SamanthaMe desperté con la suave caricia de los primeros rayos de sol filtrándose por las cortinas. El cálido resplandor del amanecer pintaba de tonos dorados mi habitación, invitándome a abandonar el abrazo cómodo de las sábanas. Una ligera sonrisa se formó en mis labios al recordar que hoy sería un día diferente.Me levanté con cautela, tratando de no despertar a Lucas, que aún descansaba profundamente. La madera crujía bajo mis pies mientras me dirigía a la cocina, donde el aroma del café recién molido ya llenaba el aire. La rutina matutina se volvía más reconfortante con la promesa de compartir el desayuno con él.El sonido de la cafetera goteando creaba una melodía familiar. Mientras el café se preparaba, abrí la nevera en busca de ingredientes para el desayuno. Opté por preparar unas tostadas con aguacate y tomate, uno de los favoritos de Lucas.El cuchillo cortaba el aguacate con facilidad, revelando su pulpa cremosa y verde. Extendí generosamente la mezcla sobre las tostadas
SamanthaLucas, al ver mi estado, dejó lo que estaba haciendo y se giró hacia mí, sorprendido por mi repentino arrebato.—¿Qué está pasando, Sam? —preguntó Lucas con la mirada llena de inquietud.Le entregué la carta de Octavia, temblando mientras la sostenía. Lucas la tomó con manos firmes y comenzó a leer. A medida que sus ojos recorrían las líneas, su expresión se transformaba en una mezcla de incredulidad y angustia.—Mierda, mierda —murmuró Lucas, dejando la carta sobre el escritorio. La realidad de la partida de Octavia se aferraba a nosotros como un puñetazo en el estómago.La oficina quedó envuelta en un silencio tenso, solo interrumpido por el susurro de la hoja de la carta. Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, buscando respuestas, pero solo encontraban el eco vacío de la incertidumbre. En ese momento, el destino de Octavia se volvía una incógnita, y la manada quedaba sumida en la sombra de la ausencia de nuestra Luna.—Tenemos que encontrarla, Sam. No podemos dejarla s
OriónUna suave voz femenina que no reconocí llegó a mi oído desde atrás de mí, como un susurro etéreo que se colaba en el silencio. Las palabras que pronunció helaron mi sangre, envolviéndome en una sensación gélida y sobrenatural.—Esto no es real, despierta Alfa —me susurró la voz, y cada sílaba resonó como un eco fantasmal en el aire. La realidad a mi alrededor parecía desdibujarse, como si estuviera atrapado en un sueño perturbador del cual no podía escapar.En ese instante, todo a mi alrededor se detuvo. La realidad quedó suspendida en el tiempo, como si el universo mismo contuviera la respiración. Lucas, que estaba a medio camino con una expresión de horror grabada en su rostro, quedó congelado en su lugar, capturado en un instante que se prolongaba indefinidamente.El mundo se volvía surrealista, y la voz fantasmal resonaba en mi mente como un eco persistente. Cerré los ojos, luchando contra la sensación de irrealidad que se apoderaba de mí. La suavidad de las palabras contras
OriónVolví a despertar solo en la celda, sin tener noción de cuántos días habían pasado desde mi última consciencia. Mis brazos colgaban inmóviles de las cadenas de plata, y la ausencia del bullicioso enlace mental con Ciro me indicó su silenciosa angustia al no poder actuar en este momento.Con Ciro fuera de escena, mis heridas demoraban más en curarse. Lentamente, bajé la vista a mi cuerpo para evaluar los daños. Mi pecho estaba marcado por cortes circulares, heridas peculiares que resonaban con la forma característica de mordidas. La sensación punzante de dolor se mezcló con la impotencia mientras observaba las marcas que narraban una historia en mi cuerpo la cual no recordaba.—Alfa... —escuché la voz de alguien que no conocía, una melodía suave y cargada de temor.—Agua —susurré con la escasa fuerza que me quedaba.Una figura juvenil, apenas una niña de unos catorce años, emergió frente a mí. Su piel bronceada resaltaba sus ojos color oliva, y su corto cabello castaño claro enma
OctaviaLa oscuridad de la noche nos envolvía mientras avanzábamos a través del bosque, y las nubes cargadas luchaban por ocultar la luna, sumiendo el entorno en una penumbra inquietante. Cada paso que dábamos resonaba en el silencio, solo interrumpido por el suave murmullo de los insectos que se alzaba como un zumbido constante en el fondo sonoro de la noche.—La luz del día nos dejaría expuestos, vulnerables. La noche... es nuestra aliada, aunque haga frío y este oscuro —dije, dejando que mi voz reflejara una mezcla de cautela y nostalgia. Aunque la urgencia de la situación nos empujaba a avanzar durante la noche, una parte de mí se sentía incómoda bajo la manta oscura que ocultaba no solo nuestros movimientos.—Por aquí, las noches esconden secretos y peligros que no imaginas, princesa. ¿Cómo una chica tan delicada puede sobrevivir en este juego de sombras? —Lucien me lanzó una mirada burlona, su tono era una mezcla de provocación y curiosidad genuina.Sentí la necesidad de desafia
OctaviaDesperté con el reconfortante calor familiar de unos brazos fuertes a mi alrededor. Mi cara estaba enterrada en el pecho de él, mis manos comenzaron a moverse por su pecho subiendo hasta su cuello, lo sentí estremecerse con cada roce de mis dedos. Suavemente besó mi cabeza mientras acariciaba mi cabello, y pude sentir el latido de su corazón contra mi mejilla.Busqué en su cuello mi marca de compañeros...—No sabía que te gustaba jugar al despertar, cielo —la voz masculina me habló con un tono entre juguetón y excitado. La voz que no era la de Orión.Salté de la cama sin apartar la vista de Lucien, su cabello rubio estaba despeinado y su mirada lujuriosa no pasó desapercibida.—¡¿Qué mierda haces abrazándome en la cama?! —Grité horrorizada por la situación, mientras mi cuerpo aún se estremecía por la cercanía de sus manos.—Yo... Cuando llegué estabas dormida, no veo el problema. Además, fuiste tú quien se acurrucó —dijo mientras se sentaba en la cama, haciendo que mi corazón
LucienOctavia estaba paralizada en el lugar cuando el Umbra se nos abalanzó. Su rostro reflejaba pánico, sus ojos se abrieron como platos, y su cuerpo se tensó como si fuera incapaz de moverse. Pude sentir su miedo en el aire, una tensión palpable que se mezclaba con el aroma a tierra húmeda y musgo del bosque circundante. Sus manos, frías y temblorosas, se aferraron instintivamente a su ropa mientras luchaba por encontrar el coraje para reaccionar.Salté en el mismo momento en que lo hizo la criatura, moviéndome con una rapidez impulsada por la adrenalina. Atrapé a Octavia en mis brazos y la saqué bruscamente de la trayectoria del Umbra. Rodamos por un pequeño barranco, las hojas crujieron bajo nosotros mientras nos estrellábamos contra un árbol. Mi cuerpo, protector sobre el suyo, llenaba mi mente con imágenes inapropiadas para este momento, pero no podía permitirme distraerme.—Vamos, cielo, tenemos trabajo que hacer —intenté sacarla de su aturdimiento, mi voz urgente y llena de d
LucienCon manos ligeramente temblorosas, saqué el arma de la cintura de mi pantalón y apunté al domador. Luego, volví la mirada hacia Octavia, que estaba a unos pocos pasos de ellos, mirándome. Le hice un gesto afirmativo con la cabeza para que supiera que la estaba cubriendo. Con una mano, le indiqué que esperara un momento.Apunté nuevamente al domador y disparé directamente a su cabeza. La bala lo dejaría inmóvil en el suelo durante un buen rato. Al oír el golpe sordo de su cuerpo cayendo, un escalofrío me recorrió la espina dorsal. El Umbra, alarmado, se puso de pie, buscando entre los árboles con sus ojos salvajes y desorientados.En ese momento crucial, Octavia emergió de detrás de él y clavó su espada en su costado. La criatura, con un grito que retumbó por el bosque, se retorció violentamente hasta liberarse de la espada y lanzó a Octavia unos cuantos pasos atrás con un movimiento brusco. Al verla levantarse con la espada en mano, un suspiro de alivio escapó de mis labios.Co