CAPÍTULO 39

Cuando Marco se acercó al mostrador de recepción de la Fundación, la muchacha que estaba detrás le sonrió como si lo conociera, y le extendió el teléfono con seguridad cuando él le indicó que quería usarlo.

Pasaron menos de veinte minutos desde su llamada hasta que un sedán oscuro bastante discreto se estacionó frente a la entrada de cristal y un chofer se bajó para abrirle la puerta. Marco agradeció que solo estuviera allí para verlo la chica de recepción, porque un indigente con chofer era probablemente algo que hubiera dado de qué hablar al instante.

El sedán lo llevó directamente al aeropuerto, donde ya tenía un vuelo privado esperando por él. Ni el capitán ni las azafatas dijeron una palabra sobre su aspecto, gente más rara debían haber visto seguramente. Para la una de la tarde, ya estaba atravesan

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