CAPÍTULO 38

Cuando abrió los ojos, Helena no estaba allí. Era una ausencia insoportable, como si le hubieran arrancado el aire del cuerpo junto con la silueta de Helena y esa mano que al menos por un rato estaba entre las suyas. Parecía imposible que estuviera viva, parecía imposible que no lo reconociera… pero después de cinco años de arrastrar su alma y su corazón por un abismo de culpa, muy poco quedaba del magnate que había gobernado el Imperio Di Sávallo.

Intentó ponerse de pie y se le escapó la consabida mueca de dolor. Ya estaba tan acostumbrado que no se desesperaba por eso.

La sala estaba tan vacía como cuando había llegado, aunque ya habían pasado por allí al menos una docena de pacientes para revisión. Habían pasado dos noches desde que alguien que no conocía lo había dejado herido y abandonado como un perro en las pue

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