LucienMi camino a través del Territorio de Los Cazadores Sagrados era un avance lento y calculado. Cada paso que daba estaba marcado por la precaución, mi cuerpo se movía en sintonía con la danza de sombras proyectadas por la densa vegetación. Las patrullas de lobos se deslizaban como espectros entre los árboles, sus sentidos agudos alertas a cualquier intruso.El aroma a bosque impregnaba el aire, mezclado con la tensión palpable que fluía entre las hojas crujientes bajo mis pies. El desafío estaba en avanzar sin dejar una huella olfativa que pudiera ser rastreada por los lobos vigilantes. La astucia y la paciencia se volvieron mis aliadas mientras sorteaba cada rincón de este territorio.Mis sentidos se agudizaban ante el sonido de ramas quebrándose a lo lejos. Me detuve, mi cuerpo tenso como un arco listo para ser disparado. Las patrullas se desplazaban en grupos compactos, una danza coordinada de la manada que debía evitar a toda costa. Avancé con sigilo, respirando con la menor
LucienUna sonrisa juguetona se instaló en mis labios, a pesar de la hostilidad que flotaba en el ambiente. Ahora estaba más interesado en poner mis labios en los suyos... y algunas partes más.—Creo que han sido tus hombres quienes me han traído aquí, y no puedo creer lo mal educados que son... ni siquiera me preguntaron qué hacía en ese lugar —respondí audazmente, desafiando la tormenta que se cernía en sus ojos.Ella me miró con una mezcla de incredulidad y desdén.—Si piensas, por un segundo, que voy a disculparme, hoy no es tu maldito día de suerte —gruñó entre dientes, y sentí cómo mi pulso se aceleraba ante la intensidad de sus palabras. La tensión se acumuló, y una corriente eléctrica pareció recorrer el aire entre nosotros.—Cuanta rudeza, Luna —murmuré, dejando que mis palabras flotaran con un tono juguetón. —Ese es tu nombre, ¿no? —La provocación estaba en el aire, un desafío silencioso que esperaba su respuesta.Se acercó a mí con una gracia felina y se sentó sobre la mesa
OctaviaSalí de las mazmorras después de mi visita al nuevo prisionero, con Lucas pisándome los talones. La húmeda penumbra del lugar se disipaba lentamente mientras ascendía por la escalinata de piedra, dejando atrás los lúgubres recuerdos que se albergaban en las celdas oscuras.La charla con el prisionero fue más que informativa; sus revelaciones resonaban en mi mente como notas musicales, dando una estructura sólida al plan que había gestado días atrás. Mis pensamientos se alineaban como las piezas de un rompecabezas, encajando con precisión y revelando un panorama que antes parecía difuso.Al salir a la luz del día, el sol acarició mi rostro, desencadenando una mezcla de sensaciones. Un cálido escalofrío recorrió mi columna, como si la luz misma llevara consigo secretos que solo se revelaban a quienes estaban dispuestos a ver más allá.Lucas me seguía de cerca. Su presencia, aunque reconfortante, no podía disipar la inquietud que me embargaba. El aire fresco del exterior contrast
OctaviaTodavía tenía que ir a mi habitación a preparar mi propia mochila con mis esenciales para el viaje. Además, debía dirigirme al patio de entrenamiento en busca de armas.Después de la evaluación sobre nuestras habilidades, nos habían permitido practicar con diversos instrumentos, no limitándonos solo a combates cuerpo a cuerpo. Las enseñanzas incluían el uso de armas, y entre todas, mi preferida era la espada.Los primeros días de entrenamiento con la espada fueron desafiantes. Coordinar los movimientos con la posición correcta requirió esfuerzo y dedicación, pero día tras día fui mejorando. Aunque no me consideraba una experta, me desenvolvía bastante bien. La espada se había convertido en una extensión de mí misma, una compañera de confianza en este viaje peligroso.Pero la estrategia demandaba más que una espada a la vista. Guardar algunas armas menos perceptibles sería crucial. Con esos pensamientos en mente, me encaminé hacia mi habitación, lista para preparar mi equipo y
SamanthaMe desperté con la suave caricia de los primeros rayos de sol filtrándose por las cortinas. El cálido resplandor del amanecer pintaba de tonos dorados mi habitación, invitándome a abandonar el abrazo cómodo de las sábanas. Una ligera sonrisa se formó en mis labios al recordar que hoy sería un día diferente.Me levanté con cautela, tratando de no despertar a Lucas, que aún descansaba profundamente. La madera crujía bajo mis pies mientras me dirigía a la cocina, donde el aroma del café recién molido ya llenaba el aire. La rutina matutina se volvía más reconfortante con la promesa de compartir el desayuno con él.El sonido de la cafetera goteando creaba una melodía familiar. Mientras el café se preparaba, abrí la nevera en busca de ingredientes para el desayuno. Opté por preparar unas tostadas con aguacate y tomate, uno de los favoritos de Lucas.El cuchillo cortaba el aguacate con facilidad, revelando su pulpa cremosa y verde. Extendí generosamente la mezcla sobre las tostadas
SamanthaLucas, al ver mi estado, dejó lo que estaba haciendo y se giró hacia mí, sorprendido por mi repentino arrebato.—¿Qué está pasando, Sam? —preguntó Lucas con la mirada llena de inquietud.Le entregué la carta de Octavia, temblando mientras la sostenía. Lucas la tomó con manos firmes y comenzó a leer. A medida que sus ojos recorrían las líneas, su expresión se transformaba en una mezcla de incredulidad y angustia.—Mierda, mierda —murmuró Lucas, dejando la carta sobre el escritorio. La realidad de la partida de Octavia se aferraba a nosotros como un puñetazo en el estómago.La oficina quedó envuelta en un silencio tenso, solo interrumpido por el susurro de la hoja de la carta. Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, buscando respuestas, pero solo encontraban el eco vacío de la incertidumbre. En ese momento, el destino de Octavia se volvía una incógnita, y la manada quedaba sumida en la sombra de la ausencia de nuestra Luna.—Tenemos que encontrarla, Sam. No podemos dejarla s
OriónUna suave voz femenina que no reconocí llegó a mi oído desde atrás de mí, como un susurro etéreo que se colaba en el silencio. Las palabras que pronunció helaron mi sangre, envolviéndome en una sensación gélida y sobrenatural.—Esto no es real, despierta Alfa —me susurró la voz, y cada sílaba resonó como un eco fantasmal en el aire. La realidad a mi alrededor parecía desdibujarse, como si estuviera atrapado en un sueño perturbador del cual no podía escapar.En ese instante, todo a mi alrededor se detuvo. La realidad quedó suspendida en el tiempo, como si el universo mismo contuviera la respiración. Lucas, que estaba a medio camino con una expresión de horror grabada en su rostro, quedó congelado en su lugar, capturado en un instante que se prolongaba indefinidamente.El mundo se volvía surrealista, y la voz fantasmal resonaba en mi mente como un eco persistente. Cerré los ojos, luchando contra la sensación de irrealidad que se apoderaba de mí. La suavidad de las palabras contras
OriónVolví a despertar solo en la celda, sin tener noción de cuántos días habían pasado desde mi última consciencia. Mis brazos colgaban inmóviles de las cadenas de plata, y la ausencia del bullicioso enlace mental con Ciro me indicó su silenciosa angustia al no poder actuar en este momento.Con Ciro fuera de escena, mis heridas demoraban más en curarse. Lentamente, bajé la vista a mi cuerpo para evaluar los daños. Mi pecho estaba marcado por cortes circulares, heridas peculiares que resonaban con la forma característica de mordidas. La sensación punzante de dolor se mezcló con la impotencia mientras observaba las marcas que narraban una historia en mi cuerpo la cual no recordaba.—Alfa... —escuché la voz de alguien que no conocía, una melodía suave y cargada de temor.—Agua —susurré con la escasa fuerza que me quedaba.Una figura juvenil, apenas una niña de unos catorce años, emergió frente a mí. Su piel bronceada resaltaba sus ojos color oliva, y su corto cabello castaño claro enma