la cabeza.Los golpes iban y venían y la sangre que manchaba el pasto de la pradera pertenecía a ambos bandos. El negro que lideraba el grupo de los humanos miró con sorpresa cómo el único demonio superior que había aparecido los ignoraba para enfocarse solo en Borya.La piel verdosa de Aym, llena de escamas en ciertos lugares, le daba un aspecto repulsivo, pero también lo hacían los enormes cuernos que sobresalían de su cabeza, sus pómulos hundidos y su lengua cortada en la punta, como la de los reptiles.El demonio corrió hacia su enemigo con las filosas garras listas para degollarle la garganta.Borya empujó a Anna tras de sí y se quitó con rapidez el abrigo dejando que toda su esencia de
Introdujo su lengua dentro de su boca, saboreando con avidez cada rincón de su interior hasta que la falta de oxígeno lo obligó a detenerse.Apoyó la frente en la de ella para bañarla con su aliento cálido.Ese aire ardoroso mantenía el fuego que había quedado en los labios de la joven, suplantando la ira que le había invadido la mente y el corazón por un deseo avasallante.—El aroma del rastro angelical que hay en tu sangre, enloquece a los de mi raza —explicó Borya mientras recuperaba la cadencia de su respiración—. No quería que ese demonio la descubriera. No quiero que nadie se entere de ella. Me pertenece solo a mí —dictó, sosteniéndola con firmeza de la cabeza para que ella no se apartara. Su fragancia lo embriagaba, haciéndolo olvidar la furia que lo había dominado.Volvió a besarla con arrebato, sintiéndose dichoso al obtener respuestas positivas de la mujer.Anna lo tomó por el cuello de la camisa y la abrió de un jalón rompiendo los botones. Al tener su pecho descubierto lo
—A todos nos mueve una motivación, pero si no poseemos la energía necesaria para actuar, no llegaremos muy lejos. —Ella respiró hondo y se mordió los labios con ansiedad. Quería llegar a él, pero sabía que no lograría hacerlo si no le daba algo de sí misma—. Mi madre, poco antes de morir, me confesó que yo soy como la onceaba o doceava generación de un hijo nacido entre un ángel y un humano. Heredé esa línea de sangre por parte de mi padre, por eso, la bestia que lo atacó diez años atrás se enfocó en él cuando entró en el establo y no en Yelena. La sangre de Yelena está sellada, por eso la bestia no la olió, pero la de mi padre sí.—¿Esa bestia estaba allí por Belfergor? —inquirió Borya, buscando encajar las piezas de aquel puzle.—Sí. Mi madre me dijo que él buscaba a Yelena rastreando su sangre, pero la bestia llegó fue a mi padre. Por eso se lo devoró a él y a ella solo alcanzó a darle un zarpazo para apartarla.—Eso quiere decir, que tú y Yelena son descendientes de la misma mujer
Borya respiró hondo y se levantó de la cama dejando el cepillo con el que había peinado los cabellos de Anna en una cómoda.Ella se sintió inquieta por un instante, agobiada por una sensación de pérdida cuando él la dejó, poniendo distancia entre ambos. Una distancia de apenas un par de pasos, pero que a ella le parecieron kilómetros insuperables.Sin embargo, su corazón latió rebosante de alegría cuando él se aproximó de nuevo y se inclinó para darle un beso en la cabeza, tal vez, intuyendo sus emociones al descubrir su mirada ansiosa.—Vamos a la cocina. Necesitas alimentarte.Anna se aferró otra vez a su mano al verlo apartarse.—Estoy bien. Sigamos charlando —suplicó, temerosa de haberlo agobiado con exigencias hasta el punto de no querer permanecer a su lado.Sentía que ya no podía estar lejos de él. Se había vuelto adicta a su presencia, a su olor, a su calor, al sonido de su voz y a su mirada inquisidora.—Hagámoslo en la cocina. Tienes que comer algo.La jaló, levantándola de
A Anna le costaba salir de su asombro. Para ella, los demonios siempre fueron animales terroríficos.Monstruos feroces, deformados y desagradables, que solo vivían para matar y hacer daño. Sin embargo, estaba sentada en la mesa con dos de ellos, y ambos se comportaban de forma tan elegante y civilizada que la hacían sentirse abrumada.—Toda esa teoría que me contaste sobre los planes de Belfergor resultó no estar muy alejada de la realidad —reveló Amon limpiándose la boca con una servilleta al termina su borshch.El demonio realizaba movimientos pausados y cuidados, parecía un diplomático en plena cena de trabajo.Minutos antes de sentarse a comer, Borya le había confesado que Amon era un demonio muy antiguo.Un demonio superior que había sido servidor de Satanás, el anterior rey del infierno, y ahora formaba parte de la corte real de Lucifer como un demonio superior mensajero.Sin embargo, por su ancianidad, actuaba de forma bastante independiente, aunque esa era una forma muy sutil