Alexis Ivanov:

Tres años antes:

Al abrir los ojos me sentí débil.

Me sentí más débil de lo que me había sentido en toda mi vida.

Arrugué el entrecejo y mirando a mi alrededor, noté que me encontraba en mi habitación, en la mansión de Moscú; acostado en una cama, acoplado a un montón de aparatos. Una mascarilla me proveía de oxígeno, el dedo índice de mi mano derecha estaba conectado a un monitor que dibujaba mis latidos en una pantalla, e incluso noté, con sobresalto, que me habían colocado una sonda para colectar mis orinas.

¿Qué demonios me había sucedido?

Lo último que recordaba…era.

Algo oscuro aletea en el fondo mi memoria.

Los latidos en el monitor se aceleraron bruscamente y la puerta de la habitación se abrió de golpe.

Apresuradamente entró una mujer, vistiendo un traje de enfermera. Era alta y de cabello rojizo, joven y bastante bonita.

Licia.

Creo recordar que su nombre es Licia.

 Se acercó a mí a velocidad supersónica y al ver que estaba despierto lanzó un alarido de sorpresa que por poco me perfora los tímpanos. Girándose sobre sus talones, la mujer corrió de regreso a la puerta y desde allí prosiguió vociferando.

 Rápidamente la habitación comenzó a llenarse de gente.

Gente a la que recordaba pero a la que encontraba extraña.

¿Cuánto tiempo llevaba yo en aquella cama?

¿ Por qué todos me miraban como si hubiera resucitado de entre los muertos?

***

—Puede escucharnos pero aún no es capaz de hablar.- diagnosticó el médico- la inflamación en su cerebro se ha reabsorbido muy lentamente, el que esté despierto es un verdadero milagro.

—¿Se recuperará?- interrogó Nikola retorciendo sus manos nerviosamente, a su lado Nikita le pasaba la mano por los hombros, intentando brindarle apoyo.

—Es muy difícil saberlo a estas alturas. Ha estado demasiado tiempo en coma. Puede que recupere el habla paulatinamente, puede que no. Puede que con fisioterapia vuelva a caminar o puede que continúe cuadripléjico, cómo ya le expliqué señora es imposible saberlo y no quiero darle falsas esperanzas.

—Gracias de todos modos, doctor.- Susurró Nikita, viendo lo contrariada que estaba su hermana.

El médico asintió, abandonando el despacho y Nikita se paró del sofá, sirviéndole un trago de whisky a su hermana, quien lo rechazó de inmediato. Sabía que debía mantenerse sobria, lo que acababa de suceder lo cambiaría todo de ahora en adelante.

—¿Qué hacemos, Sissi?- Susurró Nikola, acariciando se frente. Sus manos estaban temblorosas y estaba sudando frío.

—No te preocupes, cariño. Conociendo a tu hijo como lo conozco, estará en pie y amenazándonos a todos en menos de lo que canta un gallo.

Nikola se levantó del sofá, comenzando a caminar de aquí para allá, sobre la alfombra.

—Tengo fe en que Alexis se recuperará, lo crié para que fuera el carbón fuerte que es. Lo que me preocupa es lo que hará cuando descubra lo que hicimos.

—Cometimos una terrible equivocación, hermana. Confiamos en esa mujer y nos traicionó.

—Lo sé. Hemos tenido que vivir con el peso en nuestras conciencias, sabiendo que cometimos un terrible error. Lo malo de todo esto, es que mi hijo no se atendrá a razones cuando descubra que la italiana está desaparecida.

***

Toda mi familia ha desfilado por mi habitación.

Yura y Nikita venían de la mano, lo cual no me sorprendió.

Oleksander traía a un mocoso de casi tres años en sus brazos y su esposa Anya estaba visiblemente preñada.

Arrugué el entrecejo, ¡¿qué carajos pasó ahí?!

Milia estaba pálida, y callada.

Su aspecto era muy diferente del que conocía, había cortado su larga y dorada melena a la altura de su mentón, llevaba un lado de la cabeza rapada y en el otro el cabello suelto.

No sé por qué no se atrevía a mirarme.

Por otro lado, Eván se ha dejado crecer una barba de candado, la cuál mantiene bien cuidada y corta. Además, también había desaparecido su cabello largo, ahora lo llevaba en un corte bajo sin estar completamente rapado.

 Noté enseguida que el aura de mi hermanito se había tornado incluso más fría y oscura de lo que yo recordaba. Algo tuvo que haberle sucedido para que se haya endurecido así, y no creo que el peso de ser líder y Koroleva en mi ausencia sea la verdadera causa de todo.

Nikola no paraba de sonreír.

Se pasó la media hora que estuvo aquí acomodándome la almohada, componiendo la sábana, preguntando una y otra vez si quería algo…ahí hay gato encerrado.

A grandes rasgos, entre todos me hicieron saber que dado mi estadío en coma, Eván a dirigido la organización con puño de hierro. Todos están muy complacidos con los esfuerzos de mi hermano mientras ha estado al mando y no pongo en duda las capacidades de Eván para ser un Don que infunda miedo en sus adversarios. Siempre he sabido que mi hermanito es un hombre del que hay que cuidarse.

***

Un año antes:

Recuperar el habla fue un proceso lento.

Recuperar las funciones motoras me ha resultado incluso más problemático.

He recuperado mi capacidad de andar, pero conservo una ligera cojera en la pierna izquierda. Esa rodilla a veces me falla. Ya he perdido la cuenta de las veces que me he caído de cara durante las sesiones de rehabilitación.

Mi debilidad física no me molesta, sé que con tiempo y con cojones, lograré poner este cajón roto en forma. Tiempo y huevos son los que se me sobran para conseguir lo que quiero.

Tengo mi enfermera particular, no se desprende de mi lado ni a sol ni a sombra. Me ha apoyado en todo el proceso, primero me alimentaba y bañaba, luego me enseñaba las letras y sonidos que había olvidado y ahora me trae a diario a este complejo, permaneciendo presente en lo que los hijos de puta de los rehabilitadores prueban mis fuerzas y resistencia al máximo.

Licia es maravillosa.

Es hermosa, fuerte y el tipo de mujer segura que cualquier hombre desearía tener a su lado, pero algo no encaja en todo esto.

—¿Dónde está?

Cuando pregunté, todos a la mesa se tensaron de golpe. Sin embargo, ninguno se atrevió a responderme.

—Lo último que recuerdo, es que manejaba en dirección a la Ciudadela y que ella y yo discutíamos por teléfono. No importa cuántas veces me digan que la cicatriz que tengo en el hombro y la otra, que arruinó mi tatuaje las recibí en una emboscada de los italianos y que Yura y Oleksander tienen esas cicatrices en el rostro producto de una explosión en un cuarto de hotel, simplemente no lo recuerdo pero a ella sí.

Se miran unos a otros y el silencio me exaspera.

—Respondan de una vez. ¿Dónde está Yelana?

Dentro del despacho Milia está sentada en el sofá, retorciendo sus dedos nerviosamente, a su lado está sentada Nikola, quien toma su mano y la aprieta, dándole apoyo.

—Todo comenzó en mi último año de la academia. Tú habías ordenado que viniéramos a casa solo en vacaciones, teníamos prohibido salir los fines de semana pero te desobedecí.

—Mi única justificación, es que sentía curiosidad. Quería saber cómo eran los clubes y aprovechaba los sábados en la noche para intentar colarme en alguno. Nunca lo logré, hasta que ella me ayudó.

—¿A cuál entraste?

—Al trece.- susurra, traga en seco y continúa.- no sé cómo me reconoció, pero me ayudó a entrar, le dijo al guardia de la puerta que yo venía con ella. Para no aburrirte con detalles que no vienen al caso, aquella noche creo que me drogué y ella y yo terminamos…bueno…

—Tuvieron sexo.

—Sí. Acordamos que había sido un error, que lo mantendríamos en secreto pero…- se endurecen sus facciones, mirando al suelo con odio.- fui débil. Me dejé llevar, me dejé engañar y controlar. Por ella.

Suspira, liberando todo el aire de sus pulmones.

—Estuviste prácticamente un año entero buscando a un ladrón dentro de la organización. Perdimos alrededor de un billón de euros. Alguien había desviado dinero de los clubes y lo envió a Suiza, para luego moverlo a cuentas independientes en paraísos fiscales.

—Fue Yelana.

Milia se humedece los labios.

—No hermano. Fui yo.

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