Alec salió de su habitación cuando vio que el helicóptero que se llevaba a París despegó de la isla. Se había despertado muy temprano, pero se quedó en la cama pensando en lo que debía hacer. Unos minutos después de ver volar el aparato salió en busca de su hermano, lo encontró sentado en el despacho leyendo unos documentos.―Aristo, necesito hablar contigo ―dijo con voz seria.Su hermano levantó la cabeza de los documentos y lo miró con el ceño fruncido.―Supe que te desmayaste ayer en la playa, ¿cómo te sientes?―Estoy bien, tuve una ráfaga de recuerdos y mi mente no pudo procesarlo todo, ahora estoy un poco más calmado… Vengo a pedirte perdón por haberte engañado con tu esposa. No hay modo en que pueda excusarme por haberte traicionado de ese modo, no sé ni porque lo hice, porque en este momento no siento ni la más mínima atracción por ella. ¿Qué clase de hombre era que pude acostarme con la esposa de mi hermano?Aristo lo miró con resentimiento.Cuando se enteró de que Alec estaba
Sam entró en su habitación temblando. Joy se acercó hasta ella y la abrazó, Emma fue al baño a recoger los productos de aseo personal para darles un poco de intimidad.―Las niñas… ¿Dónde están? ―dijo Sam con voz rota.―Están en la habitación de Marta y María, ayudándolas a guardar sus cosas, ya las chicas terminaron de recoger el equipaje de las gemelas.Sam rompió a llorar, después corrió al baño, miró a Emma con los ojos cargados de dolor. ―Tranquila, haz lo que tengas que hacer.Sam se dejó caer de rodilla al lado del inodoro y vomitó el almuerzo. Emma se acercó y tomó su pelo para que no se lo ensuciara. Joy se arrodilló a su lado sobándole la espalda.―Tranquila, ya pasó ―la consoló con voz suave.―Lo abofetee con todas mis fuerzas y le dije que estaba muerto para mí, no quiero verlo, Joy. Tengo tanta rabia que decidí sacar a mis hijas de esta casa y ni siquiera sé dónde pasaré la noche.―Puedes pasarla conmigo, Sam, tengo una casa en Santorini con lugar suficiente para ti, las
En el camino, Emma se comunicó con su padre para que le enviara su coche con las sillas de niños para las gemelas. “Voy de regreso con unas amigas que llevan dos niñas y no trajeron sus sillas, se quedarán a pasar la noche, al llegar a la casa te cuento.” Con la prisa que se fueron no se llevaron las sillas que tenían en la casa.El helicóptero las dejó en el helipuerto del hotel de Alec en Santorini, Emma dio las instrucciones para que dos de los botones llevaran el equipaje al sótano donde el chofer debía estar esperándola. Al llegar se encontró con que su padre en persona había ido a recogerlas.―Hola, papá, gracias, por venir a buscarnos. ―dijo dándole un abrazo a su sorprendido padre que miraba a las gemelas alucinando ―Ella es Samantha Christakos, sus hijas Aly y Ady, su amiga Joy Méndez y estas chicas son María y Marta, ellas ayudan a Samantha con el cuidado de las gemelas. Chicas. ―continuó en ese momento dirigiéndose a sus acompañantes ―Mi papá Robert Gardener.―Mucho gusto,
Aristo estaba acostado en el piso de su despacho, cuando sintió una patada en su cadera.―Levántate, idiota.La voz de Alec le taladró el cerebro por lo que gimió llevándose las manos a la cabeza. Se giró y se puso en posición fetal dándole la espalda a su hermano y se volvió a dormir, por lo que no escuchó la conversación que se desarrolló entre Demetrio y Alec,―Te dije que estaba perdido de borracho ―dijo Demetrio molesto.―¿Lo dejarás pasar la mona tirado en el piso? ―preguntó Alec con un tono divertido de voz.―Es lo que se merece.―Quizás tengas razón, pero necesita saber la verdad, al menos yo necesito decirle lo que recordé.Demetrios suspiró con pesadumbre.―Lo sé, pero en el estado en que se encuentra está de más que se lo digas.―Me siento muy culpable, pappas. Es mi hermano y permití que una mala mujer me convenciera de engañarlo.―Soy el único culpable de esta situación, yo permití que la distancia entre los dos creciera.―¿Qué podías hacer? Yo estaba tan celoso de que ma
―Creo que me reseteaste el cerebro ―dijo Alec con una bolsa de guisantes congelados puesto sobre su amoratado ojo.―Era lo mínimo que te merecías por lo que hiciste ―respondió Aristo.Caminaba de un lado a otro de la terraza, demasiado estresado para estarse quieto, una de sus manos tiraba de su pelo poniéndolo en punta.―Lo sé, estoy muy arrepentido de lo que hice ―afirmó Alec con un suspiro.―Tu hermano te engañó, pero el que decidió no creerle a su esposa fuiste tú ―reclamó Demetrio―Lo sé, papá. ¿Tienes que poner el dedo en la llaga? ―preguntó Aristo de mal humor.―Por supuesto, estoy tan furioso contigo por lo que le hiciste a mis nietas que me provoca darte un puñetazo y ponerte el ojo igual de morado, así como se lo pusiste a Alec. No solo rechazaste a tus hijas, sino que también las maltrataste. ¿Cómo se te ocurrió gritarles que no eras su padre? ¡Son unas bebés, Aristo! La cagaste de una manera imperdonable.―¡Papá! ―exclamó Aristo por el vocabulario de su padre.―¿Qué? ¿Acas
Después de una noche de descanso Joy se marchó de nuevo a España y los Gardener convencieron a Samantha de quedarse con ellos un tiempo. Estaban encantados con las niñas, había sido muy divertido verlas interactuar, esa chispa de reconocimiento que pasó por el rosto de las cuatro niñas al darse cuenta de que todas eran gemelas. Sam no podía dejar de mirar a sus hijas jugar con sus primas, las cuatro correteaban por el jardín riendo y disfrutando de estar juntas. Amelia y Emily las gemelas de Emma eran seis meses mayores que sus hijas.―Aristo me llamó hace un par de horas, ―comentó Emma ―quería saber dónde estabas.―¿Y que le dijiste? ―peguntó Sam.―Que te había llevado hasta el trasbordador que partía hacia Atenas.―¿El lugar donde dejamos a Joy?―Sí, no mentí, lo que no le dije fue que no te dejé allí.Samantha sonrió divertida por el ingenio de su amiga. Estaban sentadas en un salón con grandes ventanales que les permitían ver a sus hijas jugar.―Tienen un hogar muy hermoso, Emma,
Alec se miró en el espejo retrovisor de su coche, su ojo estaba más negro que el día anterior, con resignación pensó que no podía hacer nada, no quería esperar las dos semanas que tardaría en desaparecer para hablar con ella.Era la primera vez que Alec salía de la isla desde que recuperó la memoria. En ese momento estaba seguro de quien era y lo que quería, y lo que quería era a una pequeña pelirroja de ojos verdes. El helicóptero lo había dejado en su hotel en Santorini antes de seguir su camino hacia Atenas donde dejaría a Aristo. Hacía tres días que Samantha se había marchado y su hermano aún no había logrado dar con ella, Aristo estaba pálido y ojeroso de la preocupación.Cuando preguntó por Emma en el hotel, le dijeron que había ido muy temprano a resolver los asuntos del día y se marchó a su casa, por lo que tomó su coche y condujo hasta la hermosa mansión que recordaba. En ese momento entró por el camino pavimentado de la carretera privada que llevaba a la propiedad y se esta
Cuando Alec se despertó de nuevo estaba recostado en el mismo sofá de la vez anterior, le dolía la cabeza y tenía una bolsa de vegetales congelados en el ojo. En el mueble frente a él se encontraban sentados el hombre que lo dejó fuera de combate al llegar, a su lado derecho Emma y en el lado izquierdo Sam. Se incorporó con precaución y miró alrededor buscando a sus hijas.―Las niñas están jugando en la alberca ―explicó Emma.―Son tantas las sorpresas que me he llevado hoy, que no sé por dónde comenzar ―dijo Alec sosteniendo su cabeza.―¿Podrías comenzar por pedirle matrimonio a mi hermana y hacerte responsable por tus hijas? ―sugirió Colin con malicia.―¡Colin! No te metas en esto, no es tú problema. Vete a hacer algo y vuelve más tarde. ―ordenó Emma―No puedo hacer eso, Emma, mamá y papá están por llegar y les prometí estar pendiente.―¡Oh, por Dios! ―Exclamó la joven ―Más público. ¡Genial! ―dijo con ironía―Emma… ―comenzó a decir Alec.―Ni se te ocurra hacerle caso a este idiota ―