La verdad.

Itzel.

Había ciertas cosas que aún no cambiaban después de casi tres años de ausencia.

Cuando el carro se detuvo frente a la casa en la que Cameron vivía desde que se independizó, pude notar que la puerta principal estaba abierta. Era algo habitual en él ser tan descuidado y eso no cambió pese al tiempo que transcurrió.

Sin pensarlo demasiado, bajé del carro y caminé en esa dirección con pasos firmes y decididos. No fue quien cortó la soga en su momento, pero la burla en sus ojos al verme caer es algo que no puedo borrar de mi mente por más que así lo quiera creer.

Entre sin tocar, sin esperar que se me otorgara el permiso para hacerlo. Teo venía detrás de mí, dispuesto a impedir que cometiera alguna locura, pero la realidad es que ni siquiera me importaba si trataba de detenerme o no. Tomaría la justicia por mi cuenta y nadie podrá juzgarme, después de todo caí por un acantilado hace casi tres años y estoy muerta para ellos.

—Creo que no hay nadie aquí —dijo Teo, viendo de un lad
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