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CAPÍTULO 5. NOTICIA SORPRESIVA

Alexander  tomó asiento en la sala de espera del hospital en el que tenía cita. Mientras esperaba, sacó su móvil del bolsillo y comenzó a responder los correos que recién habían llegado, le envió un par de mensajes a su asistente y agendó un par de citas, para el día siguiente.

—Señor Alexander —la recepcionista lo nombró.

Se puso de pie y miró a la mujer.

—Venga conmigo, el doctor lo atenderá en un momento —expresó ella y lo dirigió hasta el consultorio del médico—. Tome asiento por favor. —Sonrió con cierta coquetería y se retiró.

Minutos después el hombre ingresó y sonrió al verlo.

—Hace tiempo que no te veo —refirió y lo saludó con un firme apretón de manos. — ¿Qué te trae por aquí? 

Alexander inhaló profundo.

—No me he sentido bien —refirió—, he tenido mucho trabajo en la empresa, eso me ha provocado estar fatigado, además que me he estado mareando constantemente —explicó—, al principio creí que se debía a un viaje que realicé en un crucero, pero no fue así.

—Vamos a revisarte —el hombre señaló hacia la mesa de exploración.

Después de hacer la revisión rutinaria, comenzó a hacer anotaciones en su ordenador.

—Necesito que te realices algunos exámenes médicos, para encontrar la causa de la sintomatología que presentas, en base al resultado, veremos que hacer. 

—Me parece bien. —Tomó la orden para realizarse aquellos exámenes clínicos.

—Nos veremos en un par de días —dijo el médico—, saludos a tu familia.

—Gracias, en cuanto me envíen los resultados, te llamaré. 

—No demores en hacerte aquellos estudios —solicitó y no dijo más y se quedó pensativo.

***

Madison subió lo más que pudo la cremallera de su vieja chamarra, resopló emitiendo una capa de vaho al sentir mucho frío cuando descendió del bus. Inclinó su mirada para leer una vez más en el folleto que llevaba, la dirección del lugar a donde iba.

Luego de caminar algunas calles, observó el pequeño edificio en ladrillos rojos, de tres pisos, se quedó paralizada durante unos, al subir los escalones, sus piernas temblaron. Finalmente se armó de valor e ingresó.

— ¿Tiene cita? —la recepcionista cuestionó.

Afirmó con la cabeza.

—Llene este formulario —solicitó la señorita—, tome asiento. —Señaló con su dedo índice la pequeña sala de espera.

Las manos de la chica temblaron cuando comenzó a  escribir sus datos en el registro, se agitó cuando una asistente llamó a la joven que estaba sentada a su lado. Desvió su mirada hacia la calle, y vio como una mujer abrazaba a su pequeño hijo con gran ternura. Su corazón latió con bravura al ver aquella escena.

—Señorita, es su turno —refirió una enfermera—, le voy a entregar una bata para que se cambie y luego la llevaremos al consultorio en donde se le realizará el abortó. Venga conmigo.

«Aborto», aquella palabra le provocó un fuerte escalofrío, se llevó ambas manos a su vientre y su mirada se cristalizó.

—Venga conmigo —la mujer le dijo y esperó a que caminara a su lado.

— ¡No puedo! —Madison exclamó y negó con su cabeza.

—¿Como? —la enfermera cuestionó.

—No puedo hacerlo —respondió y salió corriendo con rapidez de aquella clínica de interrupción del embarazó—, perdóname —pronunció con tristeza.

La joven corrió sintiendo gran culpa por lo que estaba a punto de hacer, sus piernas dolieron por lo que disminuyó ante el cansancio su paso, hasta que golpeó a una persona.

—Auch, porque no te fijas —la joven reclamó.

—Lo lamento —la muchacha expresó con voz ahogada.

— ¡Madi! 

La joven limpió con sus manos su nublada mirada.

— ¡Hanna!, que gusto me da verte —expresó y rompió en llanto.

— ¿Qué te ocurre? —cuestionó su amiga, sin pensarlo un segundo la abrazó.

—Me siento perdida, la peor de todas las mujeres —manifestó.

— ¡Cálmate! —solicitó—, vamos a tomar algo, hace mucho frío y ahí charlamos. —La tomó de la mano y la guio hasta una pequeña cafetería.

—Aquí venden un delicioso chocolate caliente, que te va a encantar —refirió sin dejar de notar que la ropa que llevaba puesta, no era lo suficientemente abrigadora para la época del año que estaban pasando, invierno.

—Gracias —contestó y se abrazó a ella misma al tener frío.

En cuanto la bebidas les fueron entregadas, Madison comenzó a entrar en calor.

—Cuéntame, ¿qué te pasa? —solicitó Hanna.

—La noche que pasé en el crucero. —Inclinó su rostro—, tuvo consecuencias —murmuró y volvió a llorar—. Estoy embarazada —manifestó completamente acongojada.

Hanna se aclaró la garganta.

—¿Qué dices? 

—No sé que voy a hacer —pronunció—, con lo que gano en mi trabajo, apenas me ajusto para pagar la renta de mi cuarto, alimentarme y pagar servicios, tuve que dejar la universidad —sollozó—, me comporté como una irresponsable al querer olvidarme de la traición de mi ex —se recriminó.

—Tranquila, todo tiene solución en esta vida —expresó y sonrió con cariño.

—Intenté solucionar el embarazo —contó—, vengo de una clínica de aborto —susurró.

—¿Abortaste? —cuestionó con preocupación.

La chica movió la cabeza negando.

—No me atreví, me sentí muy mal, cuando la única irresponsable fui yo.

—Me alegra saber que no lo hiciste —resopló con alivio. — ¿Sabes algo del padre? —cuestionó.

—No, ni siquiera lo recuerdo —su voz se fragmentó—, todo parece una cortina de humo, cuando intento recordarlo —confesó—, mi hijo nunca  podrá saber quién es su padre, espero que no me odie por eso.

—Es una pena que me haya enfermado aquella noche, seguro les hubiera tomado algunas fotos y así lo hubiéramos podido buscar en las redes sociales —bromeó.

Madison no pudo evitar reír y sentirse un poco más reconfortada, al tener una amiga con quien charlar de lo mal que se sentía.

—Tengo que irme —Madison miró la hora en su viejo móvil, el último bus está por llegar y si no lo abordo, no tendré como irme —refirió recordando todo lo que ha tenido que caminar cada que no lograba llegar a tiempo.

— ¿En dónde vives? —indagó con curiosidad.

—Hacia Queens —comentó.

Su amiga se aclaró la garganta.

—No te preocupes por eso, confía en mí —solicitó, colocó ambas manos en sus hombros para que tomara asiento y pudieran ordenar la cena.

***

A la mañana siguiente.

Los rayos del sol comenzaron a filtrarse entre algunos huecos de las rendijas de las persianas. Madison movió con lentitud su cabeza y estiró sus brazos. Al mover las manos, sus palmas rozaron la suavidad de las sábanas de seda.

—Esto tiene que ser un sueño. —Se puso de pie y sonrió al ver lo bien que se le veía el pijama de tela polar que le había prestado su amiga. 

— ¿Se puede pasar? —Hanna mencionó.

—Sí, pasa —respondió de inmediato.

—Te traje el desayuno —refirió sosteniendo una charola—, vine a avisarte que tenemos cita con el ginecólogo en dos horas, para que te alistes.

—No deseo causar molestias —expresó Madison—, te prometo que te pagaré la consulta.

—No te estoy cobrando nada —refirió la chica—, te voy a traer un cambio de ropa, para que te duches y te arregles.

—Después de la consulta, me podrías acercar a mi vivienda, por favor.

Hanna sonrió y movió la cabeza.

—Desde anoche, está es tu casa —informó—, no vas a volver a estar sola. —Antes de que pudiera contestar algo, se puso de pie. Te veo en una hora para irnos al médico.

***

Madison se encontraba recostada en la mesa de exploración, intentando entender el monitor en el que la ginecóloga observaba, mientras la revisaba.

— ¿Se encuentra bien el bebé? —Madison preguntó y miró con nerviosismo a la doctora.

—Los bebés se encuentran bien —respondió con una amplia sonrisa—. Felicidades es un embarazo gemelar.

Ella abrió los ojos de par en par, y su corazón se agitó.

—¡Gemelos! —exclamó de manera sorpresiva.

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