Al menos una semana había pasado desde que esos sucesos han ocurrido con Enzo, Emma, Alba y Arthur.
Para empezar, Enzo había presentado su renuncia en la editorial, que fue muy bien recibida por Alex. El jefe no había dicho ni sí, ni no, solo la aceptó, así que Enzo estaba contento de no haber tenido que lidiar con más problemas en ese lugar, al que, por cierto, había entrado para vigilar a Emma y por influencias de Saira . Emma y él ya ni siquiera se hablaban y Saira pues… no había que explicarlo.
En el transcurso de la semana, Enzo se había presentado para exponer su sentencia de nulidad de matrimonio civil, después de eso, citaron a Saira ante la demanda y en breve, Alba y el abogado de Anderson tuvieron una conversación.
Las cosas se darían civilizadamente. Después de cada presentación de evidencia y
Sentado en la soledad de su editorial a la media noche, Alex contemplaba a la nada mientras el humo de su tabaco invadía la estancia. Era la primera vez en mucho tiempo que iba solo a su edificio y se sentía bien esa soledad. Estiró las piernas cruzadas sobre el escritorio y se echó un poco hacia atrás en su silla giratoria.Su coleta yacía ahí, alta igual que siempre y los ojos celestes parecían perder todo su brillo. Desde que había descubierto que Alessa seguramente se había acostado con Arthur, sintió que todo se le venía abajo. A pesar de todo se sentía herido y traicionado. Cómo había sido capaz de usarlo de esa manera. Y tan angelita que se veía. Lo único bueno que Alessa había traído a su vida era a Paula. Hacía mucho que no iba por ella y aunque la extrañara, en esos momentos no podía pensar más
La brillante y suave piel desnuda de Paula, envuelta apenas por las sábanas blancas, le daban un toque artístico, como sus pinturas mismas. Parecía un ángel, con aquella espalda perfecta y brazos delgados. El cabello medio largo que le cubría los hombros y despedían un dulce aroma a fruta. Todo en ella era perfecto.O eso era lo que Alex pensaba.Se levantó entonces para andar por ahí. Como nunca, quería explorar el nuevo departamento que su novia había terminado de pagar gracias a la venta de sus cuadros. Por fin se sentía mejor después de todos aquellos pensamientos oscuros que había tenido.Lo primero era pensar en vengarse de Enzo, dañar a Emma y a Alessa, por mentirle, pero pasar la noche en los brazos de su chica le había hecho cambiar por completo de parecer. Ya no tenía esas ganas locas de estrangular a
El sobre manila cayó sobre la mesa de centro de la sala.Ella jadeaba, aún espantada por lo que acababa de vivir hacia pocas horas, aunque hubiera sido en la mañana, para ella como si apenas hubieran pasado quince minutos.—Qué bueno que accedí a tu llamado. —Tomó los documentos, estirándose lo menos que podía del mueble. Parecía un monigote ahí, con las piernas bien abiertas y los brazos extendidos en el respaldar—. Gracias por esto.—Tómalo todo, ya no quiero saber nada de eso. —Se sobaba los brazos como si tuviera frío, aunque cargaba un abrigo blanco tejido a mano—. Por culpa de esas malditas fotos, casi acaban con mi vida.-¿Oh yes? También me pasó. —Seguía con esa extraña expresión fría y relajada, como si al
Aquella fatídica noche parecía haber quedado atrás. Es decir, nadie más que ella se sintió tan libre en ese momento. Había ignorado todas las llamadas de su ex pareja, sus intentos de llegar hasta su departamento, sus mensajes enloquecidos desde cualquier otro número diciéndole que jamás iba a perdonarle que le haya puesto un dedo encima a su hermana; como si a ella le importaran mucho sus amenazas estúpidas, y le pidió a su abogado que siguiera con los trámites como siempre. Se trataba de una situación que no solo era necesaria, sino que vital en su vida.Se regocijó en el hecho de saber que nadie tenía derecho a reclamarle nada, porque moralmente no estaban en ningún derecho de hacerlo y que había actuado según cualquier persona lo habría hecho luego de descubrir lo que ella, así que si uno de ellos intentaba si quiera dec
—Hola, Aura —la saludó con efusividad, como si la conociera desde hacía mucho tiempo.La aludida frunció el ceño, preparada para tocar el botón de seguridad. Aquel extraño llevaba puestos unos lentes oscuros y parecía misterioso. No podía reconocerlo.—¿Qué se le ofrece …? —Sabía que los guardias le habrían hecho una requisa de armas, sin embargo… -. No lo recuerdo.—Oh, es que hace mucho que no vengo, soy amigo de Emma. —Le mostró un paquete de bombones—. Vine a dejarle este presente, ¿me puedes anunciar, por favor?—Lo siento, la señorita no se encuentra por ahora. —No dejó de hablar con duda, pero al menos tenía opción de echarlo disimuladamente. Sabía que ese tipo jamás había estado ah
Aura no había querido decirle nada y eso lo ponía histérico como el infierno. Se fue del maldito edificio con más dudas que respuestas. Al parecer, ella no recordaba haber recibido a nadie aquel día. Pero sabía que estaba mintiendo, ¿estaría amenazada? Cómo iba a hacer para sacarle la verdad. Era una situación que empezaba a colmarle ya la paciencia. La próxima persona a la que iría sería a Alba. Solo esperaría a que por fin arregle su situación con Arthur y ya.Y hablando del rey de Roma y Arthur que… en fin.-Hola.No sirvió de nada, Alba no me quiere ver más… —lo oyó cabizbajo, del otro lado de la línea.Él sonrió, sabiendo que podía darle una mejor noticia.—Emma ir&aacut
Todo el cuerpo le temblaba y aún más cuando hacía aquellos ruidos extraños mezclados con llanto: sollozos, les decían. La anatomía actualmente inerte de Alex yacía ahí, junto a ella y tenía tanto miedo, que incluso ya sentía frío. No podía salir aún de la impresión de haberlo visto morir de esa forma, todavía no podía creerlo, pero sí que tenía ganas de salir corriendo de ese lugar.Se había quitado la atadura de su pie izquierdo y arrastrado como pudo buscando un celular. Sabía que lo tenía en su falda, así que fue directo hasta su ropa esparcida por el suelo. Claro, ahí estaba.Y sintió que el mundo estaba a su favor, ya que aún tenía señal. Prendió su localizador como pudo, limpiando sus dedos ensangrentados con la ropa. Tenía muchas llama
No sabía cuánto tiempo había pasado llorando, pero seguramente había sido mucho. Los ojos le ardían y podía sentir como si estuviesen hechos de cemento, pesaban como el infierno y ya no querían estar más tiempo.Desde la habitación de Alba se podía observar el sol del amanecer, ya que tenía una pequeña ventana alargada que dejaba a los rayos entrar a iluminar parte de la habitación. Había tenido que pagarle a un enfermero para que lo deje quedarse allí toda la noche. Estaba amaneciendo y podía sentir cómo el caliente astro rey le quemaba la espalda, aún por sobre el vidrio del ventanal.Enzo había entrado a la medianoche, justo después de que dejara Emma en la habitación contigua. Bueno, en realidad no sabía en qué habitación estaba, no le interesaba saberlo. En ese momento no