Alexander tomó asiento en la sala de espera del hospital en el que tenía cita. Mientras esperaba, sacó su móvil del bolsillo y comenzó a responder los correos que recién habían llegado, le envió un par de mensajes a su asistente y agendó un par de citas, para el día siguiente.
—Señor Alexander —la recepcionista lo nombró.
Se puso de pie y miró a la mujer.
—Venga conmigo, el doctor lo atenderá en un momento —expresó ella y lo dirigió hasta el consultorio del médico—. Tome asiento por favor. —Sonrió con cierta coquetería y se retiró.
Minutos después el hombre ingresó y sonrió al verlo.
—Hace tiempo que no te veo —refirió y lo saludó con un firme apretón de manos. — ¿Qué te trae por aquí?
Alexander inhaló profundo.
—No me he sentido bien —refirió—, he tenido mucho trabajo en la empresa, eso me ha provocado estar fatigado, además que me he estado mareando constantemente —explicó—, al principio creí que se debía a un viaje que realicé en un crucero, pero no fue así.
—Vamos a revisarte —el hombre señaló hacia la mesa de exploración.
Después de hacer la revisión rutinaria, comenzó a hacer anotaciones en su ordenador.
—Necesito que te realices algunos exámenes médicos, para encontrar la causa de la sintomatología que presentas, en base al resultado, veremos que hacer.
—Me parece bien. —Tomó la orden para realizarse aquellos exámenes clínicos.
—Nos veremos en un par de días —dijo el médico—, saludos a tu familia.
—Gracias, en cuanto me envíen los resultados, te llamaré.
—No demores en hacerte aquellos estudios —solicitó y no dijo más y se quedó pensativo.
***
Madison subió lo más que pudo la cremallera de su vieja chamarra, resopló emitiendo una capa de vaho al sentir mucho frío cuando descendió del bus. Inclinó su mirada para leer una vez más en el folleto que llevaba, la dirección del lugar a donde iba.
Luego de caminar algunas calles, observó el pequeño edificio en ladrillos rojos, de tres pisos, se quedó paralizada durante unos, al subir los escalones, sus piernas temblaron. Finalmente se armó de valor e ingresó.
— ¿Tiene cita? —la recepcionista cuestionó.
Afirmó con la cabeza.
—Llene este formulario —solicitó la señorita—, tome asiento. —Señaló con su dedo índice la pequeña sala de espera.
Las manos de la chica temblaron cuando comenzó a escribir sus datos en el registro, se agitó cuando una asistente llamó a la joven que estaba sentada a su lado. Desvió su mirada hacia la calle, y vio como una mujer abrazaba a su pequeño hijo con gran ternura. Su corazón latió con bravura al ver aquella escena.
—Señorita, es su turno —refirió una enfermera—, le voy a entregar una bata para que se cambie y luego la llevaremos al consultorio en donde se le realizará el abortó. Venga conmigo.
«Aborto», aquella palabra le provocó un fuerte escalofrío, se llevó ambas manos a su vientre y su mirada se cristalizó.
—Venga conmigo —la mujer le dijo y esperó a que caminara a su lado.
— ¡No puedo! —Madison exclamó y negó con su cabeza.
—¿Como? —la enfermera cuestionó.
—No puedo hacerlo —respondió y salió corriendo con rapidez de aquella clínica de interrupción del embarazó—, perdóname —pronunció con tristeza.
La joven corrió sintiendo gran culpa por lo que estaba a punto de hacer, sus piernas dolieron por lo que disminuyó ante el cansancio su paso, hasta que golpeó a una persona.
—Auch, porque no te fijas —la joven reclamó.
—Lo lamento —la muchacha expresó con voz ahogada.
— ¡Madi!
La joven limpió con sus manos su nublada mirada.
— ¡Hanna!, que gusto me da verte —expresó y rompió en llanto.
— ¿Qué te ocurre? —cuestionó su amiga, sin pensarlo un segundo la abrazó.
—Me siento perdida, la peor de todas las mujeres —manifestó.
— ¡Cálmate! —solicitó—, vamos a tomar algo, hace mucho frío y ahí charlamos. —La tomó de la mano y la guio hasta una pequeña cafetería.
—Aquí venden un delicioso chocolate caliente, que te va a encantar —refirió sin dejar de notar que la ropa que llevaba puesta, no era lo suficientemente abrigadora para la época del año que estaban pasando, invierno.
—Gracias —contestó y se abrazó a ella misma al tener frío.
En cuanto la bebidas les fueron entregadas, Madison comenzó a entrar en calor.
—Cuéntame, ¿qué te pasa? —solicitó Hanna.
—La noche que pasé en el crucero. —Inclinó su rostro—, tuvo consecuencias —murmuró y volvió a llorar—. Estoy embarazada —manifestó completamente acongojada.
Hanna se aclaró la garganta.
—¿Qué dices?
—No sé que voy a hacer —pronunció—, con lo que gano en mi trabajo, apenas me ajusto para pagar la renta de mi cuarto, alimentarme y pagar servicios, tuve que dejar la universidad —sollozó—, me comporté como una irresponsable al querer olvidarme de la traición de mi ex —se recriminó.
—Tranquila, todo tiene solución en esta vida —expresó y sonrió con cariño.
—Intenté solucionar el embarazo —contó—, vengo de una clínica de aborto —susurró.
—¿Abortaste? —cuestionó con preocupación.
La chica movió la cabeza negando.
—No me atreví, me sentí muy mal, cuando la única irresponsable fui yo.
—Me alegra saber que no lo hiciste —resopló con alivio. — ¿Sabes algo del padre? —cuestionó.
—No, ni siquiera lo recuerdo —su voz se fragmentó—, todo parece una cortina de humo, cuando intento recordarlo —confesó—, mi hijo nunca podrá saber quién es su padre, espero que no me odie por eso.
—Es una pena que me haya enfermado aquella noche, seguro les hubiera tomado algunas fotos y así lo hubiéramos podido buscar en las redes sociales —bromeó.
Madison no pudo evitar reír y sentirse un poco más reconfortada, al tener una amiga con quien charlar de lo mal que se sentía.
—Tengo que irme —Madison miró la hora en su viejo móvil, el último bus está por llegar y si no lo abordo, no tendré como irme —refirió recordando todo lo que ha tenido que caminar cada que no lograba llegar a tiempo.
— ¿En dónde vives? —indagó con curiosidad.
—Hacia Queens —comentó.
Su amiga se aclaró la garganta.
—No te preocupes por eso, confía en mí —solicitó, colocó ambas manos en sus hombros para que tomara asiento y pudieran ordenar la cena.
***
A la mañana siguiente.
Los rayos del sol comenzaron a filtrarse entre algunos huecos de las rendijas de las persianas. Madison movió con lentitud su cabeza y estiró sus brazos. Al mover las manos, sus palmas rozaron la suavidad de las sábanas de seda.
—Esto tiene que ser un sueño. —Se puso de pie y sonrió al ver lo bien que se le veía el pijama de tela polar que le había prestado su amiga.
— ¿Se puede pasar? —Hanna mencionó.
—Sí, pasa —respondió de inmediato.
—Te traje el desayuno —refirió sosteniendo una charola—, vine a avisarte que tenemos cita con el ginecólogo en dos horas, para que te alistes.
—No deseo causar molestias —expresó Madison—, te prometo que te pagaré la consulta.
—No te estoy cobrando nada —refirió la chica—, te voy a traer un cambio de ropa, para que te duches y te arregles.
—Después de la consulta, me podrías acercar a mi vivienda, por favor.
Hanna sonrió y movió la cabeza.
—Desde anoche, está es tu casa —informó—, no vas a volver a estar sola. —Antes de que pudiera contestar algo, se puso de pie. Te veo en una hora para irnos al médico.
***
Madison se encontraba recostada en la mesa de exploración, intentando entender el monitor en el que la ginecóloga observaba, mientras la revisaba.
— ¿Se encuentra bien el bebé? —Madison preguntó y miró con nerviosismo a la doctora.
—Los bebés se encuentran bien —respondió con una amplia sonrisa—. Felicidades es un embarazo gemelar.
Ella abrió los ojos de par en par, y su corazón se agitó.
—¡Gemelos! —exclamó de manera sorpresiva.
Días después.—Tiene una llamada —la asistente de Alexander, comunicó dubitativa.— ¡Te pedí que no me pasaras llamadas! —gruñó él.—Es… su papá —refirió la mujer—, le dije que estaba muy ocupado, pero…Alexander inhaló profundo y tomó el auricular.— Buenos días, ¿se te ofrece algo papá?—Hola, hijo. Quiero pedirte que reconsideres tu regreso a Nueva York, me gustaría mucho que coordinaras la dirección.—Sabes que dos Walton no podemos trabajar juntos. —Ladeó los labios—. Cojeamos del mismo pie, a ambos nos encanta dar órdenes, y no recibirlas. —Presionó el botón de su bolígrafo una y otra vez.—Parece que en nada me puedes complacer —bufó—, hace años que vivo esperando que seas el primero en darnos un heredero, y no lo has hecho. Pronto será mi cumpleaños número sesenta y uno, me estoy haciendo viejo… Mi mayor deseo es ver la casa llena de niños, corriendo por el jardín.—Eso solo depende de mí, papá y no de las presiones de ustedes —gruñó fastidiado de tener que escuchar siempre l
TRES AÑOS DESPUÉS.Seattle, Washington.—Permítame explicarle —el médico se aclaró la voz, al escuchar a Alexander hablar con molestia.—No es posible que después de tanto tiempo, no puedan encontrar un vientre subrogado para darme un hijo —bramó agitado.—No ha sido sencillo —refirió—, de la lista de mujeres que teníamos, hemos tenido que ir descartando candidatas. No todas aprueban la valoración psicológica, además que tampoco han salido bien en los exámenes médicos, considere que si consumen sustancias prohibidas, tampoco pueden ser candidatas. La mujer que creímos era la indicada, sufrió un aborto espontaneo a las pocas semanas.Se llevó las manos a la cabeza y tiró de su cabello, sintiendo gran decepción.—¿Son todas las mujeres que hay en la lista del hospital? —cuestionó agitado.—No, pero al ser un caso especial, hemos ido con tiento para ofrecerle un hijo en perfectas condiciones de salud. —Se aclaró la garganta—. Tenemos que ser cuidadosos.— ¿Qué es lo que necesitan para as
— ¿Por qué lo preguntas? —cuestionó.—Siento que tienen un parecido a… —Miró atento el rostro de ambos pequeños—, mí —contestó con sinceridad.Hanna se quedó sin decir nada durante algunos segundos.—Sí me parece que se tienen cierto parecido a ti, pero así son los niños de chiquitos, además en la unión americana casi todos los hombres son. —Miró a su hermano de pies a cabeza —como tú, de piel blanca, rubios, ojos claros y cabellos castaños, así que también se pueden parecer a Harry, el vecino —refirió restándole importancia.— ¿Quién es la madre de los niños? —volvió a cuestionar.—Te voy a responder para que te quedes tranquilo. La madre de estos pequeños no entra en el top de tu lista de despampanantes mujeres. No es adinerada, tampoco estudió en las mejores escuelas del país, ni va a almorzar a restaurantes lujosos. Ni tampoco se pasa el día entero en el salón de belleza, o se la vive desgastando su hueco cerebro, pensando en que se va poner para impresionarte.Alexander se sorpre
Alexander ingresó a su nueva oficina que se encontraba en los más alto de una de los rascacielos de la gran manzana. Apreció por unos segundos la panorámica de todas las torres por las que estaban rodeados.Tomó asiento y marcó al departamento de recursos humanos.—Buenos días, señor ¿Dígame en que le puedo servir? —respondió Laura la directora del área.—Necesito que me envies el expediente de la arquitecta Madison Davis.—En unos minutos se lo envío a su correo.En ese instante sin decir más cortó la llamada, se sentía inquieto después de que por fin había logrado recordarla. Al recibir una notificación en su móvil, de inmediato fue a leer la información que tenían de ella:—Vaya no tiene padres —expresó sorprendido al leer que desde los seis años de edad, había pasado por varios hogares sustitutos, hasta que fue remitida a una casa de asistencia—, no me imaginé que tuviera una vida tan compleja—, y continuó leyendo por los trabajos que había pasado—, Wow, está estudiando un master
Madison se puso de pie y sus ojos se abrieron de par en par al escucharlo.—¿Quiere que le rente mi vientre, para tener un hijo? —preguntó impresionada.—Así es —dijo Alexander—. Te ofrezco un millón de dólares, con tal que me ayudes a tener un hijo.Sus labios se abrieron de par en par al escucharlo.—¿Por qué conmigo? —cuestionó.—Todos tus estudios médicos que has reportado a la empresa, han sido normales. Eres una buena candidata. —Se aclaró la garganta.—Traer un niño a este mundo no es cosa sencilla como parece. —Desvió su mirada de la de él—, un hijo requiere más que dinero, para ser feliz, requiere cuidados, amor, tiempo, atención y mucho más ¿Está dispuesto a darle todo eso? —preguntó.La mandíbula se le tensó al escucharla.—Yo me haré cargo de que nada le falte —expresó.—¿Su pareja qué piensa? ¿Ella no puede tener hijos? —cuestionó—. Oh acaso… ¿Es gay? —soltó sin pensarlo.Al beber un sorbo de agua, Alexander se atragantó al escucharla hacer tantas preguntas.—No tengo par
— ¿Acaso se ha vuelto loco? —preguntó ella.—No, nunca he estado más cuerdo. —Alexander dio un paso acortando la escasa distancia que los separaba.Madison palideció, al tenerlo tan cerca de ella, y su pecho se agitó.— ¿Qué es lo que quiere? —cuestionó con nerviosismo.—Que hablemos—dijo áspero. — ¿Me permites pasar?Madison se movió de la puerta y dejó que entrara.Alexander no pudo evitar observar el interior de aquel reducido espacio, distinguiendo el pequeño comedor de cuatro sillas, además de la sala modular forrada en tela gris. Presionó sus puños al darse cuenta que aquel lugar no era ni la mitad de la lujosa habitación en la que él dormía.Inclinó su mirada al escuchar que sus pies chocaron con algún objeto tirado. Al darse cuenta que había pisado la cabina de un sencillo tren de juguete. No pudo evitar que se le dibujara una pequeña sonrisa en los labios, al saber que el dueño de aquel artefacto era uno de los pequeños.De inmediato se agachó y lo recogió entre sus grandes
En cuanto las puertas del ascensor se abrieron, Madison salió de la empresa y caminó sin un rumbo claro. Las palabras de aquel hombre que parecía tener un témpano por corazón, retumbaba en su interior.«’Si se confirma mi paternidad, pelearé por la custodia’»Aquellas palabras retumbaban con aflicción en su corazón. Llegó hasta el central park, en donde se sentó debajo de un frondoso árbol, Parpadeó un par de veces y comenzaron a escurrir las lágrimas que había contenido, ante el temor de que Alexander Walton pudiera cumplir con sus amenazas.—Nadie puede quitarme a mis pequeños, no tiene derecho —sollozó sin poder evitarlo—, son todo lo que tengo en el mundo, ¿por qué tenía que cruzarme en el camino de un hombre como ese? —tomó una pequeña piedra y la lanzó sobre el lago.***Días después.Alexander ingresó a la casa de sus padres y tomó asiento en el comedor.—Es una sorpresa que llegues a comer con nosotros —mencionó Alice, su madre.—Me tomé la tarde —indicó Alexander.— ¿Ocurre a
Hanna tomó su móvil y observó la hora, se dio cuenta que Madison ya se había demorado más tiempo de lo normal. Se llevó a los niños a la sala y colocó algunos de los juguetes que Alexander les había llevado.Mientras los niños tomaban las piezas de los coloridos objetos, ella tomó su móvil y comenzó a llamarla, sin tener respuesta alguna.— ¿Dónde estás? —se preguntó sintiendo una gran preocupación por su amiga, al observar que el tiempo seguía transcurriendo y no había noticias.Al recibir una llamada de inmediato respondió.—¿Madison? —Le llamamos de la Cruz Roja, buscando algún familiar de la señorita Madison Davis —la mujer que llamó dijo.—Soy… su cuñada —mintió. — ¿Qué le ocurrió? —preguntó asustada.—La señorita fue arrollada por un vehículo, le hablo desde Elmhurst Hospital Center.—¡No puede ser! —Hanna exclamó—, en este momento voy para allá —dijo asustada. La chica corrió por su abrigo y cuando tomó las llaves de su SUV, se detuvo en seco—. No pueden ir a un hospital. —Pre