La amante de Enzo

La brillante y suave piel desnuda de Paula, envuelta apenas por las sábanas blancas, le daban un toque artístico, como sus pinturas mismas. Parecía un ángel, con aquella espalda perfecta y brazos delgados. El cabello medio largo que le cubría los hombros y despedían un dulce aroma a fruta. Todo en ella era perfecto.

O eso era lo que Alex pensaba.

Se levantó entonces para andar por ahí. Como nunca, quería explorar el nuevo departamento que su novia había terminado de pagar gracias a la venta de sus cuadros. Por fin se sentía mejor después de todos aquellos pensamientos oscuros que había tenido.

Lo primero era pensar en vengarse de Enzo, dañar a Emma y a Alessa, por mentirle, pero pasar la noche en los brazos de su chica le había hecho cambiar por completo de parecer. Ya no tenía esas ganas locas de estrangular a

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