Una ejecutora nata

Tras dejar organizadas las rondas de vigilancia regresó con ella, y al llegar a su habitación la encontró sentada en la cama, no lloraba, pero sentía cuán triste estaba.

—Cariño.

—Lo siento, debería estar empacando, pero dejar este lugar es difícil.

Llevaba poco tiempo con Blaire, pero podía ver que era una criatura bastante práctica. La vida le daba golpe tras golpe, ahora debía abandonar su hogar, enfrentar un destino para el que no firmó, y en lugar de gritar o de llorar, solo se veía algo seria.

Estaba seguro de que con el tiempo Blaire crecería en confianza y aprendería que estando con él, sus lágrimas serían bienvenidas. Sin embargo, disculparse por estar triste, eso no se lo permitiría.

—Cariño, por favor no te disculpes. No hay nada malo en llorar o en sentirnos tristes. ¿Prefieres que vivamos aquí? Podemos arreglarlo si quieres.

—¿No vives en Rumanía?

—Sí, el castillo fue remodelado y el nuestro es el nivel más bajo, mismo que cuenta con una salida al bosque.

—Me gustaría vi
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