Alexander no estaba acostumbrado a sentirse inútil, y ahora, mientras sostenía a su compañera, pensaba en que no sabía—no realmente—cómo iba a hacer para lograr cuidarla sin volverse un asesino despiadado. Porque estaba en un nivel de descontrol tan fuerte, que se veía a sí mismo, matando a quien siquiera la mirara de mala manera.

No ayudaba que también debía ir a rescatar a su salvadora, a aquella niña que lo sacó de las garras de la desesperanza. Y lo hizo sentir miserable darse cuenta de que no pensaba en ella, ni era una prioridad, y le debía su vida.

Mirándola descansar se dispuso a salir para no perturbar su sueño; sin embargo, en lugar de dormir, lo observaba fijamente. Y esa mirada de Blaire lo conmovía, su compañera era una mezcla de niña/mujer. Su apariencia era la de una pequeña ninfa, cabellos muy rubios, una piel casi translúcida y algunas pecas sobre la nariz. Contrastando su aire casi infantil, unos inmensos ojos color avellana, mostraban a una mujer adulta, con muchos