El almuerzo se sirvió en los jardines de la casa, bajo elegantes toldos ventilados. En la mesa familiar el ambiente era tenso, Demetrio estaba muy molesto por lo ocurrido, había discutido con Théo. Su amigo se había empeñado en justificar el comportamiento de su hija y Maureen, su esposa, había querido marcharse, pero Théo la mandó a callar. Aristo y Samantha no se hablaban, se sentaron con las gemelas entre ambos, por lo que estaban separados por dos sillas. Alec permanecía en silencio al lado de su padre. Los únicos que intentaban mantener una conversación eran Flavián y Joy. Sam agradeció que el diámetro de la mesa fuera lo suficientemente grande para estar lejos de Maureen y que el centro de floral le tapara el rostro, porque tenía tanta rabia que si la mujer se atrevía a decirle algo se la comería viva.Después del almuerzo, la orquesta comenzó a tocar música bailable para los adultos, los niños se trasladaron al parque que se había instalado en el jardín lateral. Sam se levantó
Emma se marchó dejándolo solo en la playa. Alec sentía mucha confusión, retazos de recuerdos llegaban a su mente y así como llegaban se iban. No podía retenerlos. Se sentó en la tumbona y se agarró la cabeza con las manos como si de esa manera pudiera evitar que se escaparan.A lo lejos dentro de una habitación en la casa de invitados París lo miraba pensando en cómo podía usar a Alec para sus fines. Samantha la había engañado haciéndole creer que no sabía el idioma y la hizo quedar mal delante de Aristo, necesitaba cobrárselas y sacarla de una vez por toda de la vida del hombre que quería para sí. No tiraría el trabajo de tantos años que había hecho con Aristo, siempre mostrándose como una mosquita muerta. Quería ser dueña de la fortuna de los Christakos, su padre tenía dinero, pero cuando muriera Demetrio, Aristo sería uno de los hombres más ricos de Grecia y ese era el tipo de hombre que necesitaba en su vida. Era el mayor de los hermanos y el que llevaba las riendas del negocio, s
Alec salió de su habitación cuando vio que el helicóptero que se llevaba a París despegó de la isla. Se había despertado muy temprano, pero se quedó en la cama pensando en lo que debía hacer. Unos minutos después de ver volar el aparato salió en busca de su hermano, lo encontró sentado en el despacho leyendo unos documentos.―Aristo, necesito hablar contigo ―dijo con voz seria.Su hermano levantó la cabeza de los documentos y lo miró con el ceño fruncido.―Supe que te desmayaste ayer en la playa, ¿cómo te sientes?―Estoy bien, tuve una ráfaga de recuerdos y mi mente no pudo procesarlo todo, ahora estoy un poco más calmado… Vengo a pedirte perdón por haberte engañado con tu esposa. No hay modo en que pueda excusarme por haberte traicionado de ese modo, no sé ni porque lo hice, porque en este momento no siento ni la más mínima atracción por ella. ¿Qué clase de hombre era que pude acostarme con la esposa de mi hermano?Aristo lo miró con resentimiento.Cuando se enteró de que Alec estaba
Sam entró en su habitación temblando. Joy se acercó hasta ella y la abrazó, Emma fue al baño a recoger los productos de aseo personal para darles un poco de intimidad.―Las niñas… ¿Dónde están? ―dijo Sam con voz rota.―Están en la habitación de Marta y María, ayudándolas a guardar sus cosas, ya las chicas terminaron de recoger el equipaje de las gemelas.Sam rompió a llorar, después corrió al baño, miró a Emma con los ojos cargados de dolor. ―Tranquila, haz lo que tengas que hacer.Sam se dejó caer de rodilla al lado del inodoro y vomitó el almuerzo. Emma se acercó y tomó su pelo para que no se lo ensuciara. Joy se arrodilló a su lado sobándole la espalda.―Tranquila, ya pasó ―la consoló con voz suave.―Lo abofetee con todas mis fuerzas y le dije que estaba muerto para mí, no quiero verlo, Joy. Tengo tanta rabia que decidí sacar a mis hijas de esta casa y ni siquiera sé dónde pasaré la noche.―Puedes pasarla conmigo, Sam, tengo una casa en Santorini con lugar suficiente para ti, las
En el camino, Emma se comunicó con su padre para que le enviara su coche con las sillas de niños para las gemelas. “Voy de regreso con unas amigas que llevan dos niñas y no trajeron sus sillas, se quedarán a pasar la noche, al llegar a la casa te cuento.” Con la prisa que se fueron no se llevaron las sillas que tenían en la casa.El helicóptero las dejó en el helipuerto del hotel de Alec en Santorini, Emma dio las instrucciones para que dos de los botones llevaran el equipaje al sótano donde el chofer debía estar esperándola. Al llegar se encontró con que su padre en persona había ido a recogerlas.―Hola, papá, gracias, por venir a buscarnos. ―dijo dándole un abrazo a su sorprendido padre que miraba a las gemelas alucinando ―Ella es Samantha Christakos, sus hijas Aly y Ady, su amiga Joy Méndez y estas chicas son María y Marta, ellas ayudan a Samantha con el cuidado de las gemelas. Chicas. ―continuó en ese momento dirigiéndose a sus acompañantes ―Mi papá Robert Gardener.―Mucho gusto,
Aristo estaba acostado en el piso de su despacho, cuando sintió una patada en su cadera.―Levántate, idiota.La voz de Alec le taladró el cerebro por lo que gimió llevándose las manos a la cabeza. Se giró y se puso en posición fetal dándole la espalda a su hermano y se volvió a dormir, por lo que no escuchó la conversación que se desarrolló entre Demetrio y Alec,―Te dije que estaba perdido de borracho ―dijo Demetrio molesto.―¿Lo dejarás pasar la mona tirado en el piso? ―preguntó Alec con un tono divertido de voz.―Es lo que se merece.―Quizás tengas razón, pero necesita saber la verdad, al menos yo necesito decirle lo que recordé.Demetrios suspiró con pesadumbre.―Lo sé, pero en el estado en que se encuentra está de más que se lo digas.―Me siento muy culpable, pappas. Es mi hermano y permití que una mala mujer me convenciera de engañarlo.―Soy el único culpable de esta situación, yo permití que la distancia entre los dos creciera.―¿Qué podías hacer? Yo estaba tan celoso de que ma
―Creo que me reseteaste el cerebro ―dijo Alec con una bolsa de guisantes congelados puesto sobre su amoratado ojo.―Era lo mínimo que te merecías por lo que hiciste ―respondió Aristo.Caminaba de un lado a otro de la terraza, demasiado estresado para estarse quieto, una de sus manos tiraba de su pelo poniéndolo en punta.―Lo sé, estoy muy arrepentido de lo que hice ―afirmó Alec con un suspiro.―Tu hermano te engañó, pero el que decidió no creerle a su esposa fuiste tú ―reclamó Demetrio―Lo sé, papá. ¿Tienes que poner el dedo en la llaga? ―preguntó Aristo de mal humor.―Por supuesto, estoy tan furioso contigo por lo que le hiciste a mis nietas que me provoca darte un puñetazo y ponerte el ojo igual de morado, así como se lo pusiste a Alec. No solo rechazaste a tus hijas, sino que también las maltrataste. ¿Cómo se te ocurrió gritarles que no eras su padre? ¡Son unas bebés, Aristo! La cagaste de una manera imperdonable.―¡Papá! ―exclamó Aristo por el vocabulario de su padre.―¿Qué? ¿Acas
Después de una noche de descanso Joy se marchó de nuevo a España y los Gardener convencieron a Samantha de quedarse con ellos un tiempo. Estaban encantados con las niñas, había sido muy divertido verlas interactuar, esa chispa de reconocimiento que pasó por el rosto de las cuatro niñas al darse cuenta de que todas eran gemelas. Sam no podía dejar de mirar a sus hijas jugar con sus primas, las cuatro correteaban por el jardín riendo y disfrutando de estar juntas. Amelia y Emily las gemelas de Emma eran seis meses mayores que sus hijas.―Aristo me llamó hace un par de horas, ―comentó Emma ―quería saber dónde estabas.―¿Y que le dijiste? ―peguntó Sam.―Que te había llevado hasta el trasbordador que partía hacia Atenas.―¿El lugar donde dejamos a Joy?―Sí, no mentí, lo que no le dije fue que no te dejé allí.Samantha sonrió divertida por el ingenio de su amiga. Estaban sentadas en un salón con grandes ventanales que les permitían ver a sus hijas jugar.―Tienen un hogar muy hermoso, Emma,