Lucien
Entrando en la penumbra de la taberna, el estrépito de la ciudad se desvaneció detrás de mí, y la luz titilante de las velas apenas iluminaba los rostros sombríos de aquellos que se perdían en la multitud. Me dirigí hacia la barra, buscando el consuelo áspero del licor para ahogar las sombras que se acumulaban en mi mente.
—Un trago fuerte, algo que pueda quemar estas malditas imágenes de mi cabeza —le dije al tabernero con la voz ronca.
El tabernero asintió con simpatía y sirvió un vaso de licor oscuro que prometía alivio temporal. Mientras bebía, el aroma amaderado llenó mis sentidos, pero no podía escapar de la amargura que se apoderaba de mi corazón.
La luz tenue de la taberna apenas iluminaba mi rostro sombrío. Cada sorbo del licor oscuro era como un intento desesperado de ahogar las imágenes que atormentaban mi mente. Mis ojos, perdidos en algún punto distante, reflejaban la tormenta emocional que rugía en mi interior.
Fue entonces cuando noté que el hombre a mi lado observaba mi semblante apesadumbrado.
—¿Problemas, amigo? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y empatía en sus ojos.
Le lancé una mirada sombría antes de responder.
—He perdido a alguien cercano. Un buen amigo. Asesinado en un callejón como un perro. No tiene sentido.
El tabernero frunció el ceño, comprendiendo la gravedad de mis palabras.
—Lamento escuchar eso, amigo. La vida puede ser cruel, y a veces la única forma de lidiar con ella es ahogar las penas en un vaso.
Asentí en silencio, agradeciendo sus palabras. No estaba solo en mi dolor, aunque eso ofreciera poco consuelo. Me quedé en la taberna, sumergido en mis pensamientos y en el licor que quemaba mi garganta. Cada trago parecía llevarse consigo un pedazo del peso que llevaba sobre mis hombros.
Mientras la noche avanzaba y las sombras se alargaban, mi cansancio cedía lugar a una determinación inquebrantable de desentrañar la verdad tras la muerte de Alistair. El eco de su risa resonaba en mi memoria mientras tomaba un trago.
No pasó mucho tiempo antes de que la noticia llegara a mis oídos, como un susurro de la parca que se abalanza sigilosa. Alistair, mi compañero de correrías y confidente, yacía sin vida en un callejón oscuro.
La vista de su cuerpo en el suelo de piedra me golpeó como una ráfaga de viento helado. Sus ojos, una vez llenos de chispa, ahora estaban vidriosos, mirando fijamente el cielo nocturno. Mi corazón se contrajo ante la brutalidad de su muerte.
Me acerqué, observando las perforaciones en su cuerpo. Eran precisas, como si hubiera sido alcanzado por garras afiladas de algún monstruo inhumano. Lo que me desconcertaba era la ausencia de sangre. No había charcos, ni gotas. Solo heridas limpias que perforaban su carne.
La sed de venganza se mezclaba con la sed de respuestas, y sabía que mi camino me llevaría a las Tierras Sagradas, hacia lo desconocido.
—Otro trago, amigo —le dije al tabernero, sintiendo el calor del alcohol correr por mis venas.
—Te estás tomando esto en serio. ¿A dónde planeas ir con esa mirada de trueno en los ojos? —preguntó el tabernero, secando un vaso con un paño sucio.
—A las Tierras Sagradas. Algo oscuro se esconde allí, y pienso descubrirlo.
El tabernero frunció el ceño, evidentemente preocupado.
—Es un lugar peligroso, muchacho. Si decides ir, ten cuidado. No todos vuelven de esas tierras con vida.
Le lancé una mirada agradecida antes de ponerme de pie, dejando unas monedas sobre la barra.
—No temo a lo desconocido. Y algo me dice que encontraré respuestas allí.
Con esa declaración resonando en el aire, salí de la taberna y me adentré en la oscuridad de la noche, con la resolución ardiendo en mi interior. La venganza y la verdad me esperaban en las Tierras Sagradas, y estaba dispuesto a enfrentar cualquier monstruosidad que se interpusiera en mi camino.
Aceleré mi motocicleta por las calles nocturnas de la ciudad, el rugido del motor rompiendo el silencio de la noche. El viento fresco golpeaba mi rostro, pero mi mente estaba inmersa en la tormenta de emociones desatada por la muerte de Alistair.
Llegué a la casa de seguridad, un refugio sombrío en el corazón de la ciudad. Sabía que aquel lugar, con sus paredes de ladrillo desgastado, guardaba secretos y lealtades tan sólidas como el acero. No era solo un escondite; era nuestro santuario, un refugio para aquellos que vivíamos en las sombras.
Aparqué la motocicleta frente a la entrada, noté la presencia de alguien en la casa. Al entrar, encontré a su novia, Emily, sentada en el sofá. Su rostro mostraba los estragos de la tristeza, y sus ojos enrojecidos revelaban las lágrimas derramadas en privado.
—Lucien, gracias por venir —dijo con voz temblorosa, levantándose para recibirme.
Asentí en silencio, incapaz de articular palabras en ese momento. Ambos compartíamos un dolor incomprensible, pero había que enfrentar la realidad.
—Lo siento, Emily. Nadie debería tener que pasar por algo así —murmuré, intentando ofrecer algún consuelo.
Ella forzó una sonrisa amarga y se acercó.
—Alistair siempre hablaba de ti y de las aventuras que compartían. No puedo creer que se haya ido.
Sus palabras resonaron en el aire, y me sentí abrumado por la gravedad de la pérdida. Alistair había sido más que un amigo; era un hermano de alma. Juntos, habíamos enfrentado desafíos, superado obstáculos y compartido risas que resonaban en los rincones de mi memoria.
—¿Sabes qué le sucedió? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
Ella asintió, sus ojos evitando los míos.
—Encontraron su cuerpo en un callejón. Fue brutalmente asesinado. No sé quién podría hacerle algo así.
La ira bullía en mi interior, pero también una determinación férrea. Debía descubrir quién o qué había arrebatado la vida de Alistair y hacerlos pagar por ello.
—Emily, necesito saber todo lo que puedas contarme. Cualquier detalle, por pequeño que sea, podría ayudar.
Nos sentamos en el sofá, envueltos en la sombra de la tragedia, mientras Emily compartía los detalles que conocía.
La habitación estaba sumida en un silencio que solo rompían los suaves crujidos del suelo al caminar, mientras Emily se iba de la casa. La ausencia de Alistair se hacía palpable, y aunque sus palabras resonaban en mi mente, la soledad se apoderaba de cada rincón de la casa.
Al acercarme a la caja fuerte, un cofre de secretos y recursos acumulados, mis dedos hábiles giraron la familiar combinación, descubriendo un interior meticulosamente organizado de fajos de billetes y armas.
La necesidad nos había llevado por caminos sombríos, donde la línea entre lo correcto y lo equivocado se desdibujaba. Alistair y yo éramos nómadas modernos, moviéndonos entre las sombras para sobrevivir en un mundo que no siempre era amable.
Mientras empacaba la mochila con suministros esenciales para el viaje, dejé que mis pensamientos divagaran por los recuerdos de los trabajos que habíamos llevado a cabo. Éramos los arquitectos de nuestra propia fortuna, esculpiendo un camino a través de las complicadas tramas de la vida en la ciudad.
La casa, que alguna vez fue nuestro refugio compartido, ahora resonaba con la soledad. Cerré la caja fuerte con un suspiro, sintiendo el peso de las decisiones que habíamos tomado. Alistair y yo éramos dos almas errantes que se encontraron en la encrucijada del destino, y ahora, con su partida, me quedaba con la tarea de forjar un nuevo rumbo.
Desplegué el mapa sobre la mesa, sus pliegues revelando las líneas trazadas por la experiencia y la supervivencia. Mi mirada escudriñaba las distintas rutas posibles, evaluando cada opción con la cautela que solo los que han vivido al límite conocen.
Evitar el Territorio humano era imperativo; sus ciudades, aunque bulliciosas, eran faros de peligro para alguien como yo. Los rumores sobre los cazarrecompensas y las miradas curiosas de los lugareños no eran bienvenidos en mi viaje.
El Bosque de los lamentos, con su oscura reputación, estaba tachado de mi lista. Los susurros de criaturas desconocidas y las sombras que se movían entre los árboles eran demasiado arriesgados para una travesía solitaria.
Las montañas, imponentes y majestuosas, también se presentaban como un desafío insuperable. Las alturas y las bajas temperaturas podían ser enemigos mortales si no se abordaban con respeto, y mi objetivo era llegar al destino sin desafiar a la naturaleza de manera imprudente.
Fue entonces cuando mis ojos se posaron en el Territorio de los Cazadores Sagrados. Un suspiro escapó de mis labios mientras contemplaba la línea que trazaba mi ruta. No era la elección más segura, pero en un viaje donde cada opción estaba cargada de riesgos, era la menos peligrosa.
Los Cazadores Sagrados, guardianes de su territorio, tenían una habilidad innata para detectar olores y presencias intrusas. Dependía de mi astucia y habilidad para mezclarme con el entorno y eludir su agudo sentido.
Con determinación, tracé la ruta en el mapa, marcando puntos de referencia y áreas estratégicas para descansar. La mochila estaba lista, las provisiones aseguradas. Con un último vistazo al mapa, me preparé para adentrarme en la tierra de los Cazadores Sagrados, con la esperanza de que la suerte estuviera de mi lado en esta peligrosa travesía.
Ajusté la mochila sobre mis hombros, la carga física solo un reflejo de la carga emocional que llevaba. La promesa de mantenerme en contacto con Emily parecía un eco distante en el silencio de la casa vacía. Cerré la puerta detrás de mí, dejando atrás un capítulo de la vida que ahora reposaba en los rincones oscuros de la memoria. La ciudad aguardaba, con sus callejones sinuosos y sus secretos susurrados en el viento de la noche.
OctaviaLa noche se cernía sobre nosotros en un silencio inquietante, las nubes grises conspiraban para ocultar la luna llena, que luchaba desesperadamente por iluminar nuestro camino. El viento, que antes apenas susurraba, aumentaba su furia, advirtiendo la tormenta que se avecinaba con una intensidad palpable.Patrullábamos en la penumbra, cerca del territorio de la Tierra Sagrada, y el aire se volvía denso, cargado de una energía que chispeaba en el ambiente como electricidad estática. Cada paso resonaba en la oscuridad, acompañado por el crujir de hojas secas y un escalofrío que recorría mi espina dorsal.Un sonido grave rompió la quietud, emergiendo desde detrás de árboles imponentes, cuyas sombras se alargaban en la penumbra. A pesar de que el temor se apoderaba de mí, una extraña compulsión me impulsó hacia el origen del sonido.Mis sentidos se vieron asaltados cuando una ola de putrefacción y muerte invadió mis fosas nasales. Mis ojos, ajustándose a la oscuridad, se encontraro
Octavia —Lucas, ¿cómo pude no saberlo? —mi voz temblaba con una vulnerabilidad que rara vez mostraba. Levanté la mirada hacia él, buscando respuestas en sus ojos comprensivos. —La estructura de nuestra manada es compleja, y Orión quería protegerte de la carga de liderazgo. No quería que te sintieras abrumada antes de la ceremonia de Luna —explicó con sinceridad, apartándose para sostenerme el rostro entre las manos. —Pero ahora estoy abrumada por la incertidumbre, por no conocer la verdad. ¿Cuántas cosas más me ocultaba? —mis preguntas resonaban en el aire, como un eco de mi propia confusión. Lucas suspiró, su mirada reflejando compasión. —No lo sé, Octavia. Pero estoy aquí para apoyarte, para ayudarte a entender y afrontar lo que sea que descubras. Eres fuerte, y juntos superaremos esto. Asentí con gratitud, agradeciendo la presencia reconfortante de Lucas en ese momento de desgarradora revelación. La tormenta en mi interior no se apaciguaba, pero al menos no enfrentaba la temp
LucasMe retiré de la oficina de Orión con un nudo en el estómago, dejando a Octavia en una posición de liderazgo que no le correspondía completamente, pero que, sin embargo, aceptó con valentía. La responsabilidad pesaba sobre sus hombros, y aunque estaba orgulloso de ella, no podía evitar preocuparme por lo que podríamos descubrir sobre la desaparición de Orión.Caminé por los pasillos de la casa de la manada, con sus paredes de vidrio que dejaban entrar la luz de la mañana, iluminando el espacio con tonos cálidos. El cielo despejado brillaba a través de las ventanas, y el contraste con la inquietud que sentía en mi interior era abrumador.Al entrar en mi oficina, cerré la puerta detrás de mí, sumiéndome en el silencio que reinaba en el espacio. La habitación estaba impregnada con el aroma a madera fresca y el sutil olor a tierra después de la lluvia de la madrugada anterior. Me dejé caer en mi silla, sintiendo la tensión en mis músculos.Mis pensamientos dieron vueltas en espiral m
LucasEl ambiente en la oficina se volvió más íntimo y personal cuando quedé solo con Sam. Me acerqué a ella, envolviéndola en un abrazo que transmitía tanto la necesidad de consuelo como la celebración de un momento especial. Hundí mi rostro en su cuello, inhalando profundamente. Fue entonces cuando la grata sorpresa me envolvió.—Ya puedo olerla —dije emocionado, mis palabras resonando con una mezcla de asombro y alegría. Nuestra cachorra, fruto de nuestra unión, crecía en el vientre de mi compañera, y este era el primer contacto sensorial que tenía con ella.Sam correspondió al abrazo con calidez, y su risa resonó en la habitación.—¿En serio ya puedes olerla? —preguntó con una mezcla de emoción y asombro.Asentí, con una sonrisa que reflejaba la felicidad que sentía en ese momento. La conexión con la vida que crecía dentro de Sam era una experiencia única, y cada pequeño detalle, como el aroma que comenzaba a identificar, hacía que la realidad de ser futuros padres se volviera más
OctaviaLa luz del sol acariciaba mi piel con su cálido abrazo, y su resplandor me obligó a entrecerrar los ojos para poder apreciar mi entorno. El fulgor era tan intenso que sentí el impulso de alzar la mano para protegerme de su radiante presencia. Sin dudas, me encontraba en el bosque, pero algo en él no me resultaba completamente familiar.Ajusté la mirada, entrecerrando los ojos en un intento por discernir los detalles que mi visión inicial no revelaba. Fue entonces cuando lo noté: estaba en el límite del territorio con las Tierras Sagradas, un lugar impregnado de misticismo y respeto entre los lobos de la manada y las brujas.El aroma fresco del bosque se entrelazaba con la esencia única que emanaba de las Tierras Sagradas, creando una atmósfera cargada de reverencia. Cautelosamente, di un paso hacia adelante, sintiendo el crujir de hojas secas bajo mis pies. Un escalofrío recorrió mi columna, una mezcla de anticipación y respeto ante la proximidad de un lugar tan significativo.
Octavia—Es una pesadilla, despierta —siguió gritando Lucas, su llamado como un faro que me guiaba de vuelta a la cordura. Me esforcé por abrir los ojos, luchando contra las sombras que aún amenazaban con atraparme.—Lucas... —susurré, mi propia voz temblorosa, mientras sus brazos se convertían en mi refugio. Me aferré a él como si temiera que el sueño pudiera arrancarme de su abrazo en cualquier momento.—Estás a salvo, Octavia. Solo fue una pesadilla —susurró Lucas, sus manos acariciando mi espalda con una suavidad reconfortante. Cerré los ojos, permitiendo que sus palabras actuaran como un bálsamo en medio de la tormenta.Pasaron varios minutos, mi respiración agitada finalmente cedió ante el consuelo de su presencia. Mis dedos se aflojaron de la tensión que aún persistía en mi piel, y me permití sumergirme en la certeza de que estaba a salvo, lejos de las garras de aquella pesadilla cruel.—¿Estás bien? —preguntó Lucas, su preocupación palpable en cada palabra.—Fue tan real, Luca
LucienMi camino a través del Territorio de Los Cazadores Sagrados era un avance lento y calculado. Cada paso que daba estaba marcado por la precaución, mi cuerpo se movía en sintonía con la danza de sombras proyectadas por la densa vegetación. Las patrullas de lobos se deslizaban como espectros entre los árboles, sus sentidos agudos alertas a cualquier intruso.El aroma a bosque impregnaba el aire, mezclado con la tensión palpable que fluía entre las hojas crujientes bajo mis pies. El desafío estaba en avanzar sin dejar una huella olfativa que pudiera ser rastreada por los lobos vigilantes. La astucia y la paciencia se volvieron mis aliadas mientras sorteaba cada rincón de este territorio.Mis sentidos se agudizaban ante el sonido de ramas quebrándose a lo lejos. Me detuve, mi cuerpo tenso como un arco listo para ser disparado. Las patrullas se desplazaban en grupos compactos, una danza coordinada de la manada que debía evitar a toda costa. Avancé con sigilo, respirando con la menor
LucienUna sonrisa juguetona se instaló en mis labios, a pesar de la hostilidad que flotaba en el ambiente. Ahora estaba más interesado en poner mis labios en los suyos... y algunas partes más.—Creo que han sido tus hombres quienes me han traído aquí, y no puedo creer lo mal educados que son... ni siquiera me preguntaron qué hacía en ese lugar —respondí audazmente, desafiando la tormenta que se cernía en sus ojos.Ella me miró con una mezcla de incredulidad y desdén.—Si piensas, por un segundo, que voy a disculparme, hoy no es tu maldito día de suerte —gruñó entre dientes, y sentí cómo mi pulso se aceleraba ante la intensidad de sus palabras. La tensión se acumuló, y una corriente eléctrica pareció recorrer el aire entre nosotros.—Cuanta rudeza, Luna —murmuré, dejando que mis palabras flotaran con un tono juguetón. —Ese es tu nombre, ¿no? —La provocación estaba en el aire, un desafío silencioso que esperaba su respuesta.Se acercó a mí con una gracia felina y se sentó sobre la mesa