El hombre que su esposo había llevado a la casa aún no despertaba. Lo único que había pasado repitiendo mientras lo ponían en el sofá era «Alba, Alba», «Perdóname» y «Fue Alessa». Lo repetía como poseso.
Shinto estaba en la cocina preparándole un café cargado para cuando despertaste. Dijo que era cliente del bar desde hacía varios años y le tenía mucho aprecio a él y a sus amigos. No recordaba el nombre, pero ese pobre muchacho se veía devastado.
Lo escuchó quejarse y fruncir el ceño mientras trataba de balbucear algo.
—Vaya, ya despertó.
—A…Alba… ¿Eres tú?
Pegó un grito cuando el extraño la agarró de la mano y la llamó por aquel nombre.
Alessa se había encerrado en su habitación sin decirle nada al respecto. Se sintió harto y muy exasperado. Ella dijo que estaba ofendida por su desconfianza y él no quería faltarle al respeto, pero tenía que recordar que además de que era dama de compañía, también fue ex novia de Arthur, así que la idea no sonaba muy descabellada.De repente, tocaron a su puerta y se imaginó que era Saira, ya que, aparte de Paula, era la única persona que tenía llaves para entrar. Pero Paula no iría, eso era imposible. Y como lo supuso, su prima era quien estaba detrás de esta.—Ya tuvo suficiente estos días. —Entró al instante, buscando a Alessa con la mirada. Alex, por otro lado, solo roló los ojos—. No fue suficiente con que Enzo me haya pedido que anuláramos el matrimonio civil, sino que tambi&eacut
«Emma … no pensaba que podía pasar más de un día sin saber de ti»Alba le dijo que Emma iba a volver. Que ella volvería en medio año y se puso feliz porque la extrañaba. Maldita sea, cómo la extrañaba. Como si un pedazo de su vida se hubiera arrancado de sí mismo. Esa ausencia de ella había sido peor que la primera vez que se separaron con el reciente susto de creer que a su temprana edad, Emma estaba embarazada de él, suceso por el cual tomó la acérrima decisión de marcharse sin rechistar, causando que intentara dejar todo atrás.Y así fue como él se había «enamorado» de Saira, tenía su vida y era un hombre «normal». Sus sentimientos se encuentran escondido en lo más recóndito del alma y estaba seguro de que si no hubiera vuelto a ver, probablemente debe
Al menos una semana había pasado desde que esos sucesos han ocurrido con Enzo, Emma, Alba y Arthur.Para empezar, Enzo había presentado su renuncia en la editorial, que fue muy bien recibida por Alex. El jefe no había dicho ni sí, ni no, solo la aceptó, así que Enzo estaba contento de no haber tenido que lidiar con más problemas en ese lugar, al que, por cierto, había entrado para vigilar a Emma y por influencias de Saira . Emma y él ya ni siquiera se hablaban y Saira pues… no había que explicarlo.En el transcurso de la semana, Enzo se había presentado para exponer su sentencia de nulidad de matrimonio civil, después de eso, citaron a Saira ante la demanda y en breve, Alba y el abogado de Anderson tuvieron una conversación.Las cosas se darían civilizadamente. Después de cada presentación de evidencia y
Sentado en la soledad de su editorial a la media noche, Alex contemplaba a la nada mientras el humo de su tabaco invadía la estancia. Era la primera vez en mucho tiempo que iba solo a su edificio y se sentía bien esa soledad. Estiró las piernas cruzadas sobre el escritorio y se echó un poco hacia atrás en su silla giratoria.Su coleta yacía ahí, alta igual que siempre y los ojos celestes parecían perder todo su brillo. Desde que había descubierto que Alessa seguramente se había acostado con Arthur, sintió que todo se le venía abajo. A pesar de todo se sentía herido y traicionado. Cómo había sido capaz de usarlo de esa manera. Y tan angelita que se veía. Lo único bueno que Alessa había traído a su vida era a Paula. Hacía mucho que no iba por ella y aunque la extrañara, en esos momentos no podía pensar más
La brillante y suave piel desnuda de Paula, envuelta apenas por las sábanas blancas, le daban un toque artístico, como sus pinturas mismas. Parecía un ángel, con aquella espalda perfecta y brazos delgados. El cabello medio largo que le cubría los hombros y despedían un dulce aroma a fruta. Todo en ella era perfecto.O eso era lo que Alex pensaba.Se levantó entonces para andar por ahí. Como nunca, quería explorar el nuevo departamento que su novia había terminado de pagar gracias a la venta de sus cuadros. Por fin se sentía mejor después de todos aquellos pensamientos oscuros que había tenido.Lo primero era pensar en vengarse de Enzo, dañar a Emma y a Alessa, por mentirle, pero pasar la noche en los brazos de su chica le había hecho cambiar por completo de parecer. Ya no tenía esas ganas locas de estrangular a
El sobre manila cayó sobre la mesa de centro de la sala.Ella jadeaba, aún espantada por lo que acababa de vivir hacia pocas horas, aunque hubiera sido en la mañana, para ella como si apenas hubieran pasado quince minutos.—Qué bueno que accedí a tu llamado. —Tomó los documentos, estirándose lo menos que podía del mueble. Parecía un monigote ahí, con las piernas bien abiertas y los brazos extendidos en el respaldar—. Gracias por esto.—Tómalo todo, ya no quiero saber nada de eso. —Se sobaba los brazos como si tuviera frío, aunque cargaba un abrigo blanco tejido a mano—. Por culpa de esas malditas fotos, casi acaban con mi vida.-¿Oh yes? También me pasó. —Seguía con esa extraña expresión fría y relajada, como si al
Aquella fatídica noche parecía haber quedado atrás. Es decir, nadie más que ella se sintió tan libre en ese momento. Había ignorado todas las llamadas de su ex pareja, sus intentos de llegar hasta su departamento, sus mensajes enloquecidos desde cualquier otro número diciéndole que jamás iba a perdonarle que le haya puesto un dedo encima a su hermana; como si a ella le importaran mucho sus amenazas estúpidas, y le pidió a su abogado que siguiera con los trámites como siempre. Se trataba de una situación que no solo era necesaria, sino que vital en su vida.Se regocijó en el hecho de saber que nadie tenía derecho a reclamarle nada, porque moralmente no estaban en ningún derecho de hacerlo y que había actuado según cualquier persona lo habría hecho luego de descubrir lo que ella, así que si uno de ellos intentaba si quiera dec
—Hola, Aura —la saludó con efusividad, como si la conociera desde hacía mucho tiempo.La aludida frunció el ceño, preparada para tocar el botón de seguridad. Aquel extraño llevaba puestos unos lentes oscuros y parecía misterioso. No podía reconocerlo.—¿Qué se le ofrece …? —Sabía que los guardias le habrían hecho una requisa de armas, sin embargo… -. No lo recuerdo.—Oh, es que hace mucho que no vengo, soy amigo de Emma. —Le mostró un paquete de bombones—. Vine a dejarle este presente, ¿me puedes anunciar, por favor?—Lo siento, la señorita no se encuentra por ahora. —No dejó de hablar con duda, pero al menos tenía opción de echarlo disimuladamente. Sabía que ese tipo jamás había estado ah