Después de haber llorado durante toda la noche, Madison salió de la cama al escuchar que su móvil timbraba.
—Buenos días ¿Quién habla? —preguntó con temor.
—Muy buenos días, señorita —la amable voz de un joven se escuchó.
— ¿Qué se le ofrece? —cuestionó con extrañeza.
—Hablamos de la agencia de viajes, estamos intentando localizar al señor James Moore, pero no hemos podido hacerlo, por eso le llamamos a usted.
— ¿Para qué? —cuestionó dubitativa.
—Para recordarles que su vuelo sale esta tarde, enviaremos nuestro servicio de transporte a donde nos indique, para trasladarlos al aeropuerto, tal como solicitó el señor Moore. ¿A qué domicilio enviamos el vehículo?
Madison estaba a punto de interrumpir a aquel hombre, pero no se atrevió.
—Les aseguraremos que se la pasarán increíble, el crucero les ofrece una estancia inolvidable, ya lo podrá comprobar, en nuestro majestuoso hotel flotante —argumentó con orgullo—. Nadie podría querer perderse de un fin de semana para disfrutar del mar. Un viaje como este es inolvidable, por los servicios que ofrecemos en nuestro reconocido barco.
—A las 2:00 de la tarde, está bien —Madison respondió.
—Perfecto, solo le pido me indique su domicilio y ahí la estará esperando el servicio. No vaya a olvidar los boletos del vuelo y los del crucero —el hombre recalcó con amabilidad y cortó la llamada.
—Nunca en mi vida he salido, más que a las visitas de los museos en el colegio —ella dijo—, creo que este viaje me ayudará a despejar la mente y regresar renovada. —Ladeó los labios y se dirigió a su pequeño bolso—, es una fortuna que me dieras a guardar los boletos —expresó dibujando una escueta sonrisa en su rostro, luego abrió su cajonera y resopló—, mi escaso guardarropas, no será un impedimento para buscar olvidarte James Moore.
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Miami, Florida.
Al día siguiente.
Alexander Walton arrugó la hoja que recién acababa de leer, la vena de la frente se le marcó y sus puños prácticamente deshicieron el papel con la fuerza que aplicó.
—Ni con todo el dinero que me acabas de sacar, vas a acabar conmigo, Olivia —resopló intentando controlar la furia que hervía por su torrente sanguíneo.
— ¿Puedo pasar? —la voz de Luke, su mejor amigo, se escuchó.
—Claro —respondió Alexander.
—¿Todo en orden? —cuestionó, al ver su rostro desencajado.
—Olvia prácticamente me acaba de desplumar —bufó, al ponerse de pie, se tambaleó sintiendo un gran mareo.
Con gran rapidez, Luke lo sujetó y lo ayudó a que tomara asiento. — ¿Te sientes mal? —preguntó.
—Estoy furioso —gruñó—, después de que se comprobó que esos niños no son míos, resulta que tuve que pagarle una millonada para que no hiciera ningún escándalo.
—Es el costo, por ser el dueño de casi todo el mundo —bromeó Luke y le entregó una botella de agua—. Te ves muy pálido.
—No me agradan los cruceros —refutó—, estoy aquí porque tú insististe en venir a distraernos, para pasar el trago amargo de lo ocurrido con…
—Basta de mencionarla, pasado tirado, pasado pisado, por lo tanto: Pasado olvidado —manifestó su amigo—. Retomando lo de este distinguido viaje, vengo a decirte que te prepares y te pongas tus mejores ropas, que esta noche tendremos la mejor fiesta de todo el mundo —festejó con sus manos.
Alexander rodó los ojos.
—Me hará bien intentar olvidarme de todo —resopló.
—Te hará bien, encontrarte una buena aventurilla con quien desfogarte y pasar la noche, seguro mañana amaneces rejuvenecido. —Carcajeó.
—Te veo en un par de horas, este anciano, tiene que descansar un poco, para que se le pase el mareo —refirió divertido Alexander.
—Mientras no estés embarazado, todo está bien —Luke se burló y se retiró.
Alexander presionó con fuerza sus labios.
—Debiste ser payaso, en lugar de mi mano derecha en la empresa —murmuró y se recostó. — ¿Por qué te burlaste de mí, Olivia?, te amaba tanto. —Cerró sus párpados y no dijo más.
***
Los rizos de la larga cabellera de Madison comenzaron a revolotear, cuando caminaba por la perfecta madera, de la cubierta del crucero. No pudo evitar sonreír al acercarse para ver el mar, mientras el barco se movía, alejándose del puerto donde habían subido.
—No puedo creer que me haya subido por primera vez a un avión y ahora me encuentre en este lugar —pronunció llena de emoción—, Emma tenía razón, necesitaba alejarme y abrirme a nuevos horizontes.
—Ya le dije que no encuentro mi boleto por ningún lado —gritó una chica, llamando la atención.
Desde donde se encontraba Madison admiró el hermoso vestido con delicado estampado de flores, de hombros descubiertos que le llegaba hasta los tobillos.
—Parece una modelo. —Lo comparó hacia el sencillo vestido que su amiga le había prestado, entonces volvió a poner atención.
—La vamos a bajar.
—Yo tengo su boleto, señorita —intervinó Madison.
Aquella chica abrió los ojos de par en par, sin comprender ¿Por qué la estaba ayudando?
El hombre lo tomó y se alejó del lugar.
—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó la chica.
—Traía un boleto de más, solo quise evitarte algún problema. —Sonrió.
—Gracias —refirió—. Era un polizonte —murmuró bajito—. Por cierto soy Hanna.
—Y yo Madison.
—Un amigo me retó a ingresar como turista sin boleto con todo y equipaje. Pensé que estando aquí podría adquirirlo, pero me equivoqué.
—Si no te importa compartir, puedes quedarte en el camarote conmigo —propuso.
—Por supuesto. —Aquella joven extendió sus brazos y la estrechó con fuerza—, te prometo que no te vas a arrepentir, seré por siempre tu amiga, más fiel que un perro.
Madison ladeó los labios al escucharla.
Al llegar al camarote, la joven acomodó la ropa que llevaba, frunció el ceño al ver las pocas pertenencias de su nueva amiga.
— ¿Ya sabes que te vas a poner para la fiesta de esta noche? —preguntó.
—Ese vestido —señaló hacia el gancho donde estaba colgado.
—Estás de suerte, nunca cargo con un solo outfit. Estoy segura que con éste, serás la reina de la noche —auguró.
La mirada de Madison se iluminó al verlo.
— ¿Me lo prestarías? —cuestionó sorprendida.
Horas más tarde.Alexander se encontraba en el segundo nivel del bar del crucero, disfrutando de un trago en compañía de su mejor amigo. —Brindemos —gritó Luke para que lo pudiera escuchar, y alzó su copa—, por una noche inolvidable.Alexander ladeó los labios, y con su mirada recorrió el lugar, observando bailar a los asistentes en el centro de la pista.—Hoy es nuestro día de suerte —Luke se acercó a su amigo—. Vamos a bailar. —Señaló con su mirada a dos hermosas mujeres que no dejaban de mirarlos.Alexander sonreía fingiendo que se divertía bailando con la atractiva mujer de lacios cabellos rojizos, pero la realidad era que le encontró cierto aire familiar con los rasgos físicos de Olivia, y se comenzó a sentir incómodo.Dirigió su mirada hacia las luces robóticas y de pronto sus ojos se abrieron de par en par al observar la forma en la que contoneaba sus caderas con sensualidad, la portadora de un deslumbrante vestido con lentejuelas color plateado, que estaba a unos cuantos met
Con la tenue iluminación que había en el interior del camarote, caminaron hacia el lecho, la recorrió con todo el descaro del mundo, al tiempo que él comenzó a desabotonarse por completo la camisa. Se acercó a ella y la giró por la espalda dirigiendo sus labios a su cuello.—Me gustas mucho —Alexander susurró en su oído, disfrutando percibir cómo su invitada se iba derritiendo ante sus caricias.—También me atraes —expresó ella al sentir sus manos tocando sus pechos. Alexander la tomó en sus musculosos brazos y la llevó hasta su cama. Sus dedos trazaron cálidas caricias por el agitado torso de la chica, hasta que su lengua lamió con vehemencia sus senos. El éxtasis de aquella hoguera encendida, chisporroteó en forma de descargas por toda la piel bronceada de la joven.— ¡No te detengas! —suplicó extasiada.—No lo haré —respondió.De inmediato sus lenguas se encontraron entre frénicos roces, los dedos de la chica fueron desabotonando su camisa, deseando poder palpar la calidez de su p
Alexander tomó asiento en la sala de espera del hospital en el que tenía cita. Mientras esperaba, sacó su móvil del bolsillo y comenzó a responder los correos que recién habían llegado, le envió un par de mensajes a su asistente y agendó un par de citas, para el día siguiente.—Señor Alexander —la recepcionista lo nombró.Se puso de pie y miró a la mujer.—Venga conmigo, el doctor lo atenderá en un momento —expresó ella y lo dirigió hasta el consultorio del médico—. Tome asiento por favor. —Sonrió con cierta coquetería y se retiró.Minutos después el hombre ingresó y sonrió al verlo.—Hace tiempo que no te veo —refirió y lo saludó con un firme apretón de manos. — ¿Qué te trae por aquí? Alexander inhaló profundo.—No me he sentido bien —refirió—, he tenido mucho trabajo en la empresa, eso me ha provocado estar fatigado, además que me he estado mareando constantemente —explicó—, al principio creí que se debía a un viaje que realicé en un crucero, pero no fue así.—Vamos a revisarte —e
Días después.—Tiene una llamada —la asistente de Alexander, comunicó dubitativa.— ¡Te pedí que no me pasaras llamadas! —gruñó él.—Es… su papá —refirió la mujer—, le dije que estaba muy ocupado, pero…Alexander inhaló profundo y tomó el auricular.— Buenos días, ¿se te ofrece algo papá?—Hola, hijo. Quiero pedirte que reconsideres tu regreso a Nueva York, me gustaría mucho que coordinaras la dirección.—Sabes que dos Walton no podemos trabajar juntos. —Ladeó los labios—. Cojeamos del mismo pie, a ambos nos encanta dar órdenes, y no recibirlas. —Presionó el botón de su bolígrafo una y otra vez.—Parece que en nada me puedes complacer —bufó—, hace años que vivo esperando que seas el primero en darnos un heredero, y no lo has hecho. Pronto será mi cumpleaños número sesenta y uno, me estoy haciendo viejo… Mi mayor deseo es ver la casa llena de niños, corriendo por el jardín.—Eso solo depende de mí, papá y no de las presiones de ustedes —gruñó fastidiado de tener que escuchar siempre l
TRES AÑOS DESPUÉS.Seattle, Washington.—Permítame explicarle —el médico se aclaró la voz, al escuchar a Alexander hablar con molestia.—No es posible que después de tanto tiempo, no puedan encontrar un vientre subrogado para darme un hijo —bramó agitado.—No ha sido sencillo —refirió—, de la lista de mujeres que teníamos, hemos tenido que ir descartando candidatas. No todas aprueban la valoración psicológica, además que tampoco han salido bien en los exámenes médicos, considere que si consumen sustancias prohibidas, tampoco pueden ser candidatas. La mujer que creímos era la indicada, sufrió un aborto espontaneo a las pocas semanas.Se llevó las manos a la cabeza y tiró de su cabello, sintiendo gran decepción.—¿Son todas las mujeres que hay en la lista del hospital? —cuestionó agitado.—No, pero al ser un caso especial, hemos ido con tiento para ofrecerle un hijo en perfectas condiciones de salud. —Se aclaró la garganta—. Tenemos que ser cuidadosos.— ¿Qué es lo que necesitan para as
— ¿Por qué lo preguntas? —cuestionó.—Siento que tienen un parecido a… —Miró atento el rostro de ambos pequeños—, mí —contestó con sinceridad.Hanna se quedó sin decir nada durante algunos segundos.—Sí me parece que se tienen cierto parecido a ti, pero así son los niños de chiquitos, además en la unión americana casi todos los hombres son. —Miró a su hermano de pies a cabeza —como tú, de piel blanca, rubios, ojos claros y cabellos castaños, así que también se pueden parecer a Harry, el vecino —refirió restándole importancia.— ¿Quién es la madre de los niños? —volvió a cuestionar.—Te voy a responder para que te quedes tranquilo. La madre de estos pequeños no entra en el top de tu lista de despampanantes mujeres. No es adinerada, tampoco estudió en las mejores escuelas del país, ni va a almorzar a restaurantes lujosos. Ni tampoco se pasa el día entero en el salón de belleza, o se la vive desgastando su hueco cerebro, pensando en que se va poner para impresionarte.Alexander se sorpre
Alexander ingresó a su nueva oficina que se encontraba en los más alto de una de los rascacielos de la gran manzana. Apreció por unos segundos la panorámica de todas las torres por las que estaban rodeados.Tomó asiento y marcó al departamento de recursos humanos.—Buenos días, señor ¿Dígame en que le puedo servir? —respondió Laura la directora del área.—Necesito que me envies el expediente de la arquitecta Madison Davis.—En unos minutos se lo envío a su correo.En ese instante sin decir más cortó la llamada, se sentía inquieto después de que por fin había logrado recordarla. Al recibir una notificación en su móvil, de inmediato fue a leer la información que tenían de ella:—Vaya no tiene padres —expresó sorprendido al leer que desde los seis años de edad, había pasado por varios hogares sustitutos, hasta que fue remitida a una casa de asistencia—, no me imaginé que tuviera una vida tan compleja—, y continuó leyendo por los trabajos que había pasado—, Wow, está estudiando un master
Madison se puso de pie y sus ojos se abrieron de par en par al escucharlo.—¿Quiere que le rente mi vientre, para tener un hijo? —preguntó impresionada.—Así es —dijo Alexander—. Te ofrezco un millón de dólares, con tal que me ayudes a tener un hijo.Sus labios se abrieron de par en par al escucharlo.—¿Por qué conmigo? —cuestionó.—Todos tus estudios médicos que has reportado a la empresa, han sido normales. Eres una buena candidata. —Se aclaró la garganta.—Traer un niño a este mundo no es cosa sencilla como parece. —Desvió su mirada de la de él—, un hijo requiere más que dinero, para ser feliz, requiere cuidados, amor, tiempo, atención y mucho más ¿Está dispuesto a darle todo eso? —preguntó.La mandíbula se le tensó al escucharla.—Yo me haré cargo de que nada le falte —expresó.—¿Su pareja qué piensa? ¿Ella no puede tener hijos? —cuestionó—. Oh acaso… ¿Es gay? —soltó sin pensarlo.Al beber un sorbo de agua, Alexander se atragantó al escucharla hacer tantas preguntas.—No tengo par