Alexander ingresó a su nueva oficina que se encontraba en los más alto de una de los rascacielos de la gran manzana. Apreció por unos segundos la panorámica de todas las torres por las que estaban rodeados.Tomó asiento y marcó al departamento de recursos humanos.—Buenos días, señor ¿Dígame en que le puedo servir? —respondió Laura la directora del área.—Necesito que me envies el expediente de la arquitecta Madison Davis.—En unos minutos se lo envío a su correo.En ese instante sin decir más cortó la llamada, se sentía inquieto después de que por fin había logrado recordarla. Al recibir una notificación en su móvil, de inmediato fue a leer la información que tenían de ella:—Vaya no tiene padres —expresó sorprendido al leer que desde los seis años de edad, había pasado por varios hogares sustitutos, hasta que fue remitida a una casa de asistencia—, no me imaginé que tuviera una vida tan compleja—, y continuó leyendo por los trabajos que había pasado—, Wow, está estudiando un master
Madison se puso de pie y sus ojos se abrieron de par en par al escucharlo.—¿Quiere que le rente mi vientre, para tener un hijo? —preguntó impresionada.—Así es —dijo Alexander—. Te ofrezco un millón de dólares, con tal que me ayudes a tener un hijo.Sus labios se abrieron de par en par al escucharlo.—¿Por qué conmigo? —cuestionó.—Todos tus estudios médicos que has reportado a la empresa, han sido normales. Eres una buena candidata. —Se aclaró la garganta.—Traer un niño a este mundo no es cosa sencilla como parece. —Desvió su mirada de la de él—, un hijo requiere más que dinero, para ser feliz, requiere cuidados, amor, tiempo, atención y mucho más ¿Está dispuesto a darle todo eso? —preguntó.La mandíbula se le tensó al escucharla.—Yo me haré cargo de que nada le falte —expresó.—¿Su pareja qué piensa? ¿Ella no puede tener hijos? —cuestionó—. Oh acaso… ¿Es gay? —soltó sin pensarlo.Al beber un sorbo de agua, Alexander se atragantó al escucharla hacer tantas preguntas.—No tengo par
— ¿Acaso se ha vuelto loco? —preguntó ella.—No, nunca he estado más cuerdo. —Alexander dio un paso acortando la escasa distancia que los separaba.Madison palideció, al tenerlo tan cerca de ella, y su pecho se agitó.— ¿Qué es lo que quiere? —cuestionó con nerviosismo.—Que hablemos—dijo áspero. — ¿Me permites pasar?Madison se movió de la puerta y dejó que entrara.Alexander no pudo evitar observar el interior de aquel reducido espacio, distinguiendo el pequeño comedor de cuatro sillas, además de la sala modular forrada en tela gris. Presionó sus puños al darse cuenta que aquel lugar no era ni la mitad de la lujosa habitación en la que él dormía.Inclinó su mirada al escuchar que sus pies chocaron con algún objeto tirado. Al darse cuenta que había pisado la cabina de un sencillo tren de juguete. No pudo evitar que se le dibujara una pequeña sonrisa en los labios, al saber que el dueño de aquel artefacto era uno de los pequeños.De inmediato se agachó y lo recogió entre sus grandes
En cuanto las puertas del ascensor se abrieron, Madison salió de la empresa y caminó sin un rumbo claro. Las palabras de aquel hombre que parecía tener un témpano por corazón, retumbaba en su interior.«’Si se confirma mi paternidad, pelearé por la custodia’»Aquellas palabras retumbaban con aflicción en su corazón. Llegó hasta el central park, en donde se sentó debajo de un frondoso árbol, Parpadeó un par de veces y comenzaron a escurrir las lágrimas que había contenido, ante el temor de que Alexander Walton pudiera cumplir con sus amenazas.—Nadie puede quitarme a mis pequeños, no tiene derecho —sollozó sin poder evitarlo—, son todo lo que tengo en el mundo, ¿por qué tenía que cruzarme en el camino de un hombre como ese? —tomó una pequeña piedra y la lanzó sobre el lago.***Días después.Alexander ingresó a la casa de sus padres y tomó asiento en el comedor.—Es una sorpresa que llegues a comer con nosotros —mencionó Alice, su madre.—Me tomé la tarde —indicó Alexander.— ¿Ocurre a
Hanna tomó su móvil y observó la hora, se dio cuenta que Madison ya se había demorado más tiempo de lo normal. Se llevó a los niños a la sala y colocó algunos de los juguetes que Alexander les había llevado.Mientras los niños tomaban las piezas de los coloridos objetos, ella tomó su móvil y comenzó a llamarla, sin tener respuesta alguna.— ¿Dónde estás? —se preguntó sintiendo una gran preocupación por su amiga, al observar que el tiempo seguía transcurriendo y no había noticias.Al recibir una llamada de inmediato respondió.—¿Madison? —Le llamamos de la Cruz Roja, buscando algún familiar de la señorita Madison Davis —la mujer que llamó dijo.—Soy… su cuñada —mintió. — ¿Qué le ocurrió? —preguntó asustada.—La señorita fue arrollada por un vehículo, le hablo desde Elmhurst Hospital Center.—¡No puede ser! —Hanna exclamó—, en este momento voy para allá —dijo asustada. La chica corrió por su abrigo y cuando tomó las llaves de su SUV, se detuvo en seco—. No pueden ir a un hospital. —Pre
Al ingresar a la habitación en la que se encontraba aquella chica, la recorrió con su mirada observando los golpes que tenía en su rostro y parte de su cuerpo.— ¿Cuánto tiempo permanecerá internada? —cuestionó. —Me gustaría trasladarla a otro hospital. —Recorrió con su fría mirada el pequeño espacio en el que se encontraba.—Esperemos a ver como reacciona en cuanto despierte —refirió el médico—. Debo aclararle que se encuentra bien atendida su esposa.—No lo dudo, pero puedo trasladarla a uno de los hospitales más importantes de aquí —indicó elevando su mentón.El médico no dijo nada y salió para dejarlo a solas con la joven, durante unos minutos.Alexander se acercó a ella, rozó con el dorso de su mano su mejilla, entonces tomó uno de sus rizos y lo retiró de su rostro.—Que afortunada eres —mencionó—, pudiste morir —resopló, se giró en su eje y justo cuando estaba por salir, se quedó paralizado al escucharla hablar.Madison parpadeó con pesadez; sin embargo, al abrir los ojos logró
Alexander desvió su mirada y presionó su puño.—De ser necesario, sí.—No tienen derecho —expresó agitada—, desde que supe que estaba embarazada, me he hecho cargo de mis hijos.—Ahora es distinto, porque ya tienen un padre que velará por ellos.—No voy a permitir que me los quite, voy a luchar por ellos —puntualizó.—No les va a faltar nada a mi lado, tienes que pensar en su futuro —señaló.Madison liberó un par de lágrimas.—Hay cosas que el dinero no puede comprar, pero parece que usted no sabe nada acerca de eso, porque no tiene corazón, tiene un témpano de hielo en su lugar —bramó.Presionó con fuerza sus puños y la fulminó con la mirada.— ¿Qué les podría faltar a mi lado a mis hijos? —cuestionó ladeando los labios.—El amor de su madre y ese… nadie lo puede suplir —aseveró.Alexander movió la cabeza negando.—Será mejor que hablemos en otra ocasión.—No tengo nada que decir sobre la custodia, me pertenece y no se la pienso ceder.—No será necesario —indicó con seguridad—, estoy
Madison pasó saliva al observar la ostentosa residencia en la que vivía la familia Walton, se distinguía a simple vista la elegancia y el gran gusto en los finos muebles de estilo minimalista.Al ingresar caminó sintiendo que sus piernas temblaban, presionó con fuerza el brazo de Hanna, sin poder ocultar el gran temor que la recorría.—Tranquila —su amiga susurró—, estás en buenas manos.—Bienvenida —Alice Walton expresó con calidez.—Gracias —pronunció con timidez.Caminaron hacia el ventanal, y su mirada se llenó de sorpresa al observar a Alexander jugando con sus pequeños, quienes sonreían a carcajadas, por un instante su corazón se llenó de ternura, al ver aquella escena.—Como verás ha logrado hacerse amigo de los gemelos. —Sonrió Alice.La mirada de Madison se llenó de una fina capa de lágrimas, de tan solo pensar en que se los pudiera quitar.—Ya lo veo —susurró con dificultad.—Vamos a que te recuestes —solicitó la madre de Alexander—, tienes que descansar, para que te recuper