La llovizna era fina todavía, pero la velocidad del barco hacía que Helena la sintiera como pequeñas agujas en la cara.
—Será mejor que se ponga a cubierto, señorita, esta llovizna es engañosa —escuchó decir al capitán del barco—. En estos meses de primavera y verano la lluvia puede ser torrencial y enferma mucho.
La muchacha asintió y fue a pararse junto a Sergio, que miraba la oscuridad del mar con gesto severo. Había volteado la última página del expediente médico de Marco antes de aterrizar en Palermo. Ahora ya no tenía dudas, Marco era Alejandro, y de los dos sabía hasta la última herida y la última debilidad. Había tenido dos horas para llorar con desesperación mientras leía los informes y veía las fotos.
Lo que Marco había hecho con ella era innombrable, pero lo que se hab
Cuatro meses despuésHelena subió los primeros escalones de la Fundación, porque no pretendía engañarse fingiendo que vivía en otro lugar, y después de aquella cita lo único que quería era acostarse y dormir doce horas seguidas.—¿No me invitas a un café?Damien llegó junto a ella y le dedicó una de esas sonrisas que eran capaces de derretir a cualquiera. Pasó un brazo alrededor de su cintura e inclinó la cabeza despacio, como si ella fuera un cervatillo asustado. Y probablemente eso parecía, porque después de seis citas este era, literalmente, el primer beso que se darían.Lo esperó con nerviosismo y sintió los labios de Damien unirse a los suyos con delicadeza. Sin mucha invasión, solo la justa para no parecer desesperado, nada de lengua en el primer intento, la técnica era perfect&
Helena asomó la cabeza por el hueco de la escalera, olía a café recién hecho y se le hacía la boca agua. Marco estaba en la cocina, envuelto en una toalla bastante grande, debía admitir, y batallando con las correas del arnés.—¿Necesitas ayuda? —preguntó bajando despacio.Marco la miró envuelta en la manta, que le llegaba a las rodillas y enseguida bajó los ojos.—Parece que la piel se expandió con el agua, no logro sacar una de las correas… —contestó.Helena le dio la espalda, se acomodó la manta alrededor del cuerpo, la anudó de forma que le quedaran las manos libres, y luego se acercó a él.—A ver déjame ayudarte —se ofreció—. Parece que viene trabada desde atrás, espera… —le dio la vuelta y se quedó como hipnotizada viendo s
Helena se sentía perezosa, esa era exactamente la palabra, cansada y perezosa. En cierto punto hubo besos en su cabeza, algo mojado sobre su frente y luego solo sueño. Sintió el cuerpo de Marco envolverla y cubrirla con una manta. Se acurrucó contra él y se dejó llevar por ese sueño y ese cansancio que no sentía desde hacía mucho tiempo.Entonces empezó a soñar, como también hacía tiempo que no soñaba, y se levantó sudorosa y agitada, casi gritando… solo para encontrarse a un Marco espantado y con ojos húmedos arrodillado frente a ella.—…bonita… bonita lo siento… Helena… si yo…—Marco… ¡Marco! —lo interrumpió—. No tiene nada que ver contigo.Lo tomó de la mano y lo jaló hacia ella volviendo a acostarse contra su costado. Respiró hondo porq
¿Conocen el karma? ¿Ese que cuando le tiras una piedra te la devuelve… y luego te derrumba encima la montaña entera para que aprendas a no volver a tirar una maldita piedra en tu vida? ¿Ese karma? Helena lo estaba conociendo esa noche mientras leía el informe que había descargado del servidor de la clínica de la Fundación. Había pasado dos semanas intentando no hablar con Marco. Él tampoco había hecho ningún esfuerzo por comunicarse…La verdad era un razonamiento ilógico, ellos no se comunicaban, Helena no quería hablar con él, no tenía nada que decirle después de lo que le había dicho en la casa de Porto Palo… ¿pero por qué él no la había llamado?Cuando Sergio le había pasado el último reporte de ayuda, Marco ni siquiera le había preguntado por ella, y estaba segura de eso p
—Tienes que comer. —Sergio podía ser muy pesado cuando quería y Helena miró con mala cara el sándwich que le había puesto enfrente.—No me voy a comer un animal muerto —replicó Helena y el hombre arrugó el entrecejo.Sergio le dio una olida al sándwich y luego lo mordió, y no le encontró absolutamente nada de malo.—Helena esto está en perfecto estado.—¡Si lo como lo voy a vomitar!—Entonces tómate la malteada al menos —insistió Sergio—. No sabemos cuánto pueda prolongarse esto, necesitas reponer fuerzas.Empujó el vaso hacia ella y Helena hizo un gesto de agonía antes de tomarlo. No tenía ganas de comer ni beber nada, pero sabía que debía hacer un esfuerzo, de lo contrario Marco se la iba a encontrar en un hospital cuando regresara. Porque &eac
A Helena se le puso el corazón en la boca cuando el avión comenzó a descender, especialmente porque casi al mismo tiempo escuchó la sirena de una ambulancia que se estacionó muy cerca del hangar.—¡Sergio! —llamó porque no podía hacer aquello sola. No era capaz de ver cómo sacaban a Marco en una camilla, lleno de sangre o medio muerto.Sergio la sostuvo mientras el avión se detenía por fin, se abría la puerta de carga y los paramédicos subían con expresión urgente.Scott fue el primero al que Helena vio, luego descendieron Cameron y Lana, así que sus sospechas tenían que ser ciertas, era Marco la razón de aquella ambulancia. Estaba a punto de desmayarse cuando lo vio bajar seguido por los paramédicos.Helena aferró los brazos de Sergio cuando lo vio moverse por sus propios pies, sin que hubier
—¿Estás seguro de que está bien?La primera reacción de Helena fue reírse, a lo mejor era una putada pero los nervios le dieron por eso, por soltar una carcajada justo cuando Marco se desmayaba por segunda vez. Realmente no podía imaginar lo que había pasado por su cabeza, lo cierto era que el impacto había sido grande.La risa, sin embargo, se había extinguido a los dos minutos, al darse cuenta de que no reaccionaba. Se le fue el corazón a la boca cuando vio que dos enfermeros se acercaban y, ayudados por Scott, lo subían a una camilla. Después de eso lo habían conectado a cuando aparato había que hiciera “bip, bip”.—No te preocupes —la tranquilizó Franco—, sólo está dormido. Llevaba más de setenta y dos horas sin dormir bien, casi sin comer y con la adrenalina a tope. ¡Y luego vienes tú
Helena se sentó en aquel avión con expresión ida, y no dijo ni una sola palabra mientras hacían el trayecto hasta Madrid. Marco se había quedado en Kalamata, Luna tenía que estar en el hospital al menos por otros dos días, y sabía que no iba a separarse de la bebé hasta que Marina dijera que estaba bien para irse.—…ena… lena… ¡Helena!Se sobresaltó con la exclamación de Sergio y se giró hacia él con la mirada inquieta.—Ya aterrizamos.Helena se aferró a los brazos del asiento sin saber por qué. No quería bajarse.—¿Estás bien? —Sergio empezó a asustarse cuando la vio así.Ella negó con la cabeza y el sollozo más desconsolado se le escapó. El español se sentó a su lado, y tomándola de