Semanas después.Alexander se colocaba el par de gemelos en los puños de su impecable camisa blanca. Se acercó al espejo, y sonrió sin poder evitarlo al ver lo bien que lucía colocándose su elegante moño, para finalizar de alistarse con aquel elegante smoking, que usaba en uno de los días más importantes de vida.Se colocó la loción favorita esa que a Madison no solo le gustaba, sino que le encantaba, podía asegurar que la enloquecía. Sabía que con eso no se resistiría ante sus encantos, sonrió ladeando los labios, ante sus pecaminosos pensamientos.—Resiste son solo unas horas —expresó para sí mismo, sintiendo un fuerte deseo por tenerla entre sus brazos. Sacudió su rostro al escuchar que tocaron a su puerta, además que uno de sus pequeños, lo llamaban con evidente molestia.— ¡Papá! abre la puerta —exclamó Liam golpeando con el pie.Alexander caminó para saber lo que le ocurría, ya que solía desesperarse con rapidez, y a llorar.— ¿Qué necesitas? —preguntó y sonrió con ternura al ve
Cancún, Quintana Roo, México. Dos años después. Sentado sobre una de las cómodas tumbonas de la zona de la playa, Alexander disfrutaba de la hermosa vista, que tenía el color turquesa del mar. Cerró sus ojos apreciando la brisa marina, y el olor a sal. Tomó la refrescante bebida que solicitó, y bebió un par de sorbos, enfocó su verdosa mirada en Madison y en los gemelos, quienes estaban sentados sobre la calidez de la fina arena. Sonrió con emoción al apreciar el abultado vientre de su mujer, eran cinco meses los que llevaba de gestación, y la sola idea de volver a ser papá lo tenía loco. Un gran suspiro emergió desde el fondo de su alma, al verla ponerse de pie, su cuerpo le pareció etéreo, sin poder evitarlo la recorrió con parsimonia, a través de sus gafas oscuras. Fueron largas noches, en las que Madison, despertó teniendo pesadillas; sin embargo, siempre encontró el consuelo y la seguridad que necesitaba, entre la calidez de los brazos de su esposo. Nunca se dio por vencida y
Nueva York, Estados Unidos.La joven que hacía la limpieza en una de las torres residenciales más altas de Manhattan, se inclinó para tomar el cable de la aspiradora y revisar porque dejó de funcionar. Justo en ese instante la punta de unos deslumbrantes stilettos rojos, lo pisó. Retiró los audífonos con los que escuchaba música y elevó su mirada con lentitud, distinguiendo una gran elegancia en las prendas que portaba aquella desconocida mujer, hasta que sus ojos color marrón admiraron su larga, lacia y dorada cabellera. En ese momento se irguió quedando frente a ella.La rubia mujer de piel de porcelana, se retiró sus finas y costosas gafas de sol, para poder verla con todo el desprecio que su azulada mirada podía.—Madison, ¿verdad? —aquella bermeja fémina cuestionó con mucha dureza.Una electrizante sensación de escalofrío recorrió a la humilde muchacha.—Sí, soy yo —respondió con voz temblorosa. — ¿Quién es usted?, ¿Qué está haciendo aquí?, ¿Cómo entró? Aquella atractiva mujer
Después de haber llorado durante toda la noche, Madison salió de la cama al escuchar que su móvil timbraba.—Buenos días ¿Quién habla? —preguntó con temor.—Muy buenos días, señorita —la amable voz de un joven se escuchó.— ¿Qué se le ofrece? —cuestionó con extrañeza.—Hablamos de la agencia de viajes, estamos intentando localizar al señor James Moore, pero no hemos podido hacerlo, por eso le llamamos a usted.— ¿Para qué? —cuestionó dubitativa.—Para recordarles que su vuelo sale esta tarde, enviaremos nuestro servicio de transporte a donde nos indique, para trasladarlos al aeropuerto, tal como solicitó el señor Moore. ¿A qué domicilio enviamos el vehículo?Madison estaba a punto de interrumpir a aquel hombre, pero no se atrevió.—Les aseguraremos que se la pasarán increíble, el crucero les ofrece una estancia inolvidable, ya lo podrá comprobar, en nuestro majestuoso hotel flotante —argumentó con orgullo—. Nadie podría querer perderse de un fin de semana para disfrutar del mar. Un vi
Horas más tarde.Alexander se encontraba en el segundo nivel del bar del crucero, disfrutando de un trago en compañía de su mejor amigo. —Brindemos —gritó Luke para que lo pudiera escuchar, y alzó su copa—, por una noche inolvidable.Alexander ladeó los labios, y con su mirada recorrió el lugar, observando bailar a los asistentes en el centro de la pista.—Hoy es nuestro día de suerte —Luke se acercó a su amigo—. Vamos a bailar. —Señaló con su mirada a dos hermosas mujeres que no dejaban de mirarlos.Alexander sonreía fingiendo que se divertía bailando con la atractiva mujer de lacios cabellos rojizos, pero la realidad era que le encontró cierto aire familiar con los rasgos físicos de Olivia, y se comenzó a sentir incómodo.Dirigió su mirada hacia las luces robóticas y de pronto sus ojos se abrieron de par en par al observar la forma en la que contoneaba sus caderas con sensualidad, la portadora de un deslumbrante vestido con lentejuelas color plateado, que estaba a unos cuantos met
Con la tenue iluminación que había en el interior del camarote, caminaron hacia el lecho, la recorrió con todo el descaro del mundo, al tiempo que él comenzó a desabotonarse por completo la camisa. Se acercó a ella y la giró por la espalda dirigiendo sus labios a su cuello.—Me gustas mucho —Alexander susurró en su oído, disfrutando percibir cómo su invitada se iba derritiendo ante sus caricias.—También me atraes —expresó ella al sentir sus manos tocando sus pechos. Alexander la tomó en sus musculosos brazos y la llevó hasta su cama. Sus dedos trazaron cálidas caricias por el agitado torso de la chica, hasta que su lengua lamió con vehemencia sus senos. El éxtasis de aquella hoguera encendida, chisporroteó en forma de descargas por toda la piel bronceada de la joven.— ¡No te detengas! —suplicó extasiada.—No lo haré —respondió.De inmediato sus lenguas se encontraron entre frénicos roces, los dedos de la chica fueron desabotonando su camisa, deseando poder palpar la calidez de su p
Alexander tomó asiento en la sala de espera del hospital en el que tenía cita. Mientras esperaba, sacó su móvil del bolsillo y comenzó a responder los correos que recién habían llegado, le envió un par de mensajes a su asistente y agendó un par de citas, para el día siguiente.—Señor Alexander —la recepcionista lo nombró.Se puso de pie y miró a la mujer.—Venga conmigo, el doctor lo atenderá en un momento —expresó ella y lo dirigió hasta el consultorio del médico—. Tome asiento por favor. —Sonrió con cierta coquetería y se retiró.Minutos después el hombre ingresó y sonrió al verlo.—Hace tiempo que no te veo —refirió y lo saludó con un firme apretón de manos. — ¿Qué te trae por aquí? Alexander inhaló profundo.—No me he sentido bien —refirió—, he tenido mucho trabajo en la empresa, eso me ha provocado estar fatigado, además que me he estado mareando constantemente —explicó—, al principio creí que se debía a un viaje que realicé en un crucero, pero no fue así.—Vamos a revisarte —e
Días después.—Tiene una llamada —la asistente de Alexander, comunicó dubitativa.— ¡Te pedí que no me pasaras llamadas! —gruñó él.—Es… su papá —refirió la mujer—, le dije que estaba muy ocupado, pero…Alexander inhaló profundo y tomó el auricular.— Buenos días, ¿se te ofrece algo papá?—Hola, hijo. Quiero pedirte que reconsideres tu regreso a Nueva York, me gustaría mucho que coordinaras la dirección.—Sabes que dos Walton no podemos trabajar juntos. —Ladeó los labios—. Cojeamos del mismo pie, a ambos nos encanta dar órdenes, y no recibirlas. —Presionó el botón de su bolígrafo una y otra vez.—Parece que en nada me puedes complacer —bufó—, hace años que vivo esperando que seas el primero en darnos un heredero, y no lo has hecho. Pronto será mi cumpleaños número sesenta y uno, me estoy haciendo viejo… Mi mayor deseo es ver la casa llena de niños, corriendo por el jardín.—Eso solo depende de mí, papá y no de las presiones de ustedes —gruñó fastidiado de tener que escuchar siempre l