Olivia elevó su mentón e inhaló profundo, intentando apaciguar el dolor que sentía al verlos juntos. Se reprimió mentalmento por haber ingresado, sin esperar a que llegara la asistente, pero no estaba segura de que la fuera a recibir.—Necesito que hablemos —expresó presionando sus puños.Alexander entrelazó los dedos a los de su esposa y se quedó pensativo.—Tienes cinco minutos —indicó con frialdad, cuando se lo proponía solía dejar salir a aquel hombre duro, sin sentimientos que aparentó ser por mucho tiempo.—Es muy poco tiempo —manifestó sintiendo que le faltaba la voz.—Pues aprovéchalo —dijo con dureza.— ¿Podemos hacerlo a solas?Alexander bufó.—Mi esposa y yo no tenemos secretos —afirmó con seguridad.—Para mí sería mejor a solas —solicitó, y su barbilla tembló.Alexander miró su reloj, entonces miró a Madison quien le dio un ligero apretón en su mano.—No tengo problema porque hablen a solas, confío plenamente en mi esposo. —Dio un beso en los labios, tomó su Ipad y su bols
Mike se sentó a su lado y colocó el vaso sobre la mesa de noche.— ¿Acaso dudas de mis intenciones? —cuestionó ladeando los labios sonriendo.Alison fijó su mirada en sus ojos color chocolate.—No, es solo que nadie se había tomado antes tantas atribuciones para conmigo —confesó.—No veo porqué no —refirió.En ese momento una de las empleadas ingresó sosteniendo una charola con dos platos de pastel y un par de capuccinos.—Espero que no le moleste que acabé de colocarle el betún de chocolate y algunos frutos rojos para decorar.La chica sonrió.—No, para nada —mencionó. — ¿Lo probaron? —cuestionó.—No, señorita, jamás haríamos algo así.Mike tomó una cucharita y lo degustó.—Pues deberían hacerlo, está buenísimo —confesó.— ¿En serio? —Alison abrió los ojos de par en par al ver su reacción.Tomó una cuchara y le dio a probar, mirándola con ternura.El cuerpo de la chica tembló al abrir la boca para probar, entonces supo que era verdad.—Sírvanse y prepárense una buena bebida —indicó a
Momentos más tarde, ingresó a la oficina de Alexander, Luke y tomó enseguida asiento.—Me acabo de enterar que estuvo hace un rato Olivia, aquí, ¿deseas que presentemos cargos, para solicitar una orden de restricción?—Por eso te llame, no deseo que se vuelva a acercar a Madison o a alguno de mis hijos —expresó con preocupación.—En este momento daré la indicación para que mi equipo se movilice y gestione lo que se requiera.—Te lo agradezco. —Suspiró profundo—, ella no está bien, necesita ayuda profesional, ¿crees que puedas hacer que soliciten una valoración con un psicólogo o un psiquiatra, no se que sea lo que requiera.—Veré que se puede hacer —indicó—. No anden solos —aconsejó.Se llevó las manos a su espesa cabellera y tiró.—Creí que ya tendríamos tranquilidad.—Así será, ya lo verás. Ella tendrá que atender su caso, por lo que seguro tendrá que volver a Toronto y allí permanecer.—Eso espero. —Recargó la cabeza sobre su silla de cuero.—No me siento tranquila, estando aquí y
Alexander salió del vehículo de los agentes y detrás los alcanzó Luke, caminó a grandes zancadas a un lado de su amigo. Al ingresar a la oficina de uno de ellos, tomaron asiento aún sin comprender. — ¿Qué es lo que ocurre? —agente Mckay. — ¿Por qué actúan de forma tan misteriosa? —cuestionó Luke. — ¿Acaso mi cliente está en algún problema legal? — ¿Conocen a la doctora Olivia Delaware? —cuestionó. —Sí, así es —respondió Alexander. —Hasta que no estemos enterados de lo que está sucediendo, no respondas nada —intervino Luke—. Soy su abogado —refirió. El agente se aclaró la garganta. —Anoche recibimos una llamada de auxilio, por parte de la doctora, dijo que tuvo un enfrentamiento con el señor Alexander Walton y que la amenazó. —Las cosas no son así —respondió Luke—, tenemos evidencias contundentes sobre eso —expresó. —Esta mañana…, encontramos a la doctora sin vida —el agente se aclaró la garganta. — ¿En dónde estuvo entre las 12:00 y las 6:00 de la mañana? —cuestionó. Alexande
En horas tempranas, Luke ingresó a la oficina del agente Mckay.—Le agradezco que me atendiera. —Le entregó un vaso de café y colocó la charola que contenía dos más, tomó el suyo—, este es para su compañero —indicó y le dio también una caja con donas.—También se lo agradezco —expresó el hombre—, con los horarios que manejamos, nunca alcanzamos a desayunar.—Lo imaginé —respondió él y bebió un sorbo de su bebida. — ¿Qué sabe sobre la muerte de la doctora? —indagó.El hombre resopló y le entregó el reporte del forense.—Vealo usted mismo.Luke comenzó a leer con detenimiento cada una de las hojas que le entregó, además de ver las fotografías de su cuerpo.—Está muy claro lo que le ocurrió —mencionó.—Así es, no se puede culpar al señor Alexander por su crímen. —Presionó con fuerza sus labios para no decir más.—Espero que con esto, no vuelvan a molestarlo —solicitó.—Estaremos en contacto con él, es una pena que una mujer tan hermosa como lo era la doctora, perdiera la vida por un homb
Semanas después.Alexander se colocaba el par de gemelos en los puños de su impecable camisa blanca. Se acercó al espejo, y sonrió sin poder evitarlo al ver lo bien que lucía colocándose su elegante moño, para finalizar de alistarse con aquel elegante smoking, que usaba en uno de los días más importantes de vida.Se colocó la loción favorita esa que a Madison no solo le gustaba, sino que le encantaba, podía asegurar que la enloquecía. Sabía que con eso no se resistiría ante sus encantos, sonrió ladeando los labios, ante sus pecaminosos pensamientos.—Resiste son solo unas horas —expresó para sí mismo, sintiendo un fuerte deseo por tenerla entre sus brazos. Sacudió su rostro al escuchar que tocaron a su puerta, además que uno de sus pequeños, lo llamaban con evidente molestia.— ¡Papá! abre la puerta —exclamó Liam golpeando con el pie.Alexander caminó para saber lo que le ocurría, ya que solía desesperarse con rapidez, y a llorar.— ¿Qué necesitas? —preguntó y sonrió con ternura al ve
Cancún, Quintana Roo, México. Dos años después. Sentado sobre una de las cómodas tumbonas de la zona de la playa, Alexander disfrutaba de la hermosa vista, que tenía el color turquesa del mar. Cerró sus ojos apreciando la brisa marina, y el olor a sal. Tomó la refrescante bebida que solicitó, y bebió un par de sorbos, enfocó su verdosa mirada en Madison y en los gemelos, quienes estaban sentados sobre la calidez de la fina arena. Sonrió con emoción al apreciar el abultado vientre de su mujer, eran cinco meses los que llevaba de gestación, y la sola idea de volver a ser papá lo tenía loco. Un gran suspiro emergió desde el fondo de su alma, al verla ponerse de pie, su cuerpo le pareció etéreo, sin poder evitarlo la recorrió con parsimonia, a través de sus gafas oscuras. Fueron largas noches, en las que Madison, despertó teniendo pesadillas; sin embargo, siempre encontró el consuelo y la seguridad que necesitaba, entre la calidez de los brazos de su esposo. Nunca se dio por vencida y
Nueva York, Estados Unidos.La joven que hacía la limpieza en una de las torres residenciales más altas de Manhattan, se inclinó para tomar el cable de la aspiradora y revisar porque dejó de funcionar. Justo en ese instante la punta de unos deslumbrantes stilettos rojos, lo pisó. Retiró los audífonos con los que escuchaba música y elevó su mirada con lentitud, distinguiendo una gran elegancia en las prendas que portaba aquella desconocida mujer, hasta que sus ojos color marrón admiraron su larga, lacia y dorada cabellera. En ese momento se irguió quedando frente a ella.La rubia mujer de piel de porcelana, se retiró sus finas y costosas gafas de sol, para poder verla con todo el desprecio que su azulada mirada podía.—Madison, ¿verdad? —aquella bermeja fémina cuestionó con mucha dureza.Una electrizante sensación de escalofrío recorrió a la humilde muchacha.—Sí, soy yo —respondió con voz temblorosa. — ¿Quién es usted?, ¿Qué está haciendo aquí?, ¿Cómo entró? Aquella atractiva mujer