Octavia Inspiré profundamente, aferrándome a la vida, a la luz que Alice había encendido en mi interior. A pesar del dolor que aún me consumía, sentí una determinación creciente. No estaba sola; tenía un propósito, una razón para seguir adelante. Con un esfuerzo que parecía sobrehumano, coloqué una mano sobre mi pecho, justo donde Alice había dejado su toque reconfortante. Mis dedos encontraron algo pequeño y metálico, puntiagudo al tacto. Con mano temblorosa, lo extraje y lo elevé a la altura de mis ojos para examinarlo más de cerca. Era el colgante, la mitad de él. El Sol, ahora irónicamente separado de su contraparte, la Luna. El símbolo de una unión quebrada, de una mitad faltante, resonaba con el eco de soledad y pérdida en mi corazón. Al sentarme lentamente, mi mirada vagó por el entorno. Las nubes oscuras aún dominaban el cielo, amenazadoras y pesadas, mientras el humo negro se cernía sobre mí, como un augurio de desesperanza. El aire estaba cargado de una energía inquietan
Orión El aire en la habitación estaba cargado con el olor a alcohol y desesperación, una oscuridad opresiva reinaba, apenas rota por la débil luz que se filtraba a través de las cortinas cerradas. Cada día se fundía con el siguiente en un ciclo monótono y sin sentido, un reflejo de mi desolación interna. Las botellas vacías se esparcían por el suelo como testigos mudos de mi abandono. En el exterior, la vida de la manada continuaba, liderada ahora por mi Beta. Podía sentir, incluso en mi estado de aislamiento, los murmullos y las discusiones sobre elegir un nuevo Alfa Principal. Pero ese mundo me parecía distante, irrelevante. Mi mente y mi corazón estaban sumergidos en la oscuridad, incapaces de preocuparse por algo más allá de mi propio sufrimiento. —Orión, —la voz firme de Lucas a menudo resonaba a través de la puerta cerrada, intentando sacarme de mi letargo. —La manada te necesita, debemos tomar decisiones importantes. Pero sus palabras se desvanecían en la penumbra que me en
OctaviaLa anticipación vibraba en mi pecho, una mezcla de nerviosismo y alegría por la sorpresa que Orión tramaba para mí. A pesar del caos que nos rodeaba, la idea de la celebración se abría paso en mi mente, inundándome con una ola de felicidad que contrastaba con la cruda realidad que enfrentábamos.Sumida en la habitación, el agua del cuarto baño del día acariciaba mi piel, proporcionando un alivio bienvenido. Cerré los ojos, permitiendo que la sensación del agua y el aroma sutil del jabón envolvieran mis sentidos. Cada gota parecía llevar consigo la promesa de un nuevo comienzo, un respiro en medio del torbellino de responsabilidades.Después del desayuno compartido con Lucas, Sam y Orión, nos fuimos a trabajar en las tareas de reconstrucción. Cada movimiento resonaba con un propósito renovado, pero la ciudad, vista desde la ventana de mi habitación, parecía conservar su esencia única. El sol, en su gloriosa ascensión, pintaba cada casa con colores vivos, creando una paleta que
Octavia "¿Lucas?" Probé conectar con mi hermano, él sabría dónde está Orión. La voz de Lucas en mi mente fue un alivio momentáneo. "Octavia, ¿estás bien?" Respondió rápidamente, su voz cargada de preocupación. Mis manos temblaban ligeramente, y mi respiración se volvía más irregular. "Sí, sí, yo estoy bien. ¿Sabes algo de Orión?" pregunté tímidamente, como si el simple acto de pronunciar su nombre pudiera traerlo de vuelta. "Él se ha ido hace una hora a prepararse para su cita de esta noche. ¿No ha llegado aún?" Me informó Lucas. La información era desconcertante, y un nudo se formó en mi garganta. "No, pero ¿a dónde se ha ido a preparar? He estado casi toda la tarde en la habitación con Sam, y a él no lo veo desde hace horas..." La preocupación me estaba consumiendo, y mis pasos se volvieron más rápidos mientras me dirigía a la casa de la manada. "Vi, ¿intentaste vincular con él?" "Claro que sí, Lucas. Fue lo primero que hice. Ciro no responde a Darcy y Orión no me responde a
Samantha La atmósfera pesaba mientras dejábamos atrás las mazmorras. Octavia caminaba a mi lado, pero su presencia era como un espectro, un eco lejano de la mujer que una vez conocí. El recuerdo de lo que habíamos presenciado entre esas paredes húmedas se aferraba a nosotros, una sombra oscura que oscurecía nuestros pensamientos. No podía permitir dejar a Octavia sola en ese estado. La conocía demasiado bien, y estaba claro que la dejadez de su alma la empujaría hacia la locura. Así que, esa noche, la llevé a mi casa, tratando de ofrecerle un refugio temporal en medio de la tormenta que se avecinaba. El dolor emanaba de Octavia en oleadas palpables, como si cada fibra de su ser estuviera siendo desgarrada. La carga emocional de la situación pesaba sobre nosotros, y la incertidumbre sobre el destino de Orión, mi hermano, colgaba en el aire como una espesa niebla. Mi hogar, que solía ser un refugio acogedor, ahora se veía invadido por la sombra de la tragedia. Octavia se desplomó en
Lucien Entrando en la penumbra de la taberna, el estrépito de la ciudad se desvaneció detrás de mí, y la luz titilante de las velas apenas iluminaba los rostros sombríos de aquellos que se perdían en la multitud. Me dirigí hacia la barra, buscando el consuelo áspero del licor para ahogar las sombras que se acumulaban en mi mente. —Un trago fuerte, algo que pueda quemar estas malditas imágenes de mi cabeza —le dije al tabernero con la voz ronca. El tabernero asintió con simpatía y sirvió un vaso de licor oscuro que prometía alivio temporal. Mientras bebía, el aroma amaderado llenó mis sentidos, pero no podía escapar de la amargura que se apoderaba de mi corazón. La luz tenue de la taberna apenas iluminaba mi rostro sombrío. Cada sorbo del licor oscuro era como un intento desesperado de ahogar las imágenes que atormentaban mi mente. Mis ojos, perdidos en algún punto distante, reflejaban la tormenta emocional que rugía en mi interior. Fue entonces cuando noté que el hombre a mi lado
OctaviaLa noche se cernía sobre nosotros en un silencio inquietante, las nubes grises conspiraban para ocultar la luna llena, que luchaba desesperadamente por iluminar nuestro camino. El viento, que antes apenas susurraba, aumentaba su furia, advirtiendo la tormenta que se avecinaba con una intensidad palpable.Patrullábamos en la penumbra, cerca del territorio de la Tierra Sagrada, y el aire se volvía denso, cargado de una energía que chispeaba en el ambiente como electricidad estática. Cada paso resonaba en la oscuridad, acompañado por el crujir de hojas secas y un escalofrío que recorría mi espina dorsal.Un sonido grave rompió la quietud, emergiendo desde detrás de árboles imponentes, cuyas sombras se alargaban en la penumbra. A pesar de que el temor se apoderaba de mí, una extraña compulsión me impulsó hacia el origen del sonido.Mis sentidos se vieron asaltados cuando una ola de putrefacción y muerte invadió mis fosas nasales. Mis ojos, ajustándose a la oscuridad, se encontraro
Octavia —Lucas, ¿cómo pude no saberlo? —mi voz temblaba con una vulnerabilidad que rara vez mostraba. Levanté la mirada hacia él, buscando respuestas en sus ojos comprensivos. —La estructura de nuestra manada es compleja, y Orión quería protegerte de la carga de liderazgo. No quería que te sintieras abrumada antes de la ceremonia de Luna —explicó con sinceridad, apartándose para sostenerme el rostro entre las manos. —Pero ahora estoy abrumada por la incertidumbre, por no conocer la verdad. ¿Cuántas cosas más me ocultaba? —mis preguntas resonaban en el aire, como un eco de mi propia confusión. Lucas suspiró, su mirada reflejando compasión. —No lo sé, Octavia. Pero estoy aquí para apoyarte, para ayudarte a entender y afrontar lo que sea que descubras. Eres fuerte, y juntos superaremos esto. Asentí con gratitud, agradeciendo la presencia reconfortante de Lucas en ese momento de desgarradora revelación. La tormenta en mi interior no se apaciguaba, pero al menos no enfrentaba la temp