La hora del encuentro se acercaba peligrosamente. Estaba metido entre la maleza cerca de la playa igual que siempre . El viento azotaba con más brusquedad de lo normal, las plantas que se agitaban en ondas diferentes me golpeaban en el rostro mientras observaba detenidamente la medalla de la lechuza. Era una lechuza común, según me había dicho Jefferson. Miré en el reloj de pulso que brillaba tenuemente. Faltaban tres minutos.El océano estaba un poco revoltoso esa noche, las olas inquietas desaparecían en la playa galopando con frenesí unas sobre otras. Me puse de pie con decisión apretando la medalla en la palma de la mano, di un par de pasos entre la maleza hasta que llegue a la playa ¿quién podía asegurar que ella traería la pista? lo más seguro era que ni siquiera se apareciera por allí esa noche. Me devolví un par de pasos hasta la frontera entre el pasto alto y la arena y caí de rodillas, hice un pequeño agujero y enterré la medalla junto con mi celular, luego clavé una rama pa
Tiempo después me di cuenta que esa noche la sirena entró por la escotilla del internado que se dirigía hacia el mar y caminó por los pacillos solitarios. El internado era grande, tenía decenas de habitaciones a los lados de un inmenso y ancho pacillo. Cada habitación tenía unos dos camarotes, para cuatro chicas, aunque en la realidad había tan pocas sirenas que ocupaban la mitad del espacio. El pacillo finalizaba en una bifurcación, al lado derecho estaba la cocina y la oficina principal, del lado izquierdo estaban los salones de clase, el baño y en el fondo, la escotilla que dirigía al océano.Se había secado un poco antes de entrar, pero caminaba por el pacillo dejando un rastro de gotas de agua. Mientras rogaba que el agua salada no le tocara las piernas y le hicieran salir la cola, escuchó la puerta de la oficina principal abrirse en el fondo. Un hombre alto cerró la puerta con llave y antes de girarse la escondió bajo el tapete. Lo primero que logró hacer fue abrir una de las pu
Jhon Lee lo pudo haber negado mil veces, pero yo estaba seguro que disfrutaba empujarme en la silla de ruedas por todo el hospital. Al ser el hijo del dueño tenía libertad de merodear por todo el recinto y tener acceso ilimitado. Después de buscarme en la playa me llevó al hospital y él mismo me remendó cual muñeco de felpa descosido, luego, un especialista me hizo un par de estudios y dijo con que lo único que tenía era cansancio acumulado, así que Lee trajo una silla de ruedas y me obligó a sentarme, y antes de darme un tour por todo el complejo, compró ropa seca en una tienda de enfrente y me la lanzó a la cara diciendo algo como: ”hueles a sardina enlatada”Luego visitamos los niños con cáncer, y Lee resultó tener bastante empatía con ellos, les leyó un cuento y tocó un instrumento que se parecía mucho a una flauta volteada hacia un lado en miniatura. Yo permanecí sentado observándolo, viendo en carne propia como una persona podía nacer para los demás, vivir para los demás. Luego
El parque de las mariposas era un lugar demasiado visitado, un turismo que aumentaba cuando las mariposas cruzaban en su afán por migrar. Como siempre, muchas de las personas de la región aprovechaban las masas para hacer dinero. Alrededor del parque había hoteles, piscinas, restaurantes, gente tomando fotos por aquí y por allá y cobrando por ello un ojo de la cara, y también una nariz y un diente si quedaba bien enfocada; Ni hablar de los restaurantes, caros, con velas y manteles de ceda. Pero había también baratos, si se puede llamar así.El Corrientazo era pequeño, atestado de gente y con un fuerte olor a carne frita y cebolla.Me quedé de pie junto al cartel del menú, que estaba pintado en una cartulina sucia con un marcador rosa intenso que fallaba a ratos, viendo los precios. Saqué mi billetera y conté los billetes. Por obvias razones, el dinero que traía la noche anterior se había arruinado con el agua, así que tuve que pedirle prestado a Jhon Lee.—¿Sabes? — dijo ella mirando
Había intentado convencerla por todos los medios posibles, pero comenzaba a descubrir que Meredith era una chica bastante firme.—No es mi problema —había dicho —les conseguí la información que pude y hasta ahí los vos a ayudar.—Creo que necesitaremos más de ti —le dijo Jefferson y ella puso los brazos como jarras.—Ya les dije…—Levame a mi —le interrumpió y todos fruncimos en ceño —en un mes, cuando obliguen a otra sirena a hacer el rapto yo iré.—No —le dije poniéndome de pie —es muy peligroso —el asintió.—Lo sé, pero es la única forma de salvar a Walter —Jhon, que permanecía parado inmóvil en una esquina se acarició el mentón.—La sirena tiene razón —dijo —lo mejor es encontrar el remitente e intercambiarlo por él.—¿Y si no lo encontramos? —le preguntó Jefferson con las manos en el aire y el muchacho se encogió de hombros.—Pues ya veremos, pero aún hay un mes —Jefferson y yo nos miramos, Walter tenía cáncer, no tendría un mes. Me recosté pesada mente en el sofá mientras me apr
Capítulo 27Nos habíamos quedado sentados en las escaleras bajo la sombra del enorme árbol que había sembrado junto a la calle. Después de rogarle por más de una hora llegamos a lo conclusión de que hablaría con Coráima y Oriana para ver quién podía ser mi novia por una noche.—Si quiero sacarle información a Jack tengo que comenzar a portarme bien —le dije y ella bufó, tal vez me consideraba un niñito dependiente y mimado.Nos quedamos en silencio un rato mirando el reverberar del sol sobre el pavimento, el viento comenzó en pujar una humarada de polvo que pasó como un espíritu intangible cubierto por un velo marrón y moteado, le despeinó el cabello a Meredith y refrescó mi cuerpo. Hacía semanas que no hacía un día tan cálido, era un día perfecto para ir al lago. Miré a la chica que estaba sentada a mi lado, tenía el ropa suelta y dejaba la piel al descubierto, una piel tersa y pálida, hermosa a mi parecer, recuerdo que tuve que contenerme para no levantar la mano y acariciarle el br
Había llegado a casa temprano esa noche, tanto que Alexander se sorprendió al verme y logré ayudar a Jack con la cena. La actitud de mi padrino se me había hecho extraña, estaba distraído y nunca me preguntó dónde estaba ni qué había hecho en el día, no obstante, sí que me presionó para que me pusiera al día en los deberes de la escuela.—¿Les parece si traigo a cenar mañana a mi novia? —les pregunté en medio de la cena y los dos asintieron con la cabeza —ya sabrán por qué me mantiene fuera de casa —reí, pero no me siguieron, así que me metí una enorme cucharada de ensalada a la boca.—¿Cómo se llama? —preguntó mi hermano —nunca te vi con nadie, ¿Cómo se conocieron y hace cuánto? —no podía decirle ningún nombre, ni siquiera sabía si sería Coráima u Oriana.—Mañana hablaremos de eso —le dije como única respuesta y él se encogió de hombros. Jack comía en silencio mirando un punto fijo en el mantel de la mesa. A través de la enorme ventana las luces de la ciudad le daban de perfil y crea
—Traje de este vino —dijo Meredith tendiéndome la botella y yo me quedé ahí paralizado.—Pensé que venía una de tus amigas —le dije y recibí el vino con manos temblorosas.—Pues vine yo —dijo y sonrió con nerviosismo. Alexander apareció por el hueco que dejaba mi cuerpo y el marco y cuando vio a Meredith abrió los ojos, luego le dio un fuerte abrazo y un sonoro beso en la mejilla.—Soy tu cuñado —le dijo —me llamo Alexander, pero me puedes decir Axi —la guió con la mano en la espalda hacia adentro y yo me golpeé la cabeza con la puerta al cerrarla —Él Jack , es el gruñón padrino de Riley —le señaló y el hombre la miró con una expresión fría y neutra.—Mi nombre es Meredith —dijo ella y saludó con la mano. —Bienvenida, Meredith —le dijo Jack y le señaló el asiento frente a él. Meredith volteó hacia atrás buscándome y la alcancé sentándome junto a ella —entonces tu eres la que ha tenido a mi ahijado tan ocupado estos días —le dijo Jack y ella asintió con una sonrisa —ya veo por qué, er