Alexis:La Matrona me informó que ella estaba metida en el sótano, teniendo una plática con Yelana y me picó la curiosidad.Lo que escuché a través de las cámaras de vigilancia me dejó helado.Luego, cuando salió, la seguí y escuché toda su perorata llamando a este y a aquel y haciendo amenazas…¡Carajos!¿Cómo no me la va poner dura?¡Qué hembra!Y es toda mía.Aunque… se muestra fría y distante.Su constante petición por el divorcio me tiene enfermo.¿Es que no puede estarse quieta?Todo con ella es un extremo.O está inconsciente o me jode.Con ella no hay punto medio.Y creo que soy masoquista, porque prefiero mil veces que me joda a que se quede tiesa y callada, con los ojos cerrados, sobre una cama.Blanche:Panteón Ivanov, Moscú.Dos semanas después:Nos hemos vestido de negro y hemos venido todos a presentar nuestros respetos.Valery no protesta por el vestido y Valiant no se queja del “traje de pingüino”, por el contrario, han traído en sus manitas un ramo de flores cada uno,
Blanche:Estoy en el comedor de la mansión, esperando a que los mellizos bajen a desayunar, me acompaña Mischa, y de los demás Ivanovs no hay ni rastro.—¿Entonces, eres corredor de la fórmula uno?Mischa bebe su chocolate caliente con lentitud.—Pues sí. Intenté ser pintor, tú misma viste mis bocetos. Pero el arte no paga la renta, como dicen.Arrugo el entrecejo.—No me mires así. Siempre he sido un delincuentucho de quinta. Si te digo, que a los quince ya robaba autos y los conducía a más de cien por hora por las calles de Madrid. En el desguace de Agustín Farías siempre me dieron un buen precio por la chatarra que llevé.Elevo una ceja.—Alli precisamente conocí al difunto Mateo y me uní a su pandilla de asaltadores de bancos, así que tengo experiencia en estas cosas.—Ya veo.—¡Primo Mischa!—¡Primo Mischa!Exclaman los pecchi, y él se voltea, sonriéndoles.—¿Nos llevas contigo hoy?- interroga Valiant exaltado.—Hace tiempo que no nos llevas a competencias. Y lo prometiste.- acus
Alexis:—Y ese es el plan. ¿Alguna duda?- increpa Eván.—Ninguna.- farfulla Oleksander.- solo espero que no terminemos todos presos o muertos.—Si así fuera, nunca te agaches a recoger el jabón en el baño, hermano y ten por seguro que te enterraremos en el “ jardín”.- bromea Mischa y Oleksander lo mira con mala cara.—¿Estamos todos listos?—Sí.—Sí.—Sí.Elevo una ceja.—Tu no vienes, Sofía. Aún te estás recuperando de nuestra última “ situación”.Me mira ceñuda.—Me llamo Blanche...y perdóname que te disculpe, pero entrené con Igor y manejo desde hace años. No como tú qué no puedes ni pisar el acelerador, Alexis.—Uh… ¡quemado!- se burla Mischa.- si mi primo no te quiere en su coche, yo te llevo, bonita.El pendejo le guiña un ojo y ella sonríe.Aprieto el mentón.—Oye, ¡búscate tu italiana, esta es la mía!- farfullo.¡Maldita y fastidiosa mujer!La tomo de la mano y tiro de ella, llevándomela mientras cojeo.Odio mis limitaciones físicas, pero más odio al resbaloso de mi primo.Con
Blanche:A pesar de que está suspendido a una buena altura, el sujeto que nos apunta con su arma es más que reconocible.Linus Menken.Además, está posado en la escalerilla del helicóptero como si fuera un temerario.Veo que la luz roja del infrarrojo me apunta directamente, y antes de que pueda meter un volantazo, el proyectil se estrella contra el parabrisas.—¡Hijo de puta!- brama Alexis a mi lado.Parpadeó un par de veces.El cristal del coche en el que vamos es blindado. ¡Gracias a Eván!Suspiro aliviada.El tipo allí en el helicóptero se oculta un segundo y luego aparece con un lanzagranadas.—Oh, creo que lo cabreaste, cuñada.- bromea Eván.—¿Tu crees?—Rompemos formación. Nos reuniremos en el punto rojo.—Entendido.- respondemos todos a la vez. Luego, cada quien tomó una dirección diferente en la intersección que acabamos de cruzar.Sin embargo, el helicóptero continúa sobre nosotros.Sobre mi coche y el de Alexis.—Señor, apoyo terrestre. Nos hemos dividido y seguimos a los
Alexis:Conduce como toda una demente por las calles de Moscú hasta que nos alejamos de la ciudad, en dirección al helipuerto.Al llegar, ya nuestra gente está aquí.Se detiene. Respira profundo, y abre la puerta del coche saliendo.La veo sacudirse el polvo y soltarse el cabello para volver a recogérselo en una coleta, ya no es esa mota horrorosa y rubia que tanto detesté, ya tiene el cabello más largo y castaño, casi tan perfecto como me gusta.Contonea el culo en sus jeans, y mis manos pican de las ganas de apretar sus nalgas. Verla partirle la cara a ese sujeto me ha puesto tan cachondo, que esta noche me rehúso a hacerme una paja.Esta noche me vengo en el mojado y apretado coño de mi italiana, o me quito el nombre.Blanche:Llegamos hasta los Ivanovs reunidos frente al jet, y Nikita me ve.Se mueve hacia mí y me da un fuerte bofetón en la mejilla.La miro sorprendida porque esto no me lo esperaba, y ella está enrojecida de cólera.—¡No tenían ningún derecho! Milia y tú, no tenía
Blanche:Me paso la mano por el rostro intentando pedir paciencia.—Aun no he dicho ni pío, no tienes por qué mandarme a callar.- protesta él con indignación.—No era contigo. Morte está muy parlanchina esta noche.- explico, moviéndome al ropero y abriéndolo.Por suerte, es tan grande la puerta que bloquea a AlexisSelecciono una bata de dormir y me la pongo.“¡ Ya está aquí! Sáltale encima.”Bufo.Cerrando la puerta de golpe.—¿Qué quieres?- mascullo.—He venido a disculparme. Te pegué demasiado fuerte hoy en la tarde.Elevo una ceja.—En realidad, no. En comparación con otros golpes que he recibido, eso fue apenas una caricia.Él comprime los labios.—Te he traído un presente.- susurra, señalando a una caja rectangular sobre la mesita.- ábrelo.Arrugo el entrecejo.¿Será joyería?“ En estos momentos lo que necesitamos es un consolador.” Protesta Morte.Abro la caja y dentro encuentro una pistola.Es una Makarov. Con empuñadora de plata y su silenciador.Lo miro perpleja.—¿Un arma?-
Blanche:Despierto de golpe.Alguien está tocando a mi puerta.—Moya Ledi, sus hijos están despiertos y preguntan por usted.Parpadeo un par de veces, tomando nota de que estoy toda desgreñada, adolorida entre los muslos e incluso me arden los pechos.—S…sí, estaré con ellos en un momento.A mí lado en la desastrosa cama, duerme el animal que estuvo chingándome anoche como si él fuera un semental rabioso y yo una potra en celo.Esta mañana, Morte tiene una sonrisa de puta complacida en su cara, que me hace enrojecer.La sumisa se aleja de la puerta, y me muevo, saliendo de la cama. Me voy al baño y gruño al contemplarme en el espejo.Tengo las tetas y el cuello llenos de chupetones, pareciera que una jauría de perros salvajes me pasó por encima.Frente al espejo en mis labios aparece la misma sonrisa de Morte.Oh, no hay nada más candente que Alexis Ivanov emputado y en plan macho alfa.Ufff.Me meto en la ducha y me baño rápido.Regreso a la habitación, y él sigue rendido, durmiendo
Milia:Meses antes:Entré al sótano, preparándome mentalmente para lo que vería, pero en vez de asco o miedo, lo que atestigüé me causó pena.La mujer, atada de manos y pies en aquella silla, no era ni la sombra de lo que había sido. Respetada, admirada, obedecida…la Koroleva de mi hermano. Ahora solo era una traidora, sucia y de rostro deforme.—Déjame adivinar, te han ascendido y ahora eres la ejecutora.- masculla, mirándome con desdén.—Estás equivocada. Ahora soy la Koroleva.Se suelta a reír a carcajadas.—¿Mi puesto? No me digas que suplicaste para que te dieran mi puesto.—No tuve que suplicar. Me lo gané por mérito propio.Me recorre, con su mirada cargada de odio.—Nunca serás ni la mitad de la Koroleva que fui yo. Eres solo una niña y una tonta. Una ilusa, fácilmente manipulable. ¡No eres más que una perdedora!—Puede que tengas razón, y no logre comparar mi desempeño en el puesto con el tuyo. Sin embargo, no es contigo con quién estoy compitiendo, Yelana. Sino conmigo mism