Los hechos aún están tan frescos en mi mente que a veces me cuesta trabajo regresar a la realidad y no perderme en el hilo de los recuerdos. Muerte, sangre, las heridas en mi alma cicatrizaron, pero el recuerdo a veces es más doloroso. Sé que pude haber hecho las cosas mejor, actuar con más madures.
Cómo todas las tardes salí de la escuela y me dirigí a casa, caminé despacio entre la multitud de estudiantes que se aglomeraban en la puerta de salida esperando el ansioso momento para salir de aquel encierro semanal para empezar un fin de semana " Según ellos Excitante". Pero yo, como siempre me quedaría en la tienda del abuelo devorando libros y atendiendo gente. Sé que no era tan malo, pero me aburría, sentía que para mí ni el cielo era el límite, quería volar, viajar, conocer. Algún día, cumpliría mi sueño, viajar a través de la inmensidad del océano, encontrarme con ancianos en los puertos para que me contaran sus historias en las que vencen temibles tormentas y se quedan siempre con la chica. Pero en el fondo sabía que que era algo que no pasaría, no podría dejar nunca a mi abuelo y a mi hermano. esa era la razón, creía yo, y era válida, pero con el pasar de los años me di cuenta que, en el fondo, no lo era, mi problema era el miedo, miedo a entrar en el mar por ellas, las causantes del principio y del fin de esta historia.
Aunque las sirenas sólo se encontraban en la costa de esa pequeña ciudad, mi miedo al mar se extendió, y más que miedo, sentía pavor a ser atacado por una de ellas. Muchas personas habían desaparecido en sus manos, siempre eran jóvenes, y en esa pequeña ciudad era inevitable no reconocer los rostros de los chicos que aparecían en los periódicos con el título "DESAPARECIÓ EN LA COSTA EL DÍA DE AYER".
los barcos que antes navegaban cerca de la orilla trasportando mercancía y pasajeros habían soltado anclas hacía tiempo y se oxidan lentamente.
Caminaba por la cera izquierda cuando sentí pasos que se acercaban corriendo y no tuve que mirar para saber quién era.
—Hola, Riley — dijo la voz. Me giré rápido y vi a mi amigo Walter correr para alcanzarme
— ¿Por qué siempre andas tan rápido? — dijo cuando me alcanzó. Su cabello negro estaba despeinado y sus ojos azules miraban por encima de mi hombro. miré disimuladamente cuando me di la vuelta para seguir caminando, veía el océano.
—No voy rápido — dije secamente, metí mis manos en los bolsillos y seguí caminando.
—Claro que sí. Pero, en fin. ¿qué harás mañana sábado?
—Cuidar la librería — respondí de nuevo sin sacar las manos de mis bolsillos que estaban llenos de papeles de dulces y unas cuantas evaluaciones hechas picadillo
—¿De nuevo? — se quejó rascándose el cuello. Se veía ansioso y un poco más pálido de lo norma.
—Mi abuelo Necesita ayuda —le dije y luego lo miré caminar a mi lado —¿si fuiste a que te hicieran los exámenes de sangre? asintió mirando al frente, y una pequeña arruga se le formó en medio de las cejas —¿aún te duele el estómago? —él negó y sacudió la cabeza.
—Sé que tu abuelo necesita ayuda — dijo poniéndose en frente mío y sujetándome por los hombros —sólo una noche y ya.
—No te apoyaré en este plan suicida — dije levantando la mirada para poder ver sus ojos azules, él era más alto que yo, un poco. Me superaba en tres años de edad completos, ya que yo había cumplido los dieciocho y él cumplía los veintiuno una semana después. Era mi único amigo, pero yo no era su único amigo, él a veces estaba con Jefferson y muy pocas veces, casi nunca, llegábamos a coincidir. En realidad, yo era un chico retraído y me costaba bastante hacer amigos, no en tendí el por qué hasta después de muchos años, ya que no era tímido, nada nada de eso, solo que me aburría no poder tener con nadie una conversación en la que habláramos de libros y música, no sólo tetas, fiestas y redes sociales.
—Vamos... solo iremos las vemos y volveremos — siguió insistiendo.
—Es peligroso —le insistí, solo pensar en su idea loca me revolvía el estómago.
—Sí, lo sé, ¿vamos? — dijo poniendo una mueca dejando ver gran parte de su boca, dientes y lengua. Saqué mi mano del bolsillo apretando los papeles. Lo que haría me costaría un diente, seguro que sí. Lancé a su cara los papeles y salí corriendo y mientras huía pude escuchar como escupía papeles por todos lados, e igual que siempre sentía la necesidad de devolver el tiempo y remediar lo hecho, como siempre sucedía en mi vida, pensaba demasiado rápido y luego, ya era tarde. pero igual que siempre, lo único que me quedaba era enfrentarlo.
No quería tener esa conversación con él porque sabía que al final terminaría por convencerme. Era una idea estúpida sin contar que arriesgada.
Cuando me alcanzó me tomó por el cuello frenando secamente mi avance, caímos sentados en el pavimento, la gente que pasaba nos miraba como bichos raros, y yo, simplemente disfrutaba forcejear con él, tratar de demostrarle que no podía conmigo, aunque sabía que tenía a un chico de metro ochenta y quien sabe cuántos quilos de masa muscular tratando de manejarme.
Enterró sus dedos en mis costillas y me retorcí como un gusano tratando de escapar, pero fue en vano.
—Odio que me hagas bromas — dijo desde mi espalda.
—Ya — dije tratando de respirar a causa de la risa —por favor.
—Te suelto si me acompañas mañana a ver a las sirenas.
—Igual me tendrás que soltar algún día — traté de meterle los dedos a la nariz, pero atrapó mi mano con su brazo y el torso.
—Vamos, eres mi único amigo ¿A quién más le puedo decir? — dijo enterrando más sus dedos en mis costillas —no puedo morir sin ver una.
—Díselo a Jefferson —me comenzaba a doler el estómago.
—Él no me apoyará en esto — dijo después de soltarme. Me puse de pie y acaricié mi estomago que dolía como el demonio —es igual de amargado que tú. Se la llevarían bien — añadió estirando la mano para que lo ayudara.
—No te acompañaré a hacer eso, es un suicidio. Si, sé que que dicen que son hermosas, pero no dejan de ser criaturas sin conciencia, como un tiburón o una piraña — le dije sin ayudarlo a levantar. Se incorporó rápido y me miró a los ojos desafiante, una mirada penetrante y atemorizante.
—Dime Riley — su voz era ronca y su aliento me golpeó despacio —si tú me dices que nunca en la vida has sentido curiosidad de ver una sirena o de ver el agua del mar de cerca, te juro por mis padres que desistiré de la idea de ir hasta allá y ver una, se honesto Ray — fue entonces cuando tuve la oportunidad en mis manos, la oportunidad de haberlo cambiado todo, de haber evitado tanto. La tuve tan cerca que no la pude ver, la idea de conocer el mar fue superior a mi instinto de supervivencia, el simple hecho de cumplir un sueño nos metió a todos en un fango sin salida, en el que entre más forcejees más te hundes. un acto inmaduro y sobre todo egoísta.
—Lo del mar suena tentador — solté afín y la cara de Walter se iluminó.
—Mañana a las seis — afirmó como despedía. Veinticuatro horas antes de que cambiará mi vida, pero sobre todo la suya.
Esa tarde no fui directamente a casa, pasé primero por la heladería donde el señor gordo me refunfuñó por no tener el dinero completo, pero de igual forma me dio el helado. El parque estaba lleno de personas que disfrutaban del calor del sol abrasador en la piel y de la briza marina que arremolinaba las hojas de las palmeras y de los árboles de mango que, cargados de dulces frutos, eran asaltados por niños hábiles y hambrientos.
Recuerdo claramente que me senté en la esquina de una banca a devorar mi helado mientras observaba en el horizonte como el sol se hundía en el mar. Pensé por un rato la ide de Jefferson y entre más lo hacía más me convencía que era pésima. Bajé la cabeza y entre los miles de recuerdos que se amontonan ahora en mi mente pienso que no debí haberla levantado, ¿Hubiera sido mejor? No lo sé, porque la encontré en cuanto lo hice, a mi mayor amor y mi mayor dolor, con el cabello negro ondeando al viento y la ropa holgada queriendo ser arrancada de su pálido cuerpo, el sombrero de alas grandes salió despedido de su cabeza y rodó por el suelo sucio como repelido por un imán y se enredó en mis piernas.
La muchacha comenzó a avanzar hacia mí, con paso decidido y mi corazón dio un vuelco enorme. En ese entonces no era precisamente tímido, pero la muchacha era bastante atractiva y me quedé enmudecido con el sombrero en las manos después de recogerlo.
—Lo siento —dijo cuando estuvo a un metro de mí y yo asentí con la cabeza, luego negué.
—Hace mucho viento —me aventuré a decir, y ella ladeó la cabeza. No sonreía y me miraba como des confiada. Estiró la mano para que le entregara el sombrero, pero yo estaba nervioso y terminé estrechándola —me llamo Riley —ella asintió y se sacudió de mi agarre.
—Mi sombrero —dijo y cuando entendí la cara se me debió hacer puesto tan roja como una manzana. Le entregué el sombrero y ella se alejó recorriendo el mismo camino por el que había llegado a mí y me puse de pie para hablarle, para decirle cualquier cosa, pero de la boca no me salió ni una palabra.
El helado goteaba derretido por mi mano y yo me quedé mirando la figura delgada hasta que desapareció en el horizonte como el sol entre el mar.
No pude quitarme el asunto de la cabeza en todo el día. ¿cómo podía persuadir a la persona más testaruda y adicta a la adrenalina del mundo que no arriesgara su vida? Era una batalla casi pérdida, como la vez que lo quise convencer de que no corriera esa carrera con el chico nuevo y terminó rompiéndose la clavícula contra un poste de luz, creo que le dolió más pagar las reparaciones de su moto que el hueso roto.Walter se iría para el extranjero con sus padres, se quedaría allí, y temía que ellos no le permitieran volver. Aunque era un hombre adulto consciente y capaz, dependía de la ayuda monetaria que le daban. Según él, acabaría su carrera de medicina y trabajaría para pagar su residencia, para no depender de ellos.Cientos de veces le había tratado de convencer para que se fuera con sus padres, allá tendría más oportunidades de abrirse camino en el mundo, pero siempre me había dicho que no, que amaba su tierra y no la quería dejar. Pero en el fondo yo sabía que había otra razón, a
Desperté despacio y con calma. Había olvidado cerrar la ventana en la noche y la brisa marina entraba en la habitación llenándola de un aire salado. La mañana era soleada, el océano estaba calmado y en silencio, como una planta carnívora esperando el momento en que su presa cayera en la trampa y fuera borrada para siempre.Me levanté de la cama rascándome los ojos, aún era temprano, casi las seis. La librería se abría a las ocho, así que tendría de las ocho hasta las seis de la tarde para idear un plan y convencer a Walter de no ir al mar, pensé decir que me dolía el estómago o algo así.Después de darme una ducha, desordené por completo mi closet buscando ropa cómoda y bajé las escaleras casi arrastrando los pies por los escalones de madera antigua que rechinaban ante mi peso como una tétrica casa del terror.Entré en la cocina, mi abuelo estaba parado en frente de la estufa, con la mano puesta en la perilla y los ojos bien abiertos, esperando el momento en que la leche hirviera para
Me despedí del abuelo y caminé con Walter hasta la calle, sentía un vacío en el estómago y me temblaban las manos. Walter caminaba delante de mí con paso decidido.—No voy a ir — dije interponiéndome en su camino —ni tu tampoco.—Claro que voy — me esquivó y siguió caminando —si no quieres ir, pues ya no vas y punto.—Es peligroso, por favor, no lo hagas — Comencé a seguirlo mientras le seguía hablando, pero él me ignoró —¡No!— mi grito resonó por la calle e hizo eco haciendo que Walter frenara en seco —morirás — añadí, él se dio la vuelta despacio hasta quedar en frente mío. Sus ojos azules brillan con la luz del sol que se desvanecía lentamente dejando una estela naranja en el cielo y dándoles un brillo peculiar.—No moriré, tendré cuidado, estás siendo un exagerado —se cruzó de brazos—Con tal de salvar tu vida estaría dispuesto hasta a pelear contigo y que me dieras una paliza — dije caminando hacia él —¿si me vez herido no irías?—Que bien me conoces — contestó irónico —por desgr
Tantas fueron las veces que había querido estar en el océano, contemplando las estrellas y las olas que golpeaban con suavidad las embarcaciones como dando un saludo suave sobre la superficie oxidada por la sal. Pero jamás me imaginé que mi primer acercamiento al mar terminaría como término esa noche, como me cambió la vida después de eso es algo que me marcó para siempre.El silencio y el miedo se apoderaron de mí mientras flotaba en el agua. Las nubes comenzaron a formarse alrededor de la luna opacado su brillo. La oscuridad y el frío del agua me empezaron a sofocar, una niebla espesa comenzó a formarse alrededor de mis ojos impidiendo que lograra ver más allá de mi nariz.Ni siquiera el mar parecía vivo, pero de repente, las olas comenzaron a agitarse más rápido de lo que yo creía normal. Un fuerte relámpago palpitó sobre la tierra sacándome de mi ensimismamiento.Ya no había nada que yo pudiera hacer en ese momento, Walter no estaba, y sabía que era en vano buscarlo yo solo. De re
El policía puso de nuevo las manos en la mesa fría de metal que estaba en frente mío.—Y... ¿Se lo llevaron así, sin más? — volvió a preguntar. Observé la habitación de interrogatorios, típica: gris, una mesa en la mitad, dos sillas, y el espejo que me devolvía una imagen horrorosa de mí mismo: mis ojos estaban hinchados, la tenue luz del bombillo acentuaba aún más la palidez de mi rostro, y las ojeras, más que cansancio, denotaban dolor, miedo y frustración.—Ya te dije que si — conteste secante —sólo se lo llevo y ya, no pude hacer más — Jack levantó la mirada y sus ojos se clavaron en Los míos.—Ray... te conozco desde que eras un bebé, sé que eres muy detallista y observador, y también sé que es un día duro para ti, pero tienes que contarme cada detalle — hablaba despacio y con calma, como si creyera que saldría corriendo si levantaba el tono.—ya lo hice — contesté —todo fue tan rápido que no hay más detalles, Walter murió por mi culpa al igual que mi abuelo — Jack tomó su silla
El funeral de mi abuelo trascurrió sin ningún contra tiempo. Las lágrimas escaparon de mis demacrados ojos cuando su ataúd se empezó a sumergir en la tierra. Las palas cubrieron el cajón de madera, dejando atrás todo recuerdo tangible de lo que alguna vez fue.No pude evitar que el alma se me partiera en dos cuando me volví hacia Alex, cientos de fragmentos rodaron por el césped del cementerio cuando sus ojos se clavaron en los míos; no tenía ninguna expresión en el rostro, pero sus ojos demostraron todo el dolor que contenía su espíritu. Ni una lágrima, ni un gesto, escasamente desvío la mirada que se clavó de nuevo en los hombres que seguían llenando el agujero. Hasta que lo cubrieron por completo.Más de doscientas personas nos acompañaron en el funeral, unos que nunca había visto, otros con los que nunca había hablado, unos cuantos vecinos y compañeros de colegio. Muchas sonrisas hipócritas y pésames cargados de palabras vacías.Todo fue diferente en el homenaje que preparamos par
Tomé un trago más grueso de café con leche para que pasara el nudo que tenía en la garganta al ver a mi hermano al otro lado de la mesa en la condición que se encontraba. Solo se limitaba a mirar los spaghettis y llenar una y otra vez la taza de café negro.La casa estaba en tinieblas, solo nos alumbraba la tenue luz del candelabro que colgaba sobre la mesa de una cadena oxidada que amenazaba con romperse. Y ya era usual, desde que murió Walter y mi abuelo, a mi alrededor sólo había silencio, un silencio que me condenaba a recordar una y otra vez lo sucedido. Miré el candelabro.—Hay que bajar eso de ahí — dije para que mi hermano se dignara siquiera a mirarme.—El abuelo lo había dicho toda la semana — sonrió —"la cadena esta oxidada, Alexander deberíamos bajarla — añadió imitando la voz del abuelo. Reímos por un poco con nostalgia.—¿Por qué no fuiste a estudiar hoy? — me preguntó después de que alfin decidiera probar la comida que con tanto tanto esfuerzo logré preparar. Tal vez te
Sé valiente, Riley.Desperté con la frase en la mente, me senté en la cama y sequé unas lágrimas fugaces.—No lágrimas — me repetí. Me incorporé despacio. Había dormido varias horas y me encontraba somnoliento, me estiré desalojando todo rastro de pereza de mi cuerpo y miré por la ventana, la misma ventana que observaba el día en que murieron mis padres. Bajé las escaleras y reprimí una sonrisa al ver el candelabro clavado aún en la mesa.La noche había caído con fuerza y una estela oscura cubría todo el cielo excepto la mancha plateada de la luna menguante que parecía una sonrisa maliciosa vigilando mis pasos. Apreté la mochila contra mi hombro, solo contenía el libro, pero sentía que el peso me hundía y que cada paso era más y más pesado, hasta que sin darme cuenta estaba de pie frente al hueco de la alambrada por donde se llegaba a la playa. Recordé con tristeza la última vez que lo crucé, y un nudo se formó en mi estómago. Crucé por el hueco casi por inercia, como instintivamente,