La ciudad se vistió de gala, vista desde el cielo, se cubrió con un gran manto de lentejuelas, semejando el reflejo de las estrellas en el océano.
La luz de la luna llena se colaba por la ciudad. Los callejones se tiñeron de hilos plateados que al chocar con chimeneas y cornisas dejaban en las sombras ciertos rincones donde se camuflaban las ratas con la oscuridad. Las calles estaban bacías.
Acariciando su orilla, el océano iba y venía dando a la playa toques suaves y sensuales, y con las pequeñas olas la barca oscilaba de un lado para otro. La madera caoba estaba bastante desgastada y los remos colgaban a los lados de esta como dos brazos acariciando el agua.
Con sus ojos azules observaba el cielo. Estaba tirado en el piso de la barca contando las estrellas que acompañaban a la luna en el escenario de la noche. De vez en cuando perdía la cuenta y comenzaba de nuevo.
Sus ropas estaban sucias y desgastadas por el trabajo, Su cabello despeinado le hacía lucir un toque rebelde y sus ojos ávidos le daban a su rosto un carisma peculiar.
Distraído miraba el titilar de una estrella, cuando una mano pequeña y fría cubrió sus ojos. Rio quitando la mano de su rostro, la giró y depositó un beso cursi sobre esta. Se incorporó despacio hasta que quedó sentado observando a su amante: el cabello rubio le caía por la espalda y dos cadejos alcanzaban a cubrir sus pechos desnudos.
El joven se acercó con sensualidad, sus rostros a centímetros de distancia percibieron el calor que producían sus cuerpos. Él acaricio sus labios con su nariz y cuando ella lanzo el mordisco, se retiró haciendo que mordiera el aire.
Sin previo aviso la tomó por debajo de los brazos metiéndola en la barca, se acostó boca arriba poniéndola sobre él sin importar mojarse con su cuerpo húmedo. Su cola sobresalía por la popa de la pequeñísima embarcación.
Se miraron a los ojos por largos minutos hasta que ella depositó un beso casto sobre sus labios y luego reposó su cabeza en el pecho del joven escuchando los latidos de su corazón. Después de varios minutos de reconfortante silencio el joven acarició la espalda desnuda de la sirena.
—Huyamos — le dijo. Su voz era gruesa y apacible. Ella se removió incomoda y lo miró.
—No lo sé — contestó meneando la cabeza.
—Mi madre no me presta atención. Con eso que es científica — le dijo el muchacho —y tú estás acerrada como si estuvieras presa.
—Es la vida que nos tocó —le dijo ella mientras le acariciaba el cabello
—¿Pero no crees que ya es hora de que cambien las cosas? — le insistió el muchacho —huyamos.
—A donde iríamos — le pregunto comenzando a animarse.
—Lejos de aquí. Lejos de tu encierro, de mi soledad.
—No lo sé — Los ojos de ella brillaron en anhelo —¿Y si pasa algo malo?
—Todo va a estar bien — dijo el chico y ella sumergió su cabeza en el hueco que formaba el hombro y su cuello —todo va a estar bien.
Y así pasaron las horas, abrazados como dos enredaderas, dejándose llevar por el amor y el deseo, y para cuando el alba tocó la ciudad, la barca de madera caoba flotaba solitaria observando el amanecer...
Los hechos aún están tan frescos en mi mente que a veces me cuesta trabajo regresar a la realidad y no perderme en el hilo de los recuerdos. Muerte, sangre, las heridas en mi alma cicatrizaron, pero el recuerdo a veces es más doloroso. Sé que pude haber hecho las cosas mejor, actuar con más madures.Cómo todas las tardes salí de la escuela y me dirigí a casa, caminé despacio entre la multitud de estudiantes que se aglomeraban en la puerta de salida esperando el ansioso momento para salir de aquel encierro semanal para empezar un fin de semana " Según ellos Excitante". Pero yo, como siempre me quedaría en la tienda del abuelo devorando libros y atendiendo gente. Sé que no era tan malo, pero me aburría, sentía que para mí ni el cielo era el límite, quería volar, viajar, conocer. Algún día, cumpliría mi sueño, viajar a través de la inmensidad del océano, encontrarme con ancianos en los puertos para que me contaran sus historias en las que vencen temibles tormentas y se quedan siempre con
No pude quitarme el asunto de la cabeza en todo el día. ¿cómo podía persuadir a la persona más testaruda y adicta a la adrenalina del mundo que no arriesgara su vida? Era una batalla casi pérdida, como la vez que lo quise convencer de que no corriera esa carrera con el chico nuevo y terminó rompiéndose la clavícula contra un poste de luz, creo que le dolió más pagar las reparaciones de su moto que el hueso roto.Walter se iría para el extranjero con sus padres, se quedaría allí, y temía que ellos no le permitieran volver. Aunque era un hombre adulto consciente y capaz, dependía de la ayuda monetaria que le daban. Según él, acabaría su carrera de medicina y trabajaría para pagar su residencia, para no depender de ellos.Cientos de veces le había tratado de convencer para que se fuera con sus padres, allá tendría más oportunidades de abrirse camino en el mundo, pero siempre me había dicho que no, que amaba su tierra y no la quería dejar. Pero en el fondo yo sabía que había otra razón, a
Desperté despacio y con calma. Había olvidado cerrar la ventana en la noche y la brisa marina entraba en la habitación llenándola de un aire salado. La mañana era soleada, el océano estaba calmado y en silencio, como una planta carnívora esperando el momento en que su presa cayera en la trampa y fuera borrada para siempre.Me levanté de la cama rascándome los ojos, aún era temprano, casi las seis. La librería se abría a las ocho, así que tendría de las ocho hasta las seis de la tarde para idear un plan y convencer a Walter de no ir al mar, pensé decir que me dolía el estómago o algo así.Después de darme una ducha, desordené por completo mi closet buscando ropa cómoda y bajé las escaleras casi arrastrando los pies por los escalones de madera antigua que rechinaban ante mi peso como una tétrica casa del terror.Entré en la cocina, mi abuelo estaba parado en frente de la estufa, con la mano puesta en la perilla y los ojos bien abiertos, esperando el momento en que la leche hirviera para
Me despedí del abuelo y caminé con Walter hasta la calle, sentía un vacío en el estómago y me temblaban las manos. Walter caminaba delante de mí con paso decidido.—No voy a ir — dije interponiéndome en su camino —ni tu tampoco.—Claro que voy — me esquivó y siguió caminando —si no quieres ir, pues ya no vas y punto.—Es peligroso, por favor, no lo hagas — Comencé a seguirlo mientras le seguía hablando, pero él me ignoró —¡No!— mi grito resonó por la calle e hizo eco haciendo que Walter frenara en seco —morirás — añadí, él se dio la vuelta despacio hasta quedar en frente mío. Sus ojos azules brillan con la luz del sol que se desvanecía lentamente dejando una estela naranja en el cielo y dándoles un brillo peculiar.—No moriré, tendré cuidado, estás siendo un exagerado —se cruzó de brazos—Con tal de salvar tu vida estaría dispuesto hasta a pelear contigo y que me dieras una paliza — dije caminando hacia él —¿si me vez herido no irías?—Que bien me conoces — contestó irónico —por desgr
Tantas fueron las veces que había querido estar en el océano, contemplando las estrellas y las olas que golpeaban con suavidad las embarcaciones como dando un saludo suave sobre la superficie oxidada por la sal. Pero jamás me imaginé que mi primer acercamiento al mar terminaría como término esa noche, como me cambió la vida después de eso es algo que me marcó para siempre.El silencio y el miedo se apoderaron de mí mientras flotaba en el agua. Las nubes comenzaron a formarse alrededor de la luna opacado su brillo. La oscuridad y el frío del agua me empezaron a sofocar, una niebla espesa comenzó a formarse alrededor de mis ojos impidiendo que lograra ver más allá de mi nariz.Ni siquiera el mar parecía vivo, pero de repente, las olas comenzaron a agitarse más rápido de lo que yo creía normal. Un fuerte relámpago palpitó sobre la tierra sacándome de mi ensimismamiento.Ya no había nada que yo pudiera hacer en ese momento, Walter no estaba, y sabía que era en vano buscarlo yo solo. De re
El policía puso de nuevo las manos en la mesa fría de metal que estaba en frente mío.—Y... ¿Se lo llevaron así, sin más? — volvió a preguntar. Observé la habitación de interrogatorios, típica: gris, una mesa en la mitad, dos sillas, y el espejo que me devolvía una imagen horrorosa de mí mismo: mis ojos estaban hinchados, la tenue luz del bombillo acentuaba aún más la palidez de mi rostro, y las ojeras, más que cansancio, denotaban dolor, miedo y frustración.—Ya te dije que si — conteste secante —sólo se lo llevo y ya, no pude hacer más — Jack levantó la mirada y sus ojos se clavaron en Los míos.—Ray... te conozco desde que eras un bebé, sé que eres muy detallista y observador, y también sé que es un día duro para ti, pero tienes que contarme cada detalle — hablaba despacio y con calma, como si creyera que saldría corriendo si levantaba el tono.—ya lo hice — contesté —todo fue tan rápido que no hay más detalles, Walter murió por mi culpa al igual que mi abuelo — Jack tomó su silla
El funeral de mi abuelo trascurrió sin ningún contra tiempo. Las lágrimas escaparon de mis demacrados ojos cuando su ataúd se empezó a sumergir en la tierra. Las palas cubrieron el cajón de madera, dejando atrás todo recuerdo tangible de lo que alguna vez fue.No pude evitar que el alma se me partiera en dos cuando me volví hacia Alex, cientos de fragmentos rodaron por el césped del cementerio cuando sus ojos se clavaron en los míos; no tenía ninguna expresión en el rostro, pero sus ojos demostraron todo el dolor que contenía su espíritu. Ni una lágrima, ni un gesto, escasamente desvío la mirada que se clavó de nuevo en los hombres que seguían llenando el agujero. Hasta que lo cubrieron por completo.Más de doscientas personas nos acompañaron en el funeral, unos que nunca había visto, otros con los que nunca había hablado, unos cuantos vecinos y compañeros de colegio. Muchas sonrisas hipócritas y pésames cargados de palabras vacías.Todo fue diferente en el homenaje que preparamos par
Tomé un trago más grueso de café con leche para que pasara el nudo que tenía en la garganta al ver a mi hermano al otro lado de la mesa en la condición que se encontraba. Solo se limitaba a mirar los spaghettis y llenar una y otra vez la taza de café negro.La casa estaba en tinieblas, solo nos alumbraba la tenue luz del candelabro que colgaba sobre la mesa de una cadena oxidada que amenazaba con romperse. Y ya era usual, desde que murió Walter y mi abuelo, a mi alrededor sólo había silencio, un silencio que me condenaba a recordar una y otra vez lo sucedido. Miré el candelabro.—Hay que bajar eso de ahí — dije para que mi hermano se dignara siquiera a mirarme.—El abuelo lo había dicho toda la semana — sonrió —"la cadena esta oxidada, Alexander deberíamos bajarla — añadió imitando la voz del abuelo. Reímos por un poco con nostalgia.—¿Por qué no fuiste a estudiar hoy? — me preguntó después de que alfin decidiera probar la comida que con tanto tanto esfuerzo logré preparar. Tal vez te