¿Su luna?

Meredy, caminaba por los pasillos de la mansión con determinación, su corazón latía con la fuerza de un tambor de guerra. La Fiesta de Luna Roja estaba a la vuelta de la esquina, y con ella, la oportunidad de unir su destino al del alfa. La última vez, la festividad había pasado sin la tradicional unión, dejando un vacío en la manada que resonaba como un eco en las paredes de su hogar. Teo, su alfa, aún no había encontrado a su luna, y aunque el consejo mayor le había concedido una extensión, Meredy sabía que las oportunidades no durarían para siempre.

Se sentía favorecida, pues sin su pareja aún, Teo tendría que escoger sin excusa a cualquiera de su clan y como una luna tiene que ser tan poderosa como el alfa, ella era perfecta para ese puesto. Pues de todas las embras en la manada, tanto su fuerza como belleza eran bien mencionadas. 

Al llegar a la oficina de Teo, Meredy no dudó. Empujó la puerta y se plantó frente a él con una mezcla de esperanza y desafío.

—Teo, la Fiesta de Luna Roja es nuestra oportunidad —dijo con voz firme—. No has encontrado a tu luna, y yo estoy aquí, dispuesta a ser la luna de nuestra manada.

Teo, atónito y sorprendido por el descaro de quien una vez fué su amante, levantó la vista de los papeles que tenía frente a él, su mirada era un mar en calma que precedía a la tormenta.

—Meredy, no es asunto tuyo —respondió con frialdad—. La Diosa Luna revelará a mi pareja a su debido tiempo.

La respuesta de Teo fue como una bofetada. Meredy sintió cómo la ira y la frustración se entrelazaban en su pecho.

—¿Y si la Diosa Luna ya lo hizo y ella murió? —replicó—. Los mayores del consejo no te darán otra oportunidad. ¿Por qué me rechazas?

El poderoso Alfa se puso de pie, su estatura imponente parecía llenar la habitación.

—No es tu lugar cuestionar las decisiones del consejo o las mías —dijo, su voz era un gruñido bajo—. Sal de mi oficina, Meredy.

Ella no se movió, y en un gesto que no admitía réplica, Teo la empujó suavemente pero con firmeza fuera de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella. Meredy se quedó sola en el pasillo, con el eco de la puerta cerrándose resonando como un presagio de lo que estaba por venir.

Luego de un par de pisotones y cerrando sus puños con la furia que cargaba, se encaminó rápidamente al salón del consejo. Pues su padre era uno de los más cercanos a Teo y sabría decirle que excusa pondría en esta ocasión para negarse a escogerla como luna. 

Los cuchicheos de las empleadas de la mansión, quienes fueron testigo de como Teo la sacó casi a patadas, lograban enfurecer aún más a la mujer y con ello exigir a su padre que planee algo para que Teo termine aceptandola. Después de todo él siempre le cumplió cualquier capricho que ella tuviera. 

—¡Papito! —chilló una vez abrió las puertas del complejo y corrió en dirección al hombre que se encontraba en una reunión con los demás miembros del consejo —¡Papito tienes que ayudarme! 

—Meredy ¿que pasó? —preguntó asustado mientras invitaba a los presentes a que salieran. 

—Papito, Teo acaba de correrme de su oficina —dijo, fingiendo llorar como toda la actriz que era. 

—Motivos habrá tenido, Meredy —respondió el anciano con su ceño feuncido —muchas veces te dije que no tenías que ser tan osada y entrar al despacho de un hombre, queda mal visto.

—¡Pero papá! —reprochó —solo fui a advertirle sobre la fiesta de luna roja, estamos a cinco meses y él aún no tiene pareja. No es justo para la manada que solo piense en él y por ello...

—Silencio —la interrumpió el hombre con severidad —no te atrevas a decir que fuiste a ofrecerte como la luna de nuestra manada. 

—¡SOY LA MÁS FUERTE! —gritó, viendo a su padre negar mientras juntaba las manos detrás de su espalda y se encaminaba al gran ventanal —¡MEREZCO SER LA LUNA DE NUESTRA MANADA PORQUE...!

—No sabes nada —la silencio su padre, notando como lo observaba con la confusión brillando en su rostro —nuestro Alfa ya encontró a su pareja predestinada por la Diosa Luna y no eres tú, Meredy.

—¿ Que ya la encontró? —preguntó preocupada y asustada —¿Cuando? ¿Quien es? 

—Prometimos al Alfa no mencionar nada de esto fuera de la reunión que tuvimos. No puedo decirlo hasta que el Alfa encuentre el momento adecuado para presentarla. 

—¡Pero soy tu hija! ¡La mejor guerrera de esta manada! —prosiguió —merezco mas que nadie saber quien será mi luna. 

Su padre, conociendo la insistencia de su hija y creyendo en que ese podría ser un secreto entre ellos, suspira en resignación.

—Nada de lo que hablemos aquí tiene que salir —la sentenció, viendo a su hija asentir. 

......

......

Caminaba atónita sin poder creer aún en las palabras dichas por su padre. 

¿ESA INTRUSA SERÍA SU LUNA? ¡NO! preferiría morir al tener que aceptar a una desconocida como mi luna. —pensó Meredy, mientras sus pies la dejaban frente a la celda donde Itzel permanecia cumpliendo la sentencia impuesta por su alfa. 

—Abre —ordenó a uno de los guardias, quien sin poner quejas ni peros, lo hizo —. Tú, levántate —dijo a Itzel, quien se encontraba recostada disfrutando de una siesta.

—Si vienes a hacer una escenita por ese Alfa tuyo, puedes ir por donde viniste —contestó Itha, sintiendo como un par de manos se aferraban a su cabello castaño —hay m*****a perra —gruñó, sintiendo como esta la soltaba y retrocedia —¡Atrevete a tocarme de nuevo y veras lo que haré contigo!

Era imposible, no podía esta mujer tener una presencia tan imponente como la de su Alfa. No, ella no era tan fuerte como su sentido de loba se lo estaba haciendo ver.

Quizás ese escalofrio le dió por estar en ese asqueroso lugar. Si, eso era.

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