Anna y Natasha caminaban apresuradas por el serpenteante túnel, intentando guiarse con el mapa que Iván les había facilitado. Aquella laberíntica cueva parecía traicionera y no deseaban perder el tiempo extraviándose.Para suerte de ambas, solo se toparon con humanos, todos ayudantes de hechiceros, a quienes Natasha con facilidad neutralizaba utilizando un hechizo potente que los hacía dormir por horas, sin que nada lograra despertarlos.—En algún lado deberíamos encontrar peligro real —dijo la brujita, nerviosa por la calma que parecía haber en esa guarida.—Todo el peligro está afuera, aquí el único que queda es Belfergor.Las dos se detuvieron al escuchar gritos de auxilio.—Belfergor y toda su corte de hechiceros —aclaró Natasha.—No solo secuestró a Yelena —expuso Anna evaluando los gritos—. Esas son voces de otros humanos, debe haber prisioneros.—Los conjuros malignos de los hechiceros necesitan de mucha sangre humana para mantenerse. Quizás esas voces sean de las personas que
Alexey comenzó a mezclar sus capacidades de brujo con su agilidad con la espada. La cantidad de heridos a los que debía atender se equiparaba con la cantidad de enemigos a los que debía vencer.Sin contar, con el despiadado ataque que sufrían desde los cielos de parte de los dragones.—¡Creo que es hora de que aparezcan! —bramó a la nada, lanzando una súplica a los ángeles, quienes aún seguían sin dar señales de vida.—¡Muchacho, avalancha! —le gritó Serguei, lanzándose sobre él y teletransportándolo a varios metros de distancia para evitar que la ola de nieve se lo tragara.Alexey había estado tan concentrado en asesinar a demonios y a bestias que no había visto ni escuchado la cercanía del peligro.—¡Debemos sacarlos de allí! —exigió en referencia a los humanos y a los demonios aliados que no habían corrido la misma suerte que él y fueron arrastrados por el oleaje de nieve.—¡Lo haremos cuando terminemos con estas fieras! —bramó Serguei antes de soportar el ataque de una bestia que
Nuevos chillidos infernales comenzaron a resonar y largos dedos de garras demoniacas aparecían por las rendijas que se abrían en la piedra como buscando una salida.La bruja miró a la abertura ubicada en la parte superior de la montaña percatándose que los dragones se posaban en el borde, y rompían la piedra para agrandarla y poder entrar. Si lo lograban, su ímpetu terminaría de fracturar la roca y liberar el infierno.Se levantó y corrió hasta donde se hallaban las hermanas Golubev.—¡Necesito que me entreguen sus poderes, como lo hicimos en Francia! —ordenó.—Pero… pero… pero…Anna estaba adolorida por la presión que Belfergor había hecho en ella y Yelena sufría abatida junto al cuerpo sangrante de Drake, que cada vez respiraba con menos ritmo.Natasha sacudió a Yelena por los hombros para hacerla reaccionar.—Si me das tu poder para detener a Lucifer, luego podremos salvar a Drake. Si no lo haces, todos moriremos.A la joven le costó salir del shock en el que estaba sumergida para
Alexey quedó inconsciente, acostado boca abajo sobre la roca, con su espada partida en dos y abandonada a varios metros de distancia de él.Natasha intentaba llegar a su lado, arrastrándose por el suelo, con todo su cuerpo temblando de forma involuntaria por el efecto que ejerció la energía angelical que retuvo por varios minutos.No tenía fuerzas ni para abrir los ojos, pero ella luchaba contra el adormecimiento de sus músculos y la debilidad de sus huesos.A pesar de que el peligro había pasado, no sabía qué consecuencias traería el acto que habían llevado a cabo.Estaba prohibido que los seres de raza superior o los descendientes de estos, compartieran con el humano su esencia, por eso los demonios eran severamente castigados cuando creaban a bestias infernales y los humanos que participaban de manera voluntaria en esos intercambios recibían también una dura sanción.Ahora sobre ambos recaía una condena. Los dos tenían sus destinos marcados.Yelena lloraba desconsolada abrazada a D
Dos meses después. Drake llevaba una bandeja con aperitivos al salón de juego de su mansión en Estonia. Yelena lo esperaba allí, acabando con toda la población de zombis que podía existir en la dimensión virtual.Se acercó a ella con rebanadas de pan negro acompañadas de lonjas de cerdo y de salmón ahumado.También llevaba pirukas, que eran empanadas rellenas de carne con zanahorias y col, y una picada de verivorst, un embutido de sangre de vaca coagulada y arroz que a él le fascinaba.Aunque su cuerpo humano no digería como lo hacía una bestia infernal, seguía comiendo de la misma manera, como si tuviera un hambre eterna.El ejercicio diario lo ayudaba a mantenerse en control, pero eso no evitó que le apareciera una pancita que Yelena adoraba y a la que siempre acariciaba como si él fuera un buda.Tras el hombre iba Frederick, el inexpresivo mayordomo, con una cava de hielo y saku, la cerveza favorita de Yelena.—¡Al fin! —dijo la chica al sentirlo entrar—. Tenía hambre.—Te hice un
En el pueblo de Esso, en Kamchatka - Rusia, Natasha, ayudada por su tía, terminaba de curtir el cuero de reno utilizando una pasta de color rojo que resultaba de una mezcla de setas, cortezas varias y agua.La extendía por la parte interna de la piel frotándola para darle suavidad, elaborando luego con ello abrigos, botas y gorros que regalaba a los chicos de la aldea.Nikolay, un niño de unos ocho años que se pasaba casi todo el día con ellos, porque su madre trabajaba a diario en un negocio de alimentos y su padre había fallecido en el ataque de los demonios en la cuenca de los geiseres, entró al hogar en medio de un llanto suave.—¿Qué ocurrió? —preguntó ella con angustia y lo abrazó para consolarlo.Ella lo cuidaba sin cobrar un rublo a la madre del niño y lo quería como a un hijo propio, tanto a él como a decenas de chiquillos en ese pueblo y en el de los alrededores.—Alexey no me dejó cabalgar un reno —dijo sorbiendo sus mocos.Alexey entro en ese momento como si fuera un padre
Trescientos años atrás, en las cercanías del Mar Báltico… Drake levantó un poco la cabeza para mirar, a través de las gotas de agua y sangre que caían de sus cabellos, el amplio salón de su mansión, ahora destruida y manchada por el fuego.Los cuerpos mutilados y sin vida de sus padres y el de sus dos hermanos menores yacían a escasos metros de él, mezclados con el de los empleados que habían servido a su familia por años.Fue el único que quedó con vida en medio de aquella masacre y gracias a que se había desmayado cuando recibió un fuerte golpe en la cabeza.Las bestias que atacaron la mansión de los Dewhorn dejaron pocas columnas en pie. Parte del techo se había venido abajo, por eso la lluvia había aplacado las llamas que los engendros dejaron para volverlo todo cenizas.Alzó la vista al cielo nocturno copado de nubes, que tan solo dejaba ver pequeños rastros de una luna de sangre, mientras se esforzaba por obtener algo de oxígeno.Sus piernas fueron rasgadas con lesiones tan pro
Trescientos años después, San Petersburgo-Rusia…Yelena se apretujó en su gruesa parka, que llevaba abierta para tener rápido acceso al cuchillo de carnicero que escondía dentro de ella.Caminó por premura a través de las cicatrices de una ciudad que había tenido que resurgir de sus cenizas muchas veces, sin permitir que sus cúpulas doradas dejaran de brillar y se perdieran los majestuosos vestigios obsequiados por la época del esplendor zarista.El instinto de supervivencia de los humanos no se rendía, ni siquiera, en sus peores momentos. Ella era un ejemplo de eso.Avanzó por las húmedas calles evitando las sombras y los sucios montículos de nieve. La gente que pasaba por su lado parecía no verla, todos se apresuraban por llegar a sus casas.La noche a cada segundo se hacía más fría y vaticinaba la pronta llegada de otra nevada.En una esquina, un bar solitario aún mantenía encendido el cartel de «Abierto», pero dentro solo se hallaba el copropietario dormitando en la oficina y dos