Horas más tarde.
Alexander se encontraba en el segundo nivel del bar del crucero, disfrutando de un trago en compañía de su mejor amigo.
—Brindemos —gritó Luke para que lo pudiera escuchar, y alzó su copa—, por una noche inolvidable.
Alexander ladeó los labios, y con su mirada recorrió el lugar, observando bailar a los asistentes en el centro de la pista.
—Hoy es nuestro día de suerte —Luke se acercó a su amigo—. Vamos a bailar. —Señaló con su mirada a dos hermosas mujeres que no dejaban de mirarlos.
Alexander sonreía fingiendo que se divertía bailando con la atractiva mujer de lacios cabellos rojizos, pero la realidad era que le encontró cierto aire familiar con los rasgos físicos de Olivia, y se comenzó a sentir incómodo.
Dirigió su mirada hacia las luces robóticas y de pronto sus ojos se abrieron de par en par al observar la forma en la que contoneaba sus caderas con sensualidad, la portadora de un deslumbrante vestido con lentejuelas color plateado, que estaba a unos cuantos metros de distancia de él.
«Midnight sky by Miley Cirus», continuaba escuchándose, Alexander no pudo evitar dejar de mirar a aquel ángel que lo incitaba con aquellos movimientos a acercarse para bailar con ella. Con discreción buscó con quien bailaba, sonrió al darse cuenta que lo hacía con un grupo de amigas, ladeó sus labios y decidió esperar el momento oportuno.
*
Madison se contoneaba con gran desenvoltura, luego de haber bebido algunas copas en compañía de las chicas que Hanna conoció horas antes en el restaurante. Brindaron con toda clase de bebidas, que ella nunca en su vida había probado como: mojitos, margaritas, cosmopolitan, tequila, entre otras cosas, por lo que no le fue nada complicado tener mayor soltura al bailar.
Cuando finalizó aquella melodía, ella volvió a su mesa para ingerir con urgencia agua. En ese momento un joven ya entrado en copas se acercó a ella y la tomó de la mano.
—Hola preciosa, no he podido dejar de ver lo bien que te mueves. Ven vamos a bailar. —La miró de abajo hacia arriba y sonrió.
—No quiero —Madison respondió, e intentó soltarse de su agarre, pero resultó todo lo contrario, el sujeto haló de su muñeca y la acercó a su cuerpo.
—Pero yo sí. Estás buenísima. —Miró hacia su escote y comenzó a moverse para llevarla hacia la pista—, baila para mí —solicitó con torpeza.
—No —respondió con firmeza.
— ¿Por qué no? —el ebrio chico cuestionó arrastrando la voz .
—Porque viene conmigo. —Alexander cuadró sus hombros, mirándolo con frialdad. Estiró su brazo esperando a que aquella desconocida mujer aceptara tomar su mano, para alejarse de ahí y evitar una pelea.
En ese instante aquel hombre giró para mirarlo.
Madison abrió los ojos de par en par y pasó saliva con dificultad al escuchar aquella gruesa voz. Recorrió con su mirada al sujeto detrás, distinguió la firmeza de su pectoral, en aquella camisa negra de cuello de granate que le quedaba a la medida, luciendo un par de botones desabrochados y las mangas dobladas arriba de sus codos.
Sin pensarlo nada, Madison colocó sus dedos sobre la palma de la mano de él, y sintió como la acercó de un tirón hacia su fornido cuerpo.
Elevó su mentón y petrificó con su ensombrecida mirada al chico, entonces caminó hacia la pista haciendo que aquella desconocida fuera delante de él.
Con rapidez, Alexander la tomó de la cintura con una de sus manos y con la otra entrelazó sus dedos a los de ella y al ritmo de: «Propuesta indecente by Romeo», comenzaron a dar pequeños pasos al ritmo de aquella bachata.
Sin decir una sola palabra ella se dejó guiar por aquel caballero que se movía muy bien, sus mejillas se sonrojaron cuando uno de sus pies la traicionó y estuvo a punto de caer; sin embargo, los firmes brazos de aquel hombre la sostuvieron con firmeza y la acercaron más hacia la calidez de su pecho. En ese momento su delicioso aroma a: cuero, menta fresca y cítricos, hizo que la piel se le estremeciera, despertando en ella una extraña agitación que la recorrió por todo su cuerpo.
Alexander se perdió en la dulzura de aquellos ojos color chocolate que despertaban una especie de ternura en él. Cuando la chica ancló sus manos en su cuello, su cuerpo emitió una fuerte vibración, que lo hizo desestabilizarse, con lentitud se inclinó despacio y sus labios se fueron acercando a los de ella, encontrándose con rapidez con la humedad de la legua de ella.
Con cada cambio de melodía, ambos iban sintiendo como la temperatura de sus cuerpos iba aumentando, y la pareja se efervecía más y más, al grado que sus torsos subían y bajaban agitados.
—Salgamos de aquí —Alexander solicitó, sin quitarle la mirada de encima.
***
Ingresaron al camarote de él sin dejar de besarse, con uno de sus pies empujó la puerta y se cerró, entonces la guió hasta uno de los muros y la recargó, su mirada se centró en sus ojos buscando algún ápice de arrepentimiento.
Ladeó los labios y sonrió al darse cuenta que la joven no estaba dispuesta a dar marcha atrás a aquella aventura que ambos estaban dispuestos a vivir.
Separó las piernas de la chica y elevó su vestido, y se acercó más a ella, para que pudiera sentirlo.
Madison jadeó al ante su dureza, correspondió de manera apasionada, a cada uno de los besos que le dio, sus mejillas estaban completamente sonrojadas ante el fuerte deseo que sentía.
Las manos de él llegaron a su espalda y con agilidad comenzaron a deslizar la cremallera de su vestidos, palpando al instante la suavidad de su piel.
— ¿Algo que tengas que decir antes de hacerlo? —cuestionó agitado.
Ella negó con su cabeza, entonces sus manos se dirigieron hacia sus glúteos.
— ¿Son naturales? —preguntó arrastrando la voz.
No puedo evitar carcajear.
—Cada centímetro de este magro cuerpo, lo es —respondió él y comenzó a retirar su vestido, en cuanto cayó al piso, sus labios se acercaron hacia la perfecta piel que salía de su sostén y deslizó su lengua.
—Por si deseas saberlo, también son naturales —murmuró y jadeó al percibir como uno de sus dedos rozaba la tela de su zona femenina.
—Eres hermosa.
—Y tú muy apuesto —gruñó sintiendo como se humedecía ante aquella descarada caricia, haciendo que su sexo palpita clamando por ser invadido.
Con la tenue iluminación que había en el interior del camarote, caminaron hacia el lecho, la recorrió con todo el descaro del mundo, al tiempo que él comenzó a desabotonarse por completo la camisa. Se acercó a ella y la giró por la espalda dirigiendo sus labios a su cuello.—Me gustas mucho —Alexander susurró en su oído, disfrutando percibir cómo su invitada se iba derritiendo ante sus caricias.—También me atraes —expresó ella al sentir sus manos tocando sus pechos. Alexander la tomó en sus musculosos brazos y la llevó hasta su cama. Sus dedos trazaron cálidas caricias por el agitado torso de la chica, hasta que su lengua lamió con vehemencia sus senos. El éxtasis de aquella hoguera encendida, chisporroteó en forma de descargas por toda la piel bronceada de la joven.— ¡No te detengas! —suplicó extasiada.—No lo haré —respondió.De inmediato sus lenguas se encontraron entre frénicos roces, los dedos de la chica fueron desabotonando su camisa, deseando poder palpar la calidez de su p
Alexander tomó asiento en la sala de espera del hospital en el que tenía cita. Mientras esperaba, sacó su móvil del bolsillo y comenzó a responder los correos que recién habían llegado, le envió un par de mensajes a su asistente y agendó un par de citas, para el día siguiente.—Señor Alexander —la recepcionista lo nombró.Se puso de pie y miró a la mujer.—Venga conmigo, el doctor lo atenderá en un momento —expresó ella y lo dirigió hasta el consultorio del médico—. Tome asiento por favor. —Sonrió con cierta coquetería y se retiró.Minutos después el hombre ingresó y sonrió al verlo.—Hace tiempo que no te veo —refirió y lo saludó con un firme apretón de manos. — ¿Qué te trae por aquí? Alexander inhaló profundo.—No me he sentido bien —refirió—, he tenido mucho trabajo en la empresa, eso me ha provocado estar fatigado, además que me he estado mareando constantemente —explicó—, al principio creí que se debía a un viaje que realicé en un crucero, pero no fue así.—Vamos a revisarte —e
Días después.—Tiene una llamada —la asistente de Alexander, comunicó dubitativa.— ¡Te pedí que no me pasaras llamadas! —gruñó él.—Es… su papá —refirió la mujer—, le dije que estaba muy ocupado, pero…Alexander inhaló profundo y tomó el auricular.— Buenos días, ¿se te ofrece algo papá?—Hola, hijo. Quiero pedirte que reconsideres tu regreso a Nueva York, me gustaría mucho que coordinaras la dirección.—Sabes que dos Walton no podemos trabajar juntos. —Ladeó los labios—. Cojeamos del mismo pie, a ambos nos encanta dar órdenes, y no recibirlas. —Presionó el botón de su bolígrafo una y otra vez.—Parece que en nada me puedes complacer —bufó—, hace años que vivo esperando que seas el primero en darnos un heredero, y no lo has hecho. Pronto será mi cumpleaños número sesenta y uno, me estoy haciendo viejo… Mi mayor deseo es ver la casa llena de niños, corriendo por el jardín.—Eso solo depende de mí, papá y no de las presiones de ustedes —gruñó fastidiado de tener que escuchar siempre l
TRES AÑOS DESPUÉS.Seattle, Washington.—Permítame explicarle —el médico se aclaró la voz, al escuchar a Alexander hablar con molestia.—No es posible que después de tanto tiempo, no puedan encontrar un vientre subrogado para darme un hijo —bramó agitado.—No ha sido sencillo —refirió—, de la lista de mujeres que teníamos, hemos tenido que ir descartando candidatas. No todas aprueban la valoración psicológica, además que tampoco han salido bien en los exámenes médicos, considere que si consumen sustancias prohibidas, tampoco pueden ser candidatas. La mujer que creímos era la indicada, sufrió un aborto espontaneo a las pocas semanas.Se llevó las manos a la cabeza y tiró de su cabello, sintiendo gran decepción.—¿Son todas las mujeres que hay en la lista del hospital? —cuestionó agitado.—No, pero al ser un caso especial, hemos ido con tiento para ofrecerle un hijo en perfectas condiciones de salud. —Se aclaró la garganta—. Tenemos que ser cuidadosos.— ¿Qué es lo que necesitan para as
— ¿Por qué lo preguntas? —cuestionó.—Siento que tienen un parecido a… —Miró atento el rostro de ambos pequeños—, mí —contestó con sinceridad.Hanna se quedó sin decir nada durante algunos segundos.—Sí me parece que se tienen cierto parecido a ti, pero así son los niños de chiquitos, además en la unión americana casi todos los hombres son. —Miró a su hermano de pies a cabeza —como tú, de piel blanca, rubios, ojos claros y cabellos castaños, así que también se pueden parecer a Harry, el vecino —refirió restándole importancia.— ¿Quién es la madre de los niños? —volvió a cuestionar.—Te voy a responder para que te quedes tranquilo. La madre de estos pequeños no entra en el top de tu lista de despampanantes mujeres. No es adinerada, tampoco estudió en las mejores escuelas del país, ni va a almorzar a restaurantes lujosos. Ni tampoco se pasa el día entero en el salón de belleza, o se la vive desgastando su hueco cerebro, pensando en que se va poner para impresionarte.Alexander se sorpre
Alexander ingresó a su nueva oficina que se encontraba en los más alto de una de los rascacielos de la gran manzana. Apreció por unos segundos la panorámica de todas las torres por las que estaban rodeados.Tomó asiento y marcó al departamento de recursos humanos.—Buenos días, señor ¿Dígame en que le puedo servir? —respondió Laura la directora del área.—Necesito que me envies el expediente de la arquitecta Madison Davis.—En unos minutos se lo envío a su correo.En ese instante sin decir más cortó la llamada, se sentía inquieto después de que por fin había logrado recordarla. Al recibir una notificación en su móvil, de inmediato fue a leer la información que tenían de ella:—Vaya no tiene padres —expresó sorprendido al leer que desde los seis años de edad, había pasado por varios hogares sustitutos, hasta que fue remitida a una casa de asistencia—, no me imaginé que tuviera una vida tan compleja—, y continuó leyendo por los trabajos que había pasado—, Wow, está estudiando un master
Madison se puso de pie y sus ojos se abrieron de par en par al escucharlo.—¿Quiere que le rente mi vientre, para tener un hijo? —preguntó impresionada.—Así es —dijo Alexander—. Te ofrezco un millón de dólares, con tal que me ayudes a tener un hijo.Sus labios se abrieron de par en par al escucharlo.—¿Por qué conmigo? —cuestionó.—Todos tus estudios médicos que has reportado a la empresa, han sido normales. Eres una buena candidata. —Se aclaró la garganta.—Traer un niño a este mundo no es cosa sencilla como parece. —Desvió su mirada de la de él—, un hijo requiere más que dinero, para ser feliz, requiere cuidados, amor, tiempo, atención y mucho más ¿Está dispuesto a darle todo eso? —preguntó.La mandíbula se le tensó al escucharla.—Yo me haré cargo de que nada le falte —expresó.—¿Su pareja qué piensa? ¿Ella no puede tener hijos? —cuestionó—. Oh acaso… ¿Es gay? —soltó sin pensarlo.Al beber un sorbo de agua, Alexander se atragantó al escucharla hacer tantas preguntas.—No tengo par
— ¿Acaso se ha vuelto loco? —preguntó ella.—No, nunca he estado más cuerdo. —Alexander dio un paso acortando la escasa distancia que los separaba.Madison palideció, al tenerlo tan cerca de ella, y su pecho se agitó.— ¿Qué es lo que quiere? —cuestionó con nerviosismo.—Que hablemos—dijo áspero. — ¿Me permites pasar?Madison se movió de la puerta y dejó que entrara.Alexander no pudo evitar observar el interior de aquel reducido espacio, distinguiendo el pequeño comedor de cuatro sillas, además de la sala modular forrada en tela gris. Presionó sus puños al darse cuenta que aquel lugar no era ni la mitad de la lujosa habitación en la que él dormía.Inclinó su mirada al escuchar que sus pies chocaron con algún objeto tirado. Al darse cuenta que había pisado la cabina de un sencillo tren de juguete. No pudo evitar que se le dibujara una pequeña sonrisa en los labios, al saber que el dueño de aquel artefacto era uno de los pequeños.De inmediato se agachó y lo recogió entre sus grandes