Sombras del pasado

**Capítulo XX: Sombras del Pasado**

La luna llena bañaba el bosque con su luz plateada, creando sombras danzantes entre los árboles. Yo, Teo Birdman, me encontraba en lo alto de una roca, observando el territorio que había jurado proteger. Como alfa de la Manada Estrella, mi vida estaba dedicada a la seguridad de mi gente. No había llegado a esta posición por herencia, sino por fuerza y astucia. La muerte de mis padres a manos de cazadores cuando era apenas un cachorro me había enseñado la crueldad del mundo fuera de nuestra manada. Había luchado, había ganado y había perdido, pero cada batalla me había forjado en el líder que soy ahora.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el perceptible olor y sonido de pasos apresurados. Mis guardias se acercaron, arrastrando entre ellos a una prisionera. Su presencia en nuestro territorio era una afrenta, pero algo en su postura me decía que no era una enemiga común.

—¿Quién es ella? —pregunté, mi voz resonando con autoridad.

—No lo sabemos, Alfa. La encontramos merodeando cerca del límite del territorio —respondió uno de los guardias.

La miré directamente a los ojos, buscando respuestas en su mirada verde. Mi lobo interior gruñía, reconociendo algo en ella que mi mente se negaba a aceptar. Era mi Luna, mi pareja predestinada, pero mi corazón estaba cerrado a la posibilidad de la vulnerabilidad. Demasiadas traiciones habían endurecido mi alma.

—Enciérrenla —ordené, dándoles la espalda —Mañana interrogaremos a nuestra invitada no deseada.

Mientras me alejaba, podía sentir su mirada en mi espalda, y una parte de mí anhelaba voltear y enfrentar lo que el destino me había presentado. Pero la desconfianza era una barrera demasiado alta, incluso para el llamado del destino.

.......

Narradora: El Lobo y la Luna.

La oscuridad de la noche era un manto que cubría el bosque, y bajo ese velo, la lucha interna de Teo Birdman, el alfa de la Manada Estrella, se intensificaba. Su lobo interior aullaba, reclamando un encuentro con la loba de Itzel, pues el vínculo que los unía era innegable. Sin embargo, Teo se resistía con todas sus fuerzas; no podía, no quería aceptar a una extraña como su luna.

"¿Por qué luchas contra lo que es natural?" gruñía su lobo interior, una presencia que no podía ignorar.

"Porque no confío en lo desconocido," respondía Teo, su voz un murmullo en la soledad de su habitación.

La idea de hacer sentir a Itzel su desprecio era una estrategia cruel, pero Teo creía que era necesaria. Si un simple beso con Meredy; su amante, podía hacer que la loba de Itzel se sintiera traicionada, entonces así sería. Era un plan retorcido, pero Teo estaba dispuesto a todo para mantener su corazón a salvo de la vulnerabilidad.

Con Meredy entre sus brazos, Teo buscaba el olvido, un escape de la conexión que lo ataba a Itzel. Pero cuando sus labios estaban a punto de encontrarse con los de Meredy, algo lo detuvo. Su lobo interior se rebeló, una fuerza que no podía controlar.

"No," gruñó su lobo, "esto no está bien."

Con un movimiento brusco, Teo apartó a Meredy, su mirada ahora perdida en la distancia.

—Vete —le ordenó, su voz cargada de un dolor que no quería admitir.

Meredy, herida y confundida, se retiró sin una palabra, dejándolo solo con sus pensamientos tumultuosos.

Teo sabía que debía meditar bien lo que hacía. La conexión con Itzel era algo más que un simple vínculo; era un lazo que definiría su futuro y el de la manada. Y aunque su mente se resistía, su lobo interior sabía que Itzel era mucho más que una extraña; era su luna, su destino.

Al amanecer, Teo se dirigía con pasos firmes al calabozo, donde la penumbra aún luchaba contra los primeros rayos del sol. La decisión estaba tomada y su voluntad era inquebrantable. Itzel, acusada y aislada, esperaba su destino en aquel lugar olvidado por la calidez del día.

—Que nadie se acerque a ella sin mi permiso —ordenó Teo a los guardianes, su voz no dejaba lugar a dudas. Se negaba a sí mismo el aceptarla como su luna, rechazando el vínculo sagrado formado por la Diosa Luna. Era un secreto que pesaba en su alma, una verdad que no podía compartir ni siquiera con su manada.

Los murmullos no tardaron en esparcirse entre los lobos, cada comentario era un eco de desconfianza hacia Itzel. "Debe ser una espía," susurraban, "una sombra enviada para observarnos." Las críticas eran afiladas como garras, y la sospecha se extendía como una enfermedad silenciosa.

Itzel, confinada en la oscuridad del calabozo, soportaba la carga de las palabras no dichas y las miradas que nunca se cruzaban. Su presencia era un enigma, su silencio, una respuesta que nadie quería escuchar. Y Teo, desde la soledad de su posición, anhelaba el momento en que la verdad emergiera, liberándolos a ambos de las cadenas de la incertidumbre.

A pesar de la vulnerabilidad de su situación, Itzel no era una loba cualquiera. Su espíritu indomable y su fuerza innata eran una llama que ardía en su interior, una potencia que había decidido ocultar bajo una máscara de serenidad. Como loba, su poder era innegable, capaz de hacer temblar la tierra bajo sus patas y de enfrentarse a cualquier adversario con una ferocidad que pocos podían igualar. Sin embargo, había elegido el silencio, sabiendo que en el mundo de los lobos, a veces la verdadera fuerza reside en la paciencia y en la espera del momento oportuno para revelar las garras.

—¿Como te llamas, extraña? —preguntó Teo, en un tono firme.

—¿Importa eso? —respondió la desconocida en un tono desafiante —de cualquier forma sabiendo o no mi nombre seguirás pensando que soy una espía. 

—Si no lo eres ¿Por qué razón estabas ocultándote entre los arboles del bosque? —cuestionó Teo.

—Solo estaba descansando para seguir con mi camino. Podría decirse que solo estaba de pasada —añadió Itha, desviando la mirada de esos ojos azules que la hacian estremecer. 

Sabía que sin importar lo que diga, la duda seguiría atormentando a esta manada. 

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