CAPÍTULO 47

La llovizna era fina todavía, pero la velocidad del barco hacía que Helena la sintiera como pequeñas agujas en la cara.

—Será mejor que se ponga a cubierto, señorita, esta llovizna es engañosa —escuchó decir al capitán del barco—. En estos meses de primavera y verano la lluvia puede ser torrencial y enferma mucho.

La muchacha asintió y fue a pararse junto a Sergio, que miraba la oscuridad del mar con gesto severo. Había volteado la última página del expediente médico de Marco antes de aterrizar en Palermo. Ahora ya no tenía dudas, Marco era Alejandro, y de los dos sabía hasta la última herida y la última debilidad. Había tenido dos horas para llorar con desesperación mientras leía los informes y veía las fotos.

Lo que Marco había hecho con ella era innombrable, pero lo que se hab

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