El grito que salió del pecho de Marco parecía más un rugido de dolor que un sonido humano. Y al fin y al cabo, todo rastro de humanidad había parecido morir en él desde el momento en punto en que Helena había dejado de gritar. No era estúpido, sabía perfectamente lo que estaba pasando, pero tocar aquella caja donde estaba…
Entonces la casa se convirtió en una zona de guerra. No hubo mueble, adorno, cuadro, que Marco no rompiera. Sentía que iba a explotar de un momento a otro. Quería morir, morir allí mismo y que pusieran su cuerpo en otra caja, porque su corazón ya estaba encerrado en una mucho más pequeña y dolorosa.
Se destrozó los nudillos contra las paredes, y una hora después, Archer, y Zolo tuvieron que usar toda su fuerza para someterlo. Abraham lo sedó con una inyección y lo llevaron a la habitación principal, dej&aa
Marco se incorporó con una rapidez de la que no se hubiera creído capaz en ningún otro momento. Helena estaba enferma… estaba débil…No, los perros estarían ladrando por otra cosa…Sin embargo la desesperación lo hizo subir de dos en dos los escalones para llegar a su habitación y empujar la puerta. Todo lo que encontró fue una cama vacía y el corazón le subió a la garganta en un segundo.Corrió hasta su propio cuarto, donde un balcón enorme le permitía una vista panorámica bastante amplia… y entonces la vio. La vio corriendo con dificultad, descalza entre la maleza… y se dio cuenta de a dónde se dirigía.Fabio trató de detenerlo cuando se lanzó escaleras abajo con el rostro desencajado por el miedo, pero no pudo detenerlo. Nada ni nadie hubiera podido detenerlo y su hermano só
El murmullo de voces agitadas a su alrededor obligó a Marco a salir de ese estado de sueño insoportable en que se encontraba.Parecía que cuanto más luchaba por abrir los ojos, más se alargaba aquella pesadilla. Le dolía todo el cuerpo y sentía como si alguien hubiera cortado en dos su columna vertebral.—Hay que llevarlo a un hospital de inmediato. —Marco apenas pudo identificar la voz de Abraham.—Diría que las primeras horas son vitales… pero esas ya pasaron —respondió Carlo—. Lo que nos queda es trasladarlo con cuidado y lo antes posible.—Bien, voy a decirle a Zolo que aliste todo para llevarlo hasta el barco.—Gracias.Los pasos se alejaron y Marco sintió una breve presión en su mano, una que lo dejó libre poco después.—Carlo ¿no te preocupa todo el tiempo que ha estado inconsc
UN AÑO DESPUÉS…—¡Tenemos que hacer algo! —El tono de Ian estaba cargado de frustración, mientras se paseaba de un lado a otro del despacho donde se había reunido con Carlo—. ¡Tiene que ir por las buenas o lo llevaré por las malas!—Ian, ya lo hemos intentado todo. Hace meses que mamá está sobre él para que vaya a terapia, o al menos para que se someta a la rehabilitación… pero no hay forma en que puedas obligarlo a hacer algo que no quiere.—¡Pero no puede ser un maldito drogadicto toda la vida! —gritó Ian.Carlo se puso de pie y se puso su bata de médico mental.—Lo sé, yo lo entiendo mejor que nadie pero la adicción a la morfina no es como otras adicciones. No es pelear un día a la vez, y soportar ver una botella de alcohol frente a ti sin tocarla… M
Marco sintió el primer golpe en la cara, pero estaba tan cansado que ni siquiera lo había visto venir. Además, tampoco tenía ninguna intención de responder a aquella agresión. Era la primera vez que se colaban intrusos en la casa, pero tampoco le importó.Cayó al suelo y sintió que lo pateaban en el estómago. Se hizo un ovillo y esperó, esperó a que se cansaran, pero al parecer antes de que eso sucediera su nuca tropezó con la bota de alguien y perdió el conocimiento.***Tenía algo oscuro cubriéndole los ojos, o mejor dicho, la cabeza completa. Le dolía el cuerpo de una forma en que hacía años no sentía, y los movimientos cada vez más rápidos de… ¿iba en un auto? Tenía ganas de vomitar hasta el hígado, pero no recordaba la última vez que había comido algo
Helena se quedó mirándolo solo un momento. Su rostro le resultaba vagamente familiar, pero aquel hombre era la sombra de un ser humano. Estaba extremadamente sucio y por mucho que le molestara, Malina tenía razón en eso de que olía como si se estuviera pudriendo.Tenía el cabello enmarañado y grasiento, casi todo le llegaba a los hombros pero había mechones más largos, al parecer en algún punto había intentado cortarlo él mismo. Tenía las mejillas hundidas, los pómulos salidos y hasta se le marcaban los huesos de las cuencas de sus ojos. La mitad de su cara estaba cubierta por una barba larga y rala en la que parecía que había anidado una familia de ratones de campo.Estaba tan delgado que Helena había podido contarle cada costilla sin necesidad de palparlo. Y sobre todo estaba sucio, muy sucio. Sería imposible examinarlo así
Cuando abrió los ojos, Helena no estaba allí. Era una ausencia insoportable, como si le hubieran arrancado el aire del cuerpo junto con la silueta de Helena y esa mano que al menos por un rato estaba entre las suyas. Parecía imposible que estuviera viva, parecía imposible que no lo reconociera… pero después de cinco años de arrastrar su alma y su corazón por un abismo de culpa, muy poco quedaba del magnate que había gobernado el Imperio Di Sávallo.Intentó ponerse de pie y se le escapó la consabida mueca de dolor. Ya estaba tan acostumbrado que no se desesperaba por eso.La sala estaba tan vacía como cuando había llegado, aunque ya habían pasado por allí al menos una docena de pacientes para revisión. Habían pasado dos noches desde que alguien que no conocía lo había dejado herido y abandonado como un perro en las pue
Cuando Marco se acercó al mostrador de recepción de la Fundación, la muchacha que estaba detrás le sonrió como si lo conociera, y le extendió el teléfono con seguridad cuando él le indicó que quería usarlo.Pasaron menos de veinte minutos desde su llamada hasta que un sedán oscuro bastante discreto se estacionó frente a la entrada de cristal y un chofer se bajó para abrirle la puerta. Marco agradeció que solo estuviera allí para verlo la chica de recepción, porque un indigente con chofer era probablemente algo que hubiera dado de qué hablar al instante.El sedán lo llevó directamente al aeropuerto, donde ya tenía un vuelo privado esperando por él. Ni el capitán ni las azafatas dijeron una palabra sobre su aspecto, gente más rara debían haber visto seguramente. Para la una de la tarde, ya estaba atravesan
—¿Loan?Hacía más de seis años, después de una llamada a ese mismo número, la vida de Marco Di Sávallo se había ido al demonio. Pero Loan no era el culpable. Loan era un facilitador, y uno muy bueno por cierto. Su especialidad era conectar gente, transferir información, poner cada pieza en el lugar donde cumplían mejor su propósito.—¿Marco? —El bretón se incorporó en la cama, porque era ya media noche donde estaba… y donde estaba era muy clasificado.Hacía años que no escuchaba hablar de Marco Di Sávallo, él había puesto sus hermanos sobre aviso de lo que estaba sucediendo con él, pero después de eso la familia había mantenido su vida y su paradero en completo secretismo.—Sí, soy yo. Necesito de tus servicios —dijo Marco yendo directo al grano. No tení