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2- En el monstruo que la niña de flores se ha convertido

—En qué... —y el puño en mi mano interrumpe sus palabras. Todos a mi alrededor sueltan una exclamación de sorpresa, mi padre rápidamente llega a mi lado y se pone en el medio, mi mirada sigue en la cara de ese mal nacido.

—Me puedes explicar qué es esto Storm —grita.

—Este mal nacido que no tiene los pantalones suficientes para enfrentarse a otro hombre y sus inseguridades las trata de arreglar golpeando a su hija —le digo en voz alta. Fijo mi mirada en él y me río—. Qué te parece que una mujer sea la que te ha golpeado.

Mi padre me toma de la mano fuertemente.

—Escúchame bien, en estos momentos vas a pedirle disculpas a este hombre por tu comportamiento impulsivo —me dice entre dientes, yo halo fuerte mi mano y me libero de su agarre.

—Perdón tiene que pedirle él a su hija por todos los golpes que le ha dado a su hija, perdón debería de pedir todos aquí por permitir semejante maltrato —digo con todas mis fuerzas para que todos me escuchen—. Tú eres su Laird y tú deber es proteger a todos, incluyendo a los débiles que son maltratados por los más fuertes —le digo a mi padre.

—No voy a permitir que pongas entre dicho mi autoridad —mi padre se pone derecho—. Cuido a cada uno en este lugar y trato de velar por su bien, eso todos lo saben —es verdad mi padre se desvive por su clan pero no es suficiente, yo no encuentro que sea suficiente.

—Es cierto, te desvives por tu gente te preocupas por ellos y nunca en mi vida pondría en duda tu mandato, lo siento si crees que eso es lo que significaron mis palabras —me giro, voy a mi caballo y me subo. Fijo mi mirada en esa escoria.

—Escúchame bien, vuelvo a enterarme que la vuelves a maltratar y te vas a arrepentir —y espoleo mi caballo a la pradera, sin un rumbo fijo...

El cabalgar durante este tiempo me ayudó a relajarme, sé que mi papá ha de estar preocupado por mi actitud, creo que lo mejor será hablar con él y que entienda que esa niña a la que él quiso tanto ya no existe, no le queda más remedio aceptarme tal y como soy ahora...

Llegué a la hora de la cena, entro y veo que la mesa está ocupada por varias personas, hombres en específico. Cuando estos me ven en su cara se nota el desconcierto y mi padre al levantar la vista y verme se levanta y sin saber cómo llegó hasta mí, me abraza..

—Qué pasó —pregunto un poco confundida. 

—Sabes lo preocupado que estaba? Te fuiste sin dar razón alguna, pensé que vendrías a casa pero cuando llegué y me dijeron que no habías llegado pensé lo peor —ya veo estaba, asustado por si volvía a desaparecer.

—Solo fui a dar una vuelta —me despego de él, su toque me molesta, no me gusta. Se da cuenta y veo un destello de dolor en sus ojos, los cuales me lastima, pero no puedo hacer nada, ya no soporto que me toquen.

—Me gustaría que llevaras un guerrero contigo —y me tenso al escucharlo.

—No —digo seria, no quiero a nadie a mi lado y mucho menos un guerrero.

—Vamos a la biblioteca —me dice serio—. Todos ustedes se pueden ir —y guía el camino hacia donde sé que tendremos un enfrentamiento un poco fuerte. Como soy la última que entra, cierro la puerta.

—Se que has de estar un poco confundida, también comprendo que tu comportamiento se deba a lo que seguro tuviste que vivir, pero ya van dos veces en las que te viras en contra mía y eso sí que no te lo voy a permitir —me dice serio—. Vas a llevar un guerrero y esa es mi última palabra —trata de imponerme.

—Yo no he tratado de ir en contra tuya en ningún momento ese hombre maltrata a su hija sin razón— trato de explicarme.

—Ese no es tu problema tú… —y me recuerdo de todas las personas que cuando veían lo que nos pasaba a nosotras decían lo mismo, “no es nuestro problema”. y mi sangre vuelve a bullir.

—No es mi problema —me sonrío—. Sabes cuantas personas que vieron cómo me trataban decían esas mismas palabras, si tan sola una, una sola hubiera hecho algo por mí, por nosotras va y no hubiera tenido que sufrir todo lo que sufrí —mi padre se queda sin palabras. Trato de controlarme porque no le haré bien a nadie, sé que no puedo así que me dirijo a la puerto, necesito irme de aquí—. No voy a tener a nadie persiguiéndome todo el día —me detengo en la puerta—. Y en cuanto a ese hombre, me entero de que le puso un solo dedo encima a su hija y se va a arrepentir, de lo contrario, puedo cambiarme el nombre —salgo sin dejarlo hablar. 

Subo las escaleras rápido y siento que me ahogo, imágenes contantes pasan por mi cabeza, veo cómo las matan una a una después de usarlas y poco a poco Él se me acerca a mí, con una sonrisa en la cara y cinturón en su mano izquierda, ahí es cuando no me cabe ninguna duda de que es mi turno. 

Su recuerdo llega hasta mí, el sonido su voz, su nauseabundo aliento rosar mi rostro, sus manos toscas y asquerosas tocar mi mejilla...

A puras penas puedo llegar a mi habitación antes que la oscuridad de la inconciencia me reclama...

La luz que entra por mi ventana me despierta y unos toques en la puerta me dan a entender que ya es de mañana. 

—Espere —respondo mientras me siento y trato de despejarme. Me levanto y abro la puerta.

—Su padre la está esperando para desayunar juntos —me notifica Edda.

—Gracias Edda, en minuto bajo —ella afirma con la cabeza y se va. Cierro la puerta y suspiro, me duele ver que la gente que quiero se sienta dolida por mi forma de actuar, pero me es imposible volver a la niña risueña que era antes, de todas formas sería imposible, ya no soy tan inocente.

Estamos en la mesa y mi padre me mira con ojos tristes, ya no ve a su niña. Pasa el rato, Edda y mi padre tratan de incluirme en sus conversaciones pero yo solo respondo con monosílabos.

—Te tengo una noticia que te alegrará —oigo a mi padre decir—. Erik estará aquí pronto, ya le he mandado el comunicado de que estás a salvo.— el escuchar ese nombre, me tenso.

—Hija, ¿no te alegras? Es Erik, tu gran amor desde.

—Cuándo llegó —interrumpo a Edda y se crea un ambiente tenso.

Él se fue, tenía cosas que hacer, yo le pedí que me llevara pero no me dejó, yo le confesé mi amor y él solo me compensó con duras palabras, no lo odio, es más, no siento nada ya. Cuando antes el tan solo hecho de escuchar su nombre miles de mariposas revoloteaban en mi interior, ahora solo hay... vacío.

—Nunca se llegó a ir, cuando desapareciste, le mandé un mensaje, el regresó para ayudarme con tu búsqueda —dice mi padre, tenso porque no sabe cuál será mi reacción.

—¿Cuándo llega? —pregunto sin muestra de alguna emoción. Mi padre se pone tenso y no sabe que decir, así que mira a Edda.

—Si todo va bien, dentro de una semana aproximadamente mi niña —responde ella por él.

—Bien —me pongo de pie y tomo el cuchillo de la mesa—. Ahora si me disculpan, tengo que revisar una cosa que dejé ayer inconclusa en el pueblo —y me dispongo a salir.

—Storm, no hagas ninguna locura —escucho a mi padre, pero no le respondo y sigo mi camino.

—Dios mío que le pasó a nuestra niña Bruce, que cosa tan mala pudo tener que pasar para que haya cambiado tanto —dice entre llanto Edda

—No lo sé Edda, no lo sé —responde mi padre con la voz rota...

Y nunca lo sabrán, ustedes nunca sabrán en el monstruo que la niña de flores se ha convertido, no mientras pueda evitarlo.

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