Después de los diez o quince minutos más largo de mi vida, la lancha al fin se detuvo igual que mi corazón. Pasé saliva más que visiblemente nervioso, y al ver a Jefferson no tuve que detenerme a observarlo para intuir que se encontraba igual.—Todo va a estar bien — dijo él en un susurro.—Ya me he dicho eso millones de veces, y Créeme, nada quiere mejorar —hablábamos en medio de susurros.—Si este plan funciona y conseguimos la pista, te prometo que sí.—No hagas promesas que no puedas cumplir — lo miré ahora a los ojos —que ellas no te vean, haré esto solo. Solo necesito que arranques la lancha cuando te lo diga — después, cubriéndose con una manta, se recostó sobre la madera.Me quedé ahí en silencio por un rato, ya ni siquiera tenía miedo, pues una vez que estás decidido a morir el resto de las cosas son demasiado insignificantes, pero te sientes como un zombi, entonces ese mismo miedo se convierte en un bálsamo, una muestra casi tangente de que aún sigues vivo, y de que lucharás
La puerta del cuarto de mi abuelo parecía más grande de lo normal, se veía tétrica angustiante y se me antojaba terriblemente frágil, como si en cualquier momento la sirena al abalanzarse sobre ella pudiera romperla; sin embargo, Jhon parecía demasiado relajado, casi luciendo con orgullo el aruñón que sobresalía de su pómulo izquierdo.—las mujeres son así — dijo cuando le pregunté si la sirena se lo había hecho —ya me empiezo a acostumbrar.—Uno nunca se acostumbra — le contestó Jefferson. Estiré la mano y tomé la perilla de la puerta.—¿Estás seguro que quieres ir solo? — preguntó Jhon, y yo asentí.—De lo único que estoy seguro es que no le agradará mucho que yo entre escoltado por un chino de dos metros y cien kilos.—No soy chino — dijo cruzándose de manos.—Fascinante — fue lo único que logré decir antes de abrir la puerta.—Estaré aquí afuera. Por si algo — dijo Jefferson y yo cerré la puerta tras de mí.Pensé que sería tal vez como una película: entraría y tardaría unos segund
La hora del encuentro se acercaba peligrosamente. Estaba metido entre la maleza cerca de la playa igual que siempre . El viento azotaba con más brusquedad de lo normal, las plantas que se agitaban en ondas diferentes me golpeaban en el rostro mientras observaba detenidamente la medalla de la lechuza. Era una lechuza común, según me había dicho Jefferson. Miré en el reloj de pulso que brillaba tenuemente. Faltaban tres minutos.El océano estaba un poco revoltoso esa noche, las olas inquietas desaparecían en la playa galopando con frenesí unas sobre otras. Me puse de pie con decisión apretando la medalla en la palma de la mano, di un par de pasos entre la maleza hasta que llegue a la playa ¿quién podía asegurar que ella traería la pista? lo más seguro era que ni siquiera se apareciera por allí esa noche. Me devolví un par de pasos hasta la frontera entre el pasto alto y la arena y caí de rodillas, hice un pequeño agujero y enterré la medalla junto con mi celular, luego clavé una rama pa
Tiempo después me di cuenta que esa noche la sirena entró por la escotilla del internado que se dirigía hacia el mar y caminó por los pacillos solitarios. El internado era grande, tenía decenas de habitaciones a los lados de un inmenso y ancho pacillo. Cada habitación tenía unos dos camarotes, para cuatro chicas, aunque en la realidad había tan pocas sirenas que ocupaban la mitad del espacio. El pacillo finalizaba en una bifurcación, al lado derecho estaba la cocina y la oficina principal, del lado izquierdo estaban los salones de clase, el baño y en el fondo, la escotilla que dirigía al océano.Se había secado un poco antes de entrar, pero caminaba por el pacillo dejando un rastro de gotas de agua. Mientras rogaba que el agua salada no le tocara las piernas y le hicieran salir la cola, escuchó la puerta de la oficina principal abrirse en el fondo. Un hombre alto cerró la puerta con llave y antes de girarse la escondió bajo el tapete. Lo primero que logró hacer fue abrir una de las pu
Jhon Lee lo pudo haber negado mil veces, pero yo estaba seguro que disfrutaba empujarme en la silla de ruedas por todo el hospital. Al ser el hijo del dueño tenía libertad de merodear por todo el recinto y tener acceso ilimitado. Después de buscarme en la playa me llevó al hospital y él mismo me remendó cual muñeco de felpa descosido, luego, un especialista me hizo un par de estudios y dijo con que lo único que tenía era cansancio acumulado, así que Lee trajo una silla de ruedas y me obligó a sentarme, y antes de darme un tour por todo el complejo, compró ropa seca en una tienda de enfrente y me la lanzó a la cara diciendo algo como: ”hueles a sardina enlatada”Luego visitamos los niños con cáncer, y Lee resultó tener bastante empatía con ellos, les leyó un cuento y tocó un instrumento que se parecía mucho a una flauta volteada hacia un lado en miniatura. Yo permanecí sentado observándolo, viendo en carne propia como una persona podía nacer para los demás, vivir para los demás. Luego
El parque de las mariposas era un lugar demasiado visitado, un turismo que aumentaba cuando las mariposas cruzaban en su afán por migrar. Como siempre, muchas de las personas de la región aprovechaban las masas para hacer dinero. Alrededor del parque había hoteles, piscinas, restaurantes, gente tomando fotos por aquí y por allá y cobrando por ello un ojo de la cara, y también una nariz y un diente si quedaba bien enfocada; Ni hablar de los restaurantes, caros, con velas y manteles de ceda. Pero había también baratos, si se puede llamar así.El Corrientazo era pequeño, atestado de gente y con un fuerte olor a carne frita y cebolla.Me quedé de pie junto al cartel del menú, que estaba pintado en una cartulina sucia con un marcador rosa intenso que fallaba a ratos, viendo los precios. Saqué mi billetera y conté los billetes. Por obvias razones, el dinero que traía la noche anterior se había arruinado con el agua, así que tuve que pedirle prestado a Jhon Lee.—¿Sabes? — dijo ella mirando
Había intentado convencerla por todos los medios posibles, pero comenzaba a descubrir que Meredith era una chica bastante firme.—No es mi problema —había dicho —les conseguí la información que pude y hasta ahí los vos a ayudar.—Creo que necesitaremos más de ti —le dijo Jefferson y ella puso los brazos como jarras.—Ya les dije…—Levame a mi —le interrumpió y todos fruncimos en ceño —en un mes, cuando obliguen a otra sirena a hacer el rapto yo iré.—No —le dije poniéndome de pie —es muy peligroso —el asintió.—Lo sé, pero es la única forma de salvar a Walter —Jhon, que permanecía parado inmóvil en una esquina se acarició el mentón.—La sirena tiene razón —dijo —lo mejor es encontrar el remitente e intercambiarlo por él.—¿Y si no lo encontramos? —le preguntó Jefferson con las manos en el aire y el muchacho se encogió de hombros.—Pues ya veremos, pero aún hay un mes —Jefferson y yo nos miramos, Walter tenía cáncer, no tendría un mes. Me recosté pesada mente en el sofá mientras me apr
Capítulo 27Nos habíamos quedado sentados en las escaleras bajo la sombra del enorme árbol que había sembrado junto a la calle. Después de rogarle por más de una hora llegamos a lo conclusión de que hablaría con Coráima y Oriana para ver quién podía ser mi novia por una noche.—Si quiero sacarle información a Jack tengo que comenzar a portarme bien —le dije y ella bufó, tal vez me consideraba un niñito dependiente y mimado.Nos quedamos en silencio un rato mirando el reverberar del sol sobre el pavimento, el viento comenzó en pujar una humarada de polvo que pasó como un espíritu intangible cubierto por un velo marrón y moteado, le despeinó el cabello a Meredith y refrescó mi cuerpo. Hacía semanas que no hacía un día tan cálido, era un día perfecto para ir al lago. Miré a la chica que estaba sentada a mi lado, tenía el ropa suelta y dejaba la piel al descubierto, una piel tersa y pálida, hermosa a mi parecer, recuerdo que tuve que contenerme para no levantar la mano y acariciarle el br