CAPÍTULO 37

Helena se quedó mirándolo solo un momento. Su rostro le resultaba vagamente familiar, pero aquel hombre era la sombra de un ser humano. Estaba extremadamente sucio y por mucho que le molestara, Malina tenía razón en eso de que olía como si se estuviera pudriendo.

Tenía el cabello enmarañado y grasiento, casi todo le llegaba a los hombros pero había mechones más largos, al parecer en algún punto había intentado cortarlo él mismo. Tenía las mejillas hundidas, los pómulos salidos y hasta se le marcaban los huesos de las cuencas de sus ojos. La mitad de su cara estaba cubierta por una barba larga y rala en la que parecía que había anidado una familia de ratones de campo.

Estaba tan delgado que Helena había podido contarle cada costilla sin necesidad de palparlo. Y sobre todo estaba sucio, muy sucio. Sería imposible examinarlo así

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