Aristo estaba acostado en el piso de su despacho, cuando sintió una patada en su cadera.―Levántate, idiota.La voz de Alec le taladró el cerebro por lo que gimió llevándose las manos a la cabeza. Se giró y se puso en posición fetal dándole la espalda a su hermano y se volvió a dormir, por lo que no escuchó la conversación que se desarrolló entre Demetrio y Alec,―Te dije que estaba perdido de borracho ―dijo Demetrio molesto.―¿Lo dejarás pasar la mona tirado en el piso? ―preguntó Alec con un tono divertido de voz.―Es lo que se merece.―Quizás tengas razón, pero necesita saber la verdad, al menos yo necesito decirle lo que recordé.Demetrios suspiró con pesadumbre.―Lo sé, pero en el estado en que se encuentra está de más que se lo digas.―Me siento muy culpable, pappas. Es mi hermano y permití que una mala mujer me convenciera de engañarlo.―Soy el único culpable de esta situación, yo permití que la distancia entre los dos creciera.―¿Qué podías hacer? Yo estaba tan celoso de que ma
―Creo que me reseteaste el cerebro ―dijo Alec con una bolsa de guisantes congelados puesto sobre su amoratado ojo.―Era lo mínimo que te merecías por lo que hiciste ―respondió Aristo.Caminaba de un lado a otro de la terraza, demasiado estresado para estarse quieto, una de sus manos tiraba de su pelo poniéndolo en punta.―Lo sé, estoy muy arrepentido de lo que hice ―afirmó Alec con un suspiro.―Tu hermano te engañó, pero el que decidió no creerle a su esposa fuiste tú ―reclamó Demetrio―Lo sé, papá. ¿Tienes que poner el dedo en la llaga? ―preguntó Aristo de mal humor.―Por supuesto, estoy tan furioso contigo por lo que le hiciste a mis nietas que me provoca darte un puñetazo y ponerte el ojo igual de morado, así como se lo pusiste a Alec. No solo rechazaste a tus hijas, sino que también las maltrataste. ¿Cómo se te ocurrió gritarles que no eras su padre? ¡Son unas bebés, Aristo! La cagaste de una manera imperdonable.―¡Papá! ―exclamó Aristo por el vocabulario de su padre.―¿Qué? ¿Acas
Después de una noche de descanso Joy se marchó de nuevo a España y los Gardener convencieron a Samantha de quedarse con ellos un tiempo. Estaban encantados con las niñas, había sido muy divertido verlas interactuar, esa chispa de reconocimiento que pasó por el rosto de las cuatro niñas al darse cuenta de que todas eran gemelas. Sam no podía dejar de mirar a sus hijas jugar con sus primas, las cuatro correteaban por el jardín riendo y disfrutando de estar juntas. Amelia y Emily las gemelas de Emma eran seis meses mayores que sus hijas.―Aristo me llamó hace un par de horas, ―comentó Emma ―quería saber dónde estabas.―¿Y que le dijiste? ―peguntó Sam.―Que te había llevado hasta el trasbordador que partía hacia Atenas.―¿El lugar donde dejamos a Joy?―Sí, no mentí, lo que no le dije fue que no te dejé allí.Samantha sonrió divertida por el ingenio de su amiga. Estaban sentadas en un salón con grandes ventanales que les permitían ver a sus hijas jugar.―Tienen un hogar muy hermoso, Emma,
Alec se miró en el espejo retrovisor de su coche, su ojo estaba más negro que el día anterior, con resignación pensó que no podía hacer nada, no quería esperar las dos semanas que tardaría en desaparecer para hablar con ella.Era la primera vez que Alec salía de la isla desde que recuperó la memoria. En ese momento estaba seguro de quien era y lo que quería, y lo que quería era a una pequeña pelirroja de ojos verdes. El helicóptero lo había dejado en su hotel en Santorini antes de seguir su camino hacia Atenas donde dejaría a Aristo. Hacía tres días que Samantha se había marchado y su hermano aún no había logrado dar con ella, Aristo estaba pálido y ojeroso de la preocupación.Cuando preguntó por Emma en el hotel, le dijeron que había ido muy temprano a resolver los asuntos del día y se marchó a su casa, por lo que tomó su coche y condujo hasta la hermosa mansión que recordaba. En ese momento entró por el camino pavimentado de la carretera privada que llevaba a la propiedad y se esta
Cuando Alec se despertó de nuevo estaba recostado en el mismo sofá de la vez anterior, le dolía la cabeza y tenía una bolsa de vegetales congelados en el ojo. En el mueble frente a él se encontraban sentados el hombre que lo dejó fuera de combate al llegar, a su lado derecho Emma y en el lado izquierdo Sam. Se incorporó con precaución y miró alrededor buscando a sus hijas.―Las niñas están jugando en la alberca ―explicó Emma.―Son tantas las sorpresas que me he llevado hoy, que no sé por dónde comenzar ―dijo Alec sosteniendo su cabeza.―¿Podrías comenzar por pedirle matrimonio a mi hermana y hacerte responsable por tus hijas? ―sugirió Colin con malicia.―¡Colin! No te metas en esto, no es tú problema. Vete a hacer algo y vuelve más tarde. ―ordenó Emma―No puedo hacer eso, Emma, mamá y papá están por llegar y les prometí estar pendiente.―¡Oh, por Dios! ―Exclamó la joven ―Más público. ¡Genial! ―dijo con ironía―Emma… ―comenzó a decir Alec.―Ni se te ocurra hacerle caso a este idiota ―
Tres meses habían pasado desde que su esposa e hijas se habían marchado de su vida, Aristo estaba deprimido, vivía solo para buscar a Samantha y a las gemelas, contrató detectives en Atenas, Londres, España, Las Vegas y Kentucky. Viajó a todas esas ciudades para hablar con los amigos de su esposa, los trabajadores de la casa de Londres, interrogó a sus antiguas compañeras, las bailarinas del casino MGM Grand Las Vegas, habló con Emma su amiga de Louisville. Persiguió a Joy por España y hasta le dio dinero al padrastro de Sam por una pista falsa.―Las extraño, papá, cuando vivían en Londres al menos las veía por la cámara de seguridad, ahora no tengo ni ese consuelo.Demetrio se estaba poniendo el corbatín de su esmoquin, porque esa noche eran los anfitriones de la gala de beneficencia que todos los años el consorcio Christakos daba a favor de una asociación de búsqueda de niños desaparecidos.―Deja de atormentarte, Aristo. Te aseguro que Samantha y las niñas están bien, pero ella toda
Aristo estuvo dando vueltas por la ciudad intentando encontrar a Samantha, vio de nuevo las fotos que la prensa publicó. Estaba bellísima. No pudo dejar de pensar que por su culpa su esposa iba del brazo de otro hombre y no del suyo. Pensó en todos los errores que había cometido desde que se casó con Samantha, y llegó a la conclusión de que su relación con Celeste era uno de los que más se avergonzaba. Tal vez si se hubiese enamorado de ella sería más fácil asumirlo, pero lo cierto era que se había enredado con Celeste por los motivos equivocados y sabía que aún tenía que pagar el precio de ese error: en algún momento tendría que confesárselo a Sam. Conoció a Celeste en el bar del hotel de Alec en Atenas, era la directora de eventos y protocolo del lugar. Esa noche solo fue al hotel a emborracharse, porque de no haberlo engañado Samantha, estarían celebrando su primer aniversario de bodas.―Señor Christakos, es un placer verlo por aquí ―dijo Celeste.Aristo levantó su copa a modo de
―¿Cuánto tiempo más vamos a jugar al gato y al ratón con tu esposo? ―preguntó Colin.―¿Estás cansado de acompañarme? Puedo pedirle a Fergus que lo haga él, sería interesante ver la reacción de la prensa al ver que ahora mi acompañante es tu hermano ―respondió con una sonrisa maliciosa.―Seguiré siendo tu acompañante, Fergus quiere conquistarte, pero yo te vi primero así que llevo la ventaja y no la pienso perder.―Eres un coqueto, señor Gardener ―dijo Sam con provocación. Disfrutaba el leve flirteo de Colin, era un acompañante divertido y atento que siempre le hacía olvidar sus problemas.El coche se detuvo en la galería de arte de un amigo de Emma, esa noche era la inauguración y habían sido invitados. Antes de aceptar ir con ellos, su amiga se había asegurado de que Aristo no estuviese en la lista de personas que asistirían al evento. Samantha planeaba pasarla bien esa noche, porque en realidad, desde que comenzó a fastidiar a Arito no había disfrutado de las salidas. Esa noche al s