Entre la ley y la justicia

El sol se filtraba tímidamente a través de las cortinas de la habitación, pero Itzel no mostraba intención alguna de abandonar su refugio. Por alguna extraña razón, prefería permanecer en la habitación, donde los empleados de la mansión le servían las comidas y solo Teo tenía permiso para entrar y quedarse con ella. Marlia, su beta, hacía guardia en la puerta, asegurándose de que nadie perturbara la paz de su Alfa. La curiosidad por saber lo que le sucedía estaba consumiendola, pero prefería darle su espacio y que le contara si lo creía conveniente.

Otro día pasó, y Teo no podía contener más su preocupación. Necesitaba saber qué pensamientos mantenían a Itzel alejada de todos. Entró en la habitación con una bandeja de desayuno, dispuesto a obtener respuestas.

—Amor, ¿qué te sucede? —preguntó con suavidad, sentándose a su lado en la cama—. ¿Por qué te aíslas así?

Itzel levantó la mirada, sus ojos reflejaban una mezcla de confusión y determinación.

—Teo, he estado pensando… —comenzó, s
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