Descubiertos

El sobre manila cayó sobre la mesa de centro de la sala.

Ella jadeaba, aún espantada por lo que acababa de vivir hacia pocas horas, aunque hubiera sido en la mañana, para ella como si apenas hubieran pasado quince minutos.

—Qué bueno que accedí a tu llamado. —Tomó los documentos, estirándose lo menos que podía del mueble. Parecía un monigote ahí, con las piernas bien abiertas y los brazos extendidos en el respaldar—. Gracias por esto.

—Tómalo todo, ya no quiero saber nada de eso. —Se sobaba los brazos como si tuviera frío, aunque cargaba un abrigo blanco tejido a mano—. Por culpa de esas malditas fotos, casi acaban con mi vida.

-¿Oh yes? También me pasó. —Seguía con esa extraña expresión fría y relajada, como si al

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