Capítulo 83

Lucien

La presión de la mano de la Diosa Luna sobre mí era casi insoportable, un peso que amenazaba con aplastar mi ser mismo. La sensación de la corriente eléctrica recorriendo mi cuerpo era tan intensa que cada músculo se tensaba, cada nervio vibraba. Era una mezcla de dolor y revelación, una claridad dolorosa que traía consigo recuerdos largamente olvidados.

En mi mente, las imágenes se sucedían rápidamente, cada recuerdo más vívido que el anterior. Me vi a mí mismo en las Tierras Sagradas, no como un simple visitante, sino como un habitante, un comandante, un amante de la Diosa. Las imágenes eran claras y precisas, llenas de poder y seducción. Yo no era quien creía ser; yo era el comandante de las Fuerzas de la Diosa Luna, su confidente, su amante, su guerrero.

La revelación fue un golpe brutal a mi identidad. Recordé el rostro del hombre que había creído mi amigo, su mirada de confianza y fraternidad, pero luego vi la verdad. No era mi amigo; era mi víctima. Lo había matado yo
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