Me paralicé, mi cabeza ya no ideó respuestas estúpidas, ni coherentes, nada, hasta mi respiración pareció desaparecer ante la inexpresiva y penetrante mirada de sus ojos azules. Pasaron segundos, minutos, y ninguno habló. Ella esperaba una respuesta, y tenía que dársela, y aunque tuviera miedo tenía que hacerlo, escupirle en la cara que no podría conmigo, que no me intimidaba y que estaba dispuesto, como ella, a pasar por encima del que fuera.—Depende — dije de una manera tan calmada, pacífica y fuerte que me sorprendí a mí mismo.—¿De qué?—De lo que voy a ganar a cambio —Sonrió con suficiencia.—¿A cambio de qué? — ella estaba jugando conmigo y ya comenzaba a exasperarme.—A cambio de lo que me va a obligar a hacer —le dije ya con impaciencia y ella se recostó en el enorme sillón, tenía en la cara una expresión de fingida pena.—¿Obligar? — suspiró —sé que lo harás sin necesidad de eso — el ambiente se había tornado más cálido a causa de mi rabia, pero el aire acondicionado y el he
El departamento de Jack era grande y espacioso. La sala, el comedor y la cocina eran una sola habitación, dividida sólo por unas cortinas de color rosa claro. Una de las paredes era una ventana tan grande que dejaba incorporar tanta luz que al entrar tuve que entrecerrar los ojos para que se acostumbraran. Todo olía a pino, y estaba tan perfectita limpio que por ninguna parte parecía un departamento de soltero. En realidad, esperaba encontrar calzoncillos y condones por ahí.—Espero que se sientan cómodos — dijo Jack colocando mi maleta en el suelo —¿espero que no les importe compartir habitación? ——No, claro que no — dije. —Jack — dijo mi hermano rascándose el cuello —espero que no seamos una carga para ti.—¿De qué hablas? Esto es demasiado grande para los tres —Ambos nos miramos—Mi hermano no se refiere a eso — comencé a aclarar —nos referimos a una carga económica — solté y Jack se río a carcajadas. Mi hermano y yo nos miramos lentamente y luego sonreímos nerviosamente siguiénd
La brisa golpeaba mi ropa con brusquedad y, aunque fresca, sentía como me faltaba el aire mientras caminábamos por los matorrales y la arena. El cielo se había cubierto de una fila de estrellas centellantes que parecían juguetear con la luna que ya casi desaparecía por el horizonte. Hacía frío, algo bastante extraño estando al nivel del mal, pero seguro eran mis nervios, mi miedo tan palpable en el ambiente que Jefferson tubo que romper el silencio diciendo algo que me puso aún más nervioso.—No va a pasar nada —susurró.—Eso mismo dijo Walter — le respondí casi con rabia —no puedo creer que al fin me convencieras de hacer esto.Faltaba justo un metro para tocar las tablas del muelle cuando me detuve en seco. Jefferson se acercó por la espalda, me apretó los hombros con delicadeza y recuerdo el aliento cálido que se resbaló por mi cuello cuando dijo:—¿Tienes miedo? — me estaba retando, eso lo comprendí de inmediato, quería usar mi propio orgullo en mi contra.—Si — contesté casi en u
Jefferson había logrado conseguir un trabajo para mí en el taller. No tenía ni idea de autos, motos y motores, pero era un buen mandadero. Todo el día me lo pasaba de aquí para allá, llevando cosas, aflojando tuercas, levantando autos —con el gato hidráulico — cientos y cientos de cosas que ahora, aunque recuerdo, me da una tremenda flojera comenzar a enumerar. La paga no era mucha, y aunque Jack estuviera tremendamente furioso conmigo por dejar de estudiar y ponerme a trabajar, tenía que entretenerme en cualquier cosa que me ayudara a no pensar.Ya habían transcurrido dos noches desde que había estado en el muelle, y por más que quisiera no había sido capaz de armarme de valor suficiente para volver, e incluso ya había escrito en un papel la canción que cantaría, pero siempre me ideaba una excusa barata para decirme "lo haré mañana" y además, Jefferson se lo había pasado diciendo que yo cantaba como un querubín, talvez tenía razón, estaba seguro de que él no había escuchado como cant
—¿Estás loco? — preguntó Jefferson mientras metía de nuevo la cabeza dentro del capot del auto. Llevaba el overol manchado de grasa y unas gotas de sudor se deslizaban por su cabello. Recuerdo que ese día hacia demasiado calor; a lo lejos de la calle se lograba vislumbrar el reverberar sofocante sobre el pavimento, y dentro del taller no había mucha diferencia. Los trabajadores gastaban litros de agua y los overoles tenían parches de sudor hasta en donde no debería haber sudor.—Lo haré de todas maneras — le dije mientras ponía una llave sobre su mano extendida.—Eso será un suicidio — contestó con la voz amortiguada —y no puedes morir ahora.—¿Por qué? — salió de dentro del auto y me miró a los ojos.—Si llegas a morir, ¿a quién crees que seguirá usando Amelia para sus juegos sucios? —me devolvió la llave.—Alexander — susurré para mí.—Exacto.—Pero tengo que hacer esto, Jefferson, tengo que acabar rápido con todo —le insistí, sabía que lograría convencerlo.—¿Y si mueres? Como Walt
Pude haberle insistido toda la vida, y toda la vida él hubiera dicho que era demasiado arriesgado, que no quería morir, por eso esa tarde al entrar al taller, tenía la firme convicción de salir de él con Jefferson a mi lado.—Espero llegar a un acuerdo con Tigo — le dije mientras le entregaba una llave, ya no trabajaba ahí, pero tenía que convencerlo de alguna forma, así fuera solo pasándole herramientas —la otra semana entro de nuevo a estudiar y tengo que hacer esto antes.—¿Y ahora qué? —contestó con desgana —¿no me digas que las sirenas no te quisieron decir anoche su secreto? —Ni siquiera me hablaron — se rio.—¿Y te vas a rendir así de rápido? —al salir de debajo del auto se golpeó la frente con el metal. —No tengo mucho tiempo — le contesté mientras él se acariciaba la piel enrojecida—supongamos que me hubieran hablado, tendría primero que ganarme su confianza y luego escudriñar de apoco — se rascó la cabeza con desesperación. —tengo menos de dos semanas, Jefferson.—Riley, l
Después de los diez o quince minutos más largo de mi vida, la lancha al fin se detuvo igual que mi corazón. Pasé saliva más que visiblemente nervioso, y al ver a Jefferson no tuve que detenerme a observarlo para intuir que se encontraba igual.—Todo va a estar bien — dijo él en un susurro.—Ya me he dicho eso millones de veces, y Créeme, nada quiere mejorar —hablábamos en medio de susurros.—Si este plan funciona y conseguimos la pista, te prometo que sí.—No hagas promesas que no puedas cumplir — lo miré ahora a los ojos —que ellas no te vean, haré esto solo. Solo necesito que arranques la lancha cuando te lo diga — después, cubriéndose con una manta, se recostó sobre la madera.Me quedé ahí en silencio por un rato, ya ni siquiera tenía miedo, pues una vez que estás decidido a morir el resto de las cosas son demasiado insignificantes, pero te sientes como un zombi, entonces ese mismo miedo se convierte en un bálsamo, una muestra casi tangente de que aún sigues vivo, y de que lucharás
La puerta del cuarto de mi abuelo parecía más grande de lo normal, se veía tétrica angustiante y se me antojaba terriblemente frágil, como si en cualquier momento la sirena al abalanzarse sobre ella pudiera romperla; sin embargo, Jhon parecía demasiado relajado, casi luciendo con orgullo el aruñón que sobresalía de su pómulo izquierdo.—las mujeres son así — dijo cuando le pregunté si la sirena se lo había hecho —ya me empiezo a acostumbrar.—Uno nunca se acostumbra — le contestó Jefferson. Estiré la mano y tomé la perilla de la puerta.—¿Estás seguro que quieres ir solo? — preguntó Jhon, y yo asentí.—De lo único que estoy seguro es que no le agradará mucho que yo entre escoltado por un chino de dos metros y cien kilos.—No soy chino — dijo cruzándose de manos.—Fascinante — fue lo único que logré decir antes de abrir la puerta.—Estaré aquí afuera. Por si algo — dijo Jefferson y yo cerré la puerta tras de mí.Pensé que sería tal vez como una película: entraría y tardaría unos segund