Yelena estaba colgada de un artilugio diseñado con tubos de hierro y cadenas que mantenía apresadas sus manos.Sobre su cabeza se hallaba una abertura en la montaña, como un cráter, que miraba al cielo, y desde donde podía verse al sol cubrirse poco a poco con la luna.A sus pies, un enorme pentagrama invertido había sido tallado en el suelo. En cada punta se hallaba una antorcha encendida, que generaba un fuego alto y abrazador, y sobre la línea del círculo estaban diseminadas las nueve gemas del destino, todas ellas brillando como diamantes una vez fueron puestas en su lugar.La chica se encontraba como desmayada. Al llegar a esa zona de la guarida de Belial le dieron de beber, a la fuerza, varios brebajes que le restaron fuerzas y la dejaron confundida, mezclando en su cabeza la realidad con imágenes falsas.Veía entre los hechiceros que iban y venían a su alrededor, cantando oraciones rituales y lanzando polvos al centro del pentagrama y hacia ella, las figuras de Drake, de su her
Borya se esforzó por recobrar el aliento. Su mirada enrojecida era capaz de apreciar los espectros y las almas en pena que se paseaban por el interior de aquella mansión, de la que solo quedaban ruinas.Su cuerpo ensangrentado y herido sanaba con rapidez, pero aun así, las energías las tenía casi extintas.La batalla con Abaddon no había resultado nada fácil. Aunque logró una segunda y más poderosa transformación, el demonio superior poseía una fuerza igualada a la suya.Al lograr sentarse, miró con asombro las paredes derrumbadas y el fuego que consumía al hogar.Abaddon yacía en medio de esa destrucción, boca abajo, semioculto entre escombros y cubierto de sangre. Una de sus alas había sido desprendida de su cuerpo y la otra estaba tan rota, que podía deshacerse con algún movimiento brusco.Al descubrir que su enemigo había sido neutralizado se puso de pie y fue hacia el sótano en busca de Lilith.No podía continuar con aquella pelea, debía recuperarse antes de seguir. Además, los r
Anna y Natasha caminaban apresuradas por el serpenteante túnel, intentando guiarse con el mapa que Iván les había facilitado. Aquella laberíntica cueva parecía traicionera y no deseaban perder el tiempo extraviándose.Para suerte de ambas, solo se toparon con humanos, todos ayudantes de hechiceros, a quienes Natasha con facilidad neutralizaba utilizando un hechizo potente que los hacía dormir por horas, sin que nada lograra despertarlos.—En algún lado deberíamos encontrar peligro real —dijo la brujita, nerviosa por la calma que parecía haber en esa guarida.—Todo el peligro está afuera, aquí el único que queda es Belfergor.Las dos se detuvieron al escuchar gritos de auxilio.—Belfergor y toda su corte de hechiceros —aclaró Natasha.—No solo secuestró a Yelena —expuso Anna evaluando los gritos—. Esas son voces de otros humanos, debe haber prisioneros.—Los conjuros malignos de los hechiceros necesitan de mucha sangre humana para mantenerse. Quizás esas voces sean de las personas que
Alexey comenzó a mezclar sus capacidades de brujo con su agilidad con la espada. La cantidad de heridos a los que debía atender se equiparaba con la cantidad de enemigos a los que debía vencer.Sin contar, con el despiadado ataque que sufrían desde los cielos de parte de los dragones.—¡Creo que es hora de que aparezcan! —bramó a la nada, lanzando una súplica a los ángeles, quienes aún seguían sin dar señales de vida.—¡Muchacho, avalancha! —le gritó Serguei, lanzándose sobre él y teletransportándolo a varios metros de distancia para evitar que la ola de nieve se lo tragara.Alexey había estado tan concentrado en asesinar a demonios y a bestias que no había visto ni escuchado la cercanía del peligro.—¡Debemos sacarlos de allí! —exigió en referencia a los humanos y a los demonios aliados que no habían corrido la misma suerte que él y fueron arrastrados por el oleaje de nieve.—¡Lo haremos cuando terminemos con estas fieras! —bramó Serguei antes de soportar el ataque de una bestia que
Nuevos chillidos infernales comenzaron a resonar y largos dedos de garras demoniacas aparecían por las rendijas que se abrían en la piedra como buscando una salida.La bruja miró a la abertura ubicada en la parte superior de la montaña percatándose que los dragones se posaban en el borde, y rompían la piedra para agrandarla y poder entrar. Si lo lograban, su ímpetu terminaría de fracturar la roca y liberar el infierno.Se levantó y corrió hasta donde se hallaban las hermanas Golubev.—¡Necesito que me entreguen sus poderes, como lo hicimos en Francia! —ordenó.—Pero… pero… pero…Anna estaba adolorida por la presión que Belfergor había hecho en ella y Yelena sufría abatida junto al cuerpo sangrante de Drake, que cada vez respiraba con menos ritmo.Natasha sacudió a Yelena por los hombros para hacerla reaccionar.—Si me das tu poder para detener a Lucifer, luego podremos salvar a Drake. Si no lo haces, todos moriremos.A la joven le costó salir del shock en el que estaba sumergida para
Alexey quedó inconsciente, acostado boca abajo sobre la roca, con su espada partida en dos y abandonada a varios metros de distancia de él.Natasha intentaba llegar a su lado, arrastrándose por el suelo, con todo su cuerpo temblando de forma involuntaria por el efecto que ejerció la energía angelical que retuvo por varios minutos.No tenía fuerzas ni para abrir los ojos, pero ella luchaba contra el adormecimiento de sus músculos y la debilidad de sus huesos.A pesar de que el peligro había pasado, no sabía qué consecuencias traería el acto que habían llevado a cabo.Estaba prohibido que los seres de raza superior o los descendientes de estos, compartieran con el humano su esencia, por eso los demonios eran severamente castigados cuando creaban a bestias infernales y los humanos que participaban de manera voluntaria en esos intercambios recibían también una dura sanción.Ahora sobre ambos recaía una condena. Los dos tenían sus destinos marcados.Yelena lloraba desconsolada abrazada a D
Dos meses después. Drake llevaba una bandeja con aperitivos al salón de juego de su mansión en Estonia. Yelena lo esperaba allí, acabando con toda la población de zombis que podía existir en la dimensión virtual.Se acercó a ella con rebanadas de pan negro acompañadas de lonjas de cerdo y de salmón ahumado.También llevaba pirukas, que eran empanadas rellenas de carne con zanahorias y col, y una picada de verivorst, un embutido de sangre de vaca coagulada y arroz que a él le fascinaba.Aunque su cuerpo humano no digería como lo hacía una bestia infernal, seguía comiendo de la misma manera, como si tuviera un hambre eterna.El ejercicio diario lo ayudaba a mantenerse en control, pero eso no evitó que le apareciera una pancita que Yelena adoraba y a la que siempre acariciaba como si él fuera un buda.Tras el hombre iba Frederick, el inexpresivo mayordomo, con una cava de hielo y saku, la cerveza favorita de Yelena.—¡Al fin! —dijo la chica al sentirlo entrar—. Tenía hambre.—Te hice un
En el pueblo de Esso, en Kamchatka - Rusia, Natasha, ayudada por su tía, terminaba de curtir el cuero de reno utilizando una pasta de color rojo que resultaba de una mezcla de setas, cortezas varias y agua.La extendía por la parte interna de la piel frotándola para darle suavidad, elaborando luego con ello abrigos, botas y gorros que regalaba a los chicos de la aldea.Nikolay, un niño de unos ocho años que se pasaba casi todo el día con ellos, porque su madre trabajaba a diario en un negocio de alimentos y su padre había fallecido en el ataque de los demonios en la cuenca de los geiseres, entró al hogar en medio de un llanto suave.—¿Qué ocurrió? —preguntó ella con angustia y lo abrazó para consolarlo.Ella lo cuidaba sin cobrar un rublo a la madre del niño y lo quería como a un hijo propio, tanto a él como a decenas de chiquillos en ese pueblo y en el de los alrededores.—Alexey no me dejó cabalgar un reno —dijo sorbiendo sus mocos.Alexey entro en ese momento como si fuera un padre