El funeral de mi abuelo trascurrió sin ningún contra tiempo. Las lágrimas escaparon de mis demacrados ojos cuando su ataúd se empezó a sumergir en la tierra. Las palas cubrieron el cajón de madera, dejando atrás todo recuerdo tangible de lo que alguna vez fue.No pude evitar que el alma se me partiera en dos cuando me volví hacia Alex, cientos de fragmentos rodaron por el césped del cementerio cuando sus ojos se clavaron en los míos; no tenía ninguna expresión en el rostro, pero sus ojos demostraron todo el dolor que contenía su espíritu. Ni una lágrima, ni un gesto, escasamente desvío la mirada que se clavó de nuevo en los hombres que seguían llenando el agujero. Hasta que lo cubrieron por completo.Más de doscientas personas nos acompañaron en el funeral, unos que nunca había visto, otros con los que nunca había hablado, unos cuantos vecinos y compañeros de colegio. Muchas sonrisas hipócritas y pésames cargados de palabras vacías.Todo fue diferente en el homenaje que preparamos par
Tomé un trago más grueso de café con leche para que pasara el nudo que tenía en la garganta al ver a mi hermano al otro lado de la mesa en la condición que se encontraba. Solo se limitaba a mirar los spaghettis y llenar una y otra vez la taza de café negro.La casa estaba en tinieblas, solo nos alumbraba la tenue luz del candelabro que colgaba sobre la mesa de una cadena oxidada que amenazaba con romperse. Y ya era usual, desde que murió Walter y mi abuelo, a mi alrededor sólo había silencio, un silencio que me condenaba a recordar una y otra vez lo sucedido. Miré el candelabro.—Hay que bajar eso de ahí — dije para que mi hermano se dignara siquiera a mirarme.—El abuelo lo había dicho toda la semana — sonrió —"la cadena esta oxidada, Alexander deberíamos bajarla — añadió imitando la voz del abuelo. Reímos por un poco con nostalgia.—¿Por qué no fuiste a estudiar hoy? — me preguntó después de que alfin decidiera probar la comida que con tanto tanto esfuerzo logré preparar. Tal vez te
Sé valiente, Riley.Desperté con la frase en la mente, me senté en la cama y sequé unas lágrimas fugaces.—No lágrimas — me repetí. Me incorporé despacio. Había dormido varias horas y me encontraba somnoliento, me estiré desalojando todo rastro de pereza de mi cuerpo y miré por la ventana, la misma ventana que observaba el día en que murieron mis padres. Bajé las escaleras y reprimí una sonrisa al ver el candelabro clavado aún en la mesa.La noche había caído con fuerza y una estela oscura cubría todo el cielo excepto la mancha plateada de la luna menguante que parecía una sonrisa maliciosa vigilando mis pasos. Apreté la mochila contra mi hombro, solo contenía el libro, pero sentía que el peso me hundía y que cada paso era más y más pesado, hasta que sin darme cuenta estaba de pie frente al hueco de la alambrada por donde se llegaba a la playa. Recordé con tristeza la última vez que lo crucé, y un nudo se formó en mi estómago. Crucé por el hueco casi por inercia, como instintivamente,
—No puedo creer que me convencieras de hacer esto — alegó por lo bajo Jefferson mientras fingía leer el prólogo de algún libro, Tenía tanta impaciencia que no se había percatado que lo traía al revés.—Eres como Walter. Fácil de persuadir —le dije —además, agradece que cierran muy tarde o hubiéramos tenido que entrar como dos ladrones.—Lástima que no te hubiera funcionado persuadir a Walter el día que murió — soltó, y tarde se dio cuenta de lo que había dicho, hizo ademán de disculparse, pero cambié de tema radicalmente.—¿Será buena idea entrar con alguien aquí? —señalé con la boca al chico que leía algo en el computador detrás del mostrador.—Esta librería es grande y moderna. No me extrañaría que tuviera un lujoso sistema de seguridad. Sería peligroso, así que es mejor ahora — asentí, tenía lógica —¿y como piensas averiguar lo del incendio?—Buscaré gasolina o así —sonrió de medio lado.—Que pruebas tan irrefutables.—¿Y cómo piezas hacerlo? — pregunté tomando otro libro. El chico
La tinta plateada se abría paso entre la oscuridad y escudriñaba en mis párpados entre abiertos. Un susurro con mi nombre se coló en mis oídos y me obligó a tratar de abrir más los ojos, entonces, logré percibir una luz blanca que me iluminaba desde arriba. El sonido con mi nombre se hizo más fuerte. Era una voz grabe que se arrastraba despacio entre todos los rincones de mi vaga conciencia. Con dificultad me quité la tabla que aprisionaba mi pecho y poco a poco comencé a dejar la inocente inconciencia, para regresar a la realidad.—Riley ¿estas bien? — preguntó Jefferson desde arriba del agujero. Me incorporé despacio y me senté observando a mi alrededor, estaba oscuro, pero logré percibir unas cuantas estanterías y papeles dispersos por el piso.—Estoy bien — balbuceé —¿tienes otra linterna?—Sí, tengo otra — la encendió —¿crees que puedas atraparla?—Si, hazlo — entonces la lanzó. Utilicé toda la capacidad motriz que ofrecía mi cuerpo para tomarla en el aire, pero rebotó en mi mano
Seguimos corriendo, por suerte, la cuadra era corta y logramos dar vuelta a la siguiente esquina antes de que el policía nos viera. Cuando lo hicimos me recosté contra la pared de asfalto, sentía que mi corazón explotaría en cualquier momento manchando todo. Jefferson se separó de mí y corrió hasta un auto que estaba estacionado al otro lado de la calle, frente a un bar que tenía el sonido tan alto que estaba seguro de que no habían escuchado el disparo. Se agachó con dificultad, estaba agotado igual que yo, sacó algo de debajo de una de las llantas y después de forcejear un poco con la puerta, la abrió—¡Qué haces? — le grité. Sonrió maliciosamente y su respuesta me hizo reaccionar, nos habíamos metido en un gran lío.—¿Qué esperas, Ray? — se introdujo en el auto y maldije mientras corría para alcanzarlo. ¿Cómo me había metió en ese problema? Jack seguro me hubiera asesinado si nos hubieran atrapado. Me metí en el asiento del copiloto, me lancé desde más de dos metros de distancia y
Levanté el colchón de mi cama con el manuscrito en la mano. Pensaba meterlo ahí hasta el otro día, no me apetecía leerlo, pero mientras sostenía el colchón en una mano y las hojas en la otra, me ganó la curiosidad. Me senté en el borde después de haber acomodado de nuevo el colchón, sosteniendo las hojas entre mis largos dedos.Moví la primer página, no estaba tan desgastada como en realidad debería estar, se suponía que a aquel sótano no entraban hacia años, entonces deberían estar viejas, pero no. Me levanté de la cama y Caminé hasta la pequeña estantería de libros que tenía junto a la ventana y tomé el libro que tenía el mismo título que el manuscrito. Regresé de nuevo y comparé unas cuantas páginas. Efectivamente eran iguales.Luego tomé las hojas, cada una tenía una fecha diferente en cada página, como un si fuera un diario. Cada historia había sido escrita en intervalos de dos a tres días, comenzaban el 17 de enero y terminaban el 12 de diciembre. Las hojas tenías unos treinta y
Me paralicé, mi cabeza ya no ideó respuestas estúpidas, ni coherentes, nada, hasta mi respiración pareció desaparecer ante la inexpresiva y penetrante mirada de sus ojos azules. Pasaron segundos, minutos, y ninguno habló. Ella esperaba una respuesta, y tenía que dársela, y aunque tuviera miedo tenía que hacerlo, escupirle en la cara que no podría conmigo, que no me intimidaba y que estaba dispuesto, como ella, a pasar por encima del que fuera.—Depende — dije de una manera tan calmada, pacífica y fuerte que me sorprendí a mí mismo.—¿De qué?—De lo que voy a ganar a cambio —Sonrió con suficiencia.—¿A cambio de qué? — ella estaba jugando conmigo y ya comenzaba a exasperarme.—A cambio de lo que me va a obligar a hacer —le dije ya con impaciencia y ella se recostó en el enorme sillón, tenía en la cara una expresión de fingida pena.—¿Obligar? — suspiró —sé que lo harás sin necesidad de eso — el ambiente se había tornado más cálido a causa de mi rabia, pero el aire acondicionado y el he