«Julia se ha vuelto un cristal roto y sus pedazos se incrustaron en la piel de sus hijos»
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Despedirse de su familia había sido un dolor terrible que le había costado más lágrimas.
Es que ya no podía más, no podía un segundo más. Todo el maldito juicio se la había pasado llena de vergüenza, de miedo y de tristeza. Sus nervios estaban a punto de estallar. Inhalaba y exhalaba hondo, intentado calmarse. Sentía miedo, después de todo, sentía miedo. Al principio estaba resignada por la culpa de haberlo matado con alevosía y ventaja, pero en esos momentos tenía la película más clara y no lo recordaba así. Y también sintió la cárcel cerca. Si ese lugar era un calvario, no quería saber si la condenaban.
—Perdóna
La entrada de Alba había sido muy diferente a la de Saira. Pero mucho. Tanto, que los presentes pestañearon varias veces.Nadie lo podía creer. Absolutamente nadie. Emma no quitaba su expresión de asombro mientras las lágrimas comenzaban a mojarle la cara. Entre tanto, se le escapó una risa casi muda de felicidad y estupefacción, sintiendo que las piernas le fallaban.—Alba… —susurró Arthur, pálido como una hoja. Su corazón latía fuerte y no pudo moverse ni un centímetro. Paula le puso la mano en el hombro, dándole fuerzas. Sabía lo mucho que le impactaba verla allí.—Alba… —era lo único que podía decir, recordando por un momento su conversación de hacía unos días.Enzo sintió como si una llama de esperanza se encendie
Al fondo de la cafetería se escuchaba Mermaid Princess de Toshiki Kadomatsu. Ella disfrutaba de la buena música y más luego de haber empezado a escribir su primer libro, una historia de amor algo tormentosa. La música le hacía bien, la inspiraba.Había decidido seguir escribiendo los capítulos mientras se tomaba un café y comía una rebanada de pastel de chocolate. Apenas había salido de su clase de inglés. Admitía que había pasado mucho tiempo estudiando duro por mejorar sus conocimientos en el idioma y aunque aún le resultaba difícil, estaba avanzando a buen ritmo.Entre su libro, sus terapias, sus clases de inglés y su trabajo como profesora de lengua japonesa en una pequeña academia particular para estudiantes extranjeros, admitía que el tiempo se le hacía corto para hacer muchas cosas.
Estaba emocionada. No simplemente porque estaba esperando su sorpresa de cumpleaños, sino también porque había algo más que él le quería decir. No podía esperar para llamar a Alba y contarle. Al principio pensó en hacerlo antes, pero decidió esperar a una hora prudente. Sabía que su amiga se pondría demasiado feliz por eso.Aún recordaba el momento en que se había cruzado con él.«¿Cuánto tenía de haber llegado y haberse instalado en la residencia que le brindaba la academia? ¿Un día? No sabía qué hacer mientras debía prepararse para la reunión de esa noche, así que decidió pasarse por la biblioteca. Con el nivel de inglés que había conseguido antes de viajar para allá, pudo llegar fácilmente hasta ese mágico lugar.
El tiempo había pasado tortuosamente lento. A pesar de todo, de alguna manera, había logrado sobresalir después de toda la mala racha que la muerte de Alex les había dejado. Sí, ya habían pasado casi cuatro años de eso. El funeral, los litigios, la prensa y el juicio de Emma a veces le venían a la cabeza y él se estremecía. No era justo que le hubieran hecho eso a su amiga.Después de todo aquello, sus vidas habían tomado un rumbo distinto. Aún mantenía contacto con Emma e Enzo, pero no era lo mismo. Sus amigos nunca volvieron. Ortega ahora se encargaba parcialmente de la empresa de sus padres y prácticamente vivía en New York, tal y como lo había planeado aquella vez con Emma, cuando apenas eran unos adolescentes.Él había vuelto a casa de sus padres luego de su ruptura con Paula.Sí
—¿No te parece que esta es la primera vez que disfrutamos de nuestro matrimonio? —Preguntó ella, sin ánimos de removedor viejas herida. El hecho de estar otra vez en New York les traía recuerdos, pero ya no se sintió de esa forma trágica y vacía que le hacía querer llorar. Sintió que su marido la apretó contra sí, tensándose apenas—. Que realmente estamos bien, felices y tranquilos, sin mentiras, sin secretos. —¿Tú crees que todo se arreglará? —Observó el horizonte y vio el sol queriéndose unir con el mar. Tan cerca ya la vez tan lejos. Era verdad que ahora ellos no estaban unidos por mentiras, que al fin estaba todo bien, pero no sabía si ellos lo estarían—. El mar y el cielo parecen unirse, pero nunca están cerca, Julia. Ella asintió, entendiendo por fin el punto de su esposo. —Nuestros hijos… —susurró y ahora sí se sintió preocupada. Alvaro afianzó su agarre, sintiendo el viento salino golpearles
—¿No te parece que este día está muy perfecto? —Sus cabellos castaños largos se movieron al son del vaivén de la pieza que estaban tocando y una enorme sonrisa le iluminaba el rostro.—Déjame pensar —volvió a poner la mano en la cintura femenina y siguió danzando—, ¿lo dices porque nuestras gemelas están tranquilas por aquí cerca de su nana, nos casamos hace dos años y ahora mismo estamos bailando en la boda de nuestros dos mejores amigos?Alba soltó una carcajada, abrazándose mucho a él.—No lo sé —bromeó, cerrando los ojos, con un regocijo que le inflaba el pecho.—Sí, no me queda muy claro —también la estrechó, compartiendo el sentimiento.Dicen que las grandes familias es
Toda la vida había visto a Emma como una persona ajena a él, es decir, no como lo que sus padres decían que eran. Jamás estuvo de acuerdo con que ella fuera su hermana, que compartieran cosas lindas juntos como una familia feliz y que él fuera el típico «hermano mayor». A medida que iba creciendo, su atracción por Emma iba desarrollándose junto a él, aunque le hubiera molestado sentir eso toda la vida. Y no, no hablaba de que siempre tuvo intereses insanos por ella. Emma era simplemente Emma, no era su hermana. No lo era. O era, quizás, eso que se prometieron de niños: mejores amigos.Y ¡cómo no sentir esa atracción por ella ¡, si esa mujer se había convertido en un pecado andante. No se refería a que fuera ridículamente voluptuosa o de una belleza despampanante que deslumbrara a cualquiera, no: su belleza era singular, ingenua
Pestañeó confundida, mirando para su amiga, con la boca abierta.—¿Es en serio? —Luego de casi un minuto de silencio, Emma fue capaz de articular un comentario cohesionado al tema de conversación. El corazón le hincó con fuerza y sintió dolor, dejándola sin aire por un pequeño lapso de tiempo—. ¿Por qué, Alba?La aludida agachó la vista, con el mismo sentimiento.—Si sigues así, Emma… —articuló la joven castaña, observando con tristeza el semblante pálido y perdido de su mejor amiga—. Mis padres me están obligando a hacer esto, Emma.—Pero, pero… puedes decirles que no —su rostro se desfiguró de desespero por un momento, sin opción a treguas. Wright negó con tristeza—. Alba, eres como mi hermana