Cap° 4

Me despedí del abuelo y caminé con Walter hasta la calle, sentía un vacío en el estómago y me temblaban las manos. Walter caminaba delante de mí con paso decidido.

—No voy a ir — dije interponiéndome en su camino —ni tu tampoco.

—Claro que voy — me esquivó y siguió caminando —si no quieres ir, pues ya no vas y punto.

—Es peligroso, por favor, no lo hagas — Comencé a seguirlo mientras le seguía hablando, pero él me ignoró —¡No!— mi grito resonó por la calle e hizo eco haciendo que Walter frenara en seco —morirás — añadí, él se dio la vuelta despacio hasta quedar en frente mío. Sus ojos azules brillan con la luz del sol que se desvanecía lentamente dejando una estela naranja en el cielo y dándoles un brillo peculiar.

—No moriré, tendré cuidado, estás siendo un exagerado —se cruzó de brazos

—Con tal de salvar tu vida estaría dispuesto hasta a pelear contigo y que me dieras una paliza — dije caminando hacia él —¿si me vez herido no irías?

—Que bien me conoces — contestó irónico —por desgracia no estas herido — empezó a caminar, sus pasos eran fuertes y firmes. Me quedé parado viendo como se alejaba. Él no estaba enojado, claro que no. Era puro chantaje psicológico. Pero yo no lo iba a dejar arriesgarse de esa manera. claro que no.

Comencé a correr hacia él, y en determinado momento me tiré al piso gritando de dolor.

—¡auch! — grité —¡mi tobillo! — mi plan funcionó, Walter se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia mí con una sonrisa de "que idiota" marcada en la cara. A veces me sorprendía de lo mucho que llegaba a conocer a una persona.

—¿Ves lo que te ganas por correr de esa manera?— dijo sujetando mi tobillo izquierdo y levantándolo un poco en el aire, comenzó a moverlo en todas direcciones y yo hacía gestos de dolor. Dejó mi pie en el suelo y ayudó a ponerme de pie —Vamos, camina — me dijo haciendo un ademán hacia él que se había alejado un poco. Comencé a caminar cojeando exageradamente. Levanté la mirada y me choqué con sus ojos azules que me miraban con irá.

—¿Que? — pregunté con un gesto de dolor.

—Te estabas quejando del pie izquierdo y ahora cojeas del derecho — dicho esto, emprendió de nuevo marcha. Corrí detrás y me puse en frente.

—¿Dime por qué quieres hacer esto? —le pregunté más calmado y él no me miró a la cara cuando habló.

—No sé si mis padres me permitan volver después de las vacaciones, y quería hacer una última locura en mi ciudad con mi amigo —dejé escapar un suspiro de resignación y él sonrió.

—Hablas como si nunca fueras a volver —se encogió de hombros y y me empujó por el hombro obligándome a avanzar —No nos tardaremos. Me aseguraré de eso — en su cara se formó una sonrisa maliciosa, sus mejillas ya estaban rojas por la emoción mientras que yo debía estar pálido como un zombi —espero no tener que decir "te lo dije" cuando nos estén comiendo vivos.

………………………                   ……………….         ………………..

La brisa marina golpeó mi rostro con delicadeza, los mechones negros del cabello de Walter ondeaban como una bandera y sus ojos azules se clavaron en el horizonte mientras observaba el atardecer. El sol en agonía que se hundía lentamente en el océano dejaba una manta rosa y naranja que se esparcía como pinceladas de un gran artista por el cielo que se empezaba a tornar azul oscuro, unas cuantas estrellas aparecían en el paisaje dándole un aire más mítico al firmamento.

Aún faltaban unos doscientos metros para llegar a la orilla del mar cuando Walter se detuvo y lo observó.

—No te estoy obligando a hacer nada — dijo.

—No te dejaré hacer esto solo — contesté también mirando el cielo naranja.

—No podemos ir aún. Tenemos que esperar hasta que caiga la noche — dijo sentándose en la arena y señalando hacia un pequeño edificio que se veía a lo lejos como un pequeño faro que parecía una silueta al contraste con el atardecer —hay guardias.

—Lo tenías bien pensado — dije sentándome a su lado.

—Si — hubo un silencio incómodo y fue extraño, Walter y yo nunca teníamos silencios incómodos, tal vez sabíamos qué tema quería tocar yo.

—¿Por qué te vas? — pregunté y pude notar como su cuerpo se tensionaba.

— Son mis padres... ellos quieren que acabe allá mi carrera. Debe ser para que me aleje de él — levantó la mirada con nerviosismo y sus mejillas enrojecieron como el mismo atardecer.

—¿Quién es él? — pregunté mientras me acercaba más a mi amigo.

 —Te lo contaré luego, es una historia larga —asentí poco convencido, de todas formas, teníamos tiempo.

Después de un rato de charla incómoda Walter se relajó un poco y la conversación se hizo más amena, tanto que mis carcajadas resonaban y Walter hacia ademán de taparme la boca para que no hiciera ruido, un rato típico entre los dos.

El sol pereció y dio paso a la plateada luna llena que embargaba con su tenue luz la superficie azulada del mar sereno. Estábamos a un paso de pisar el muelle que se adentraba unos treinta metros mar adentro y Walter fue el primero en empezar a avanzar, le seguí y las rodillas me temblaban, la madera crujía a nuestros paso amenazando con romperse y dejarnos caer en la helada agua salada.

El faro era una silueta difusa. Nunca habían vuelto a encender su luz, ¿para qué?, no había ya barcos que guiar.

Al fin, después de caminar muy despacio y yo luchando con mi fuerza de voluntad para no volverme y correr hacia la seguridad de la playa, llegamos al final del muelle.

Aunque nunca había visto el mar de cerca, mi primer encuentro con él no fue tan mágico como lo había imaginado, esperaba algo más cursi. Pero el hecho de que estuviera arriesgando mi vida hacía que todo pareciera menos hermoso.

Me quedé de pie mirando como Walter se sentaba confiado en el borde y descolgaba los pies. Palmoteó varias veces la madera junto a él indicando que me sentara a su lado.

Caminé inseguro y antes de sentarme me cercioré que no hubiera nada en el fondo que me halara del pie, había, desde el muelle hasta el océano, una caída de más de cinco metros, descolgué los pies con timidez y respiré profundo. Después de unos segundos de silencio él hablo.

 —Tengo que decirte la verdad —su mirada se perdía en el horizonte.

—Me parece buena idea —bromeé, pero él permaneció serio. Subí uno de mis pies dejando el otro descolgado y me giré hacia él.

—Sabes que si no fuera algo grave no me iría.

—Walter, me estas asustando —le apreté el hombro para que me mirara.

—Deberías estarlo —me miró y tenía los ojos brillosos —estoy enfermo — dijo y un frío recorrió mi cuerpo, Walter siempre había sido una persona muy sana, y para el irse con sus padres a Europa tenía que ser algo serio.

—¿Es grave? — pregunté. Me miró a los ojos y pude ver como unas lágrimas casi escapan de los suyos. Asintió de una manera casi imperceptible —¿qué tanto? — pregunté de nuevo.

—Puedo morir — una sonrisa se dibujó en su rostro y secó las lágrimas con el dorso de su mano —¿Recuerdas cuando me desmaye en el parque?

—Cómo olvidarlo. Te refregaste todo el helado, luego tus padres vinieron y me dijeron que el diagnóstico había sido diabetes y me hicieron prometer que te cuidaría... — suspiré —lo recuerdo como si fuera ayer.

—Deberías — bromeó —fue hace un mes.

—¿Me vas a decir qué tienes? —comenzaba a impacientarme

—Es cáncer y está un poco avanzado — las lágrimas aparecieron ahora en mis ojos. —los doctores dicen que hay un porcentaje alto a favor mío — continuó —por eso tengo que ir, ahí mis papás podrán estar más al pendiente de mi y esas cosas.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —traté de sonar enojado, pero no podía.

—Me hubieras obligado a ir con ellos de inmediato —se limpió un mugre que tenía en la uña.

—¿Y hubiera sido mala idea?

—Riley, quería hacer esto primero. No voy a morir, los doctores dicen que con la quimio será suficiente. Pero quería hacerlo antes.

—Masoquista — lo empujé —¿Entonces te quedarás calvo? — me miró raro.

—Supongo —

—Bien — dije — cuando me envíes dinero para irte a visitar me cortaré el cabello contigo.

—No tienes que hacerlo — dijo casi sin poder disimular su emoción.

 —Claro que sí. Y nos tomamos una selfie — ambos reímos por un momento luego el aire volvió a tornarse pesado —no sé qué decir para hacerte sentir mejor.

—No digas nada... solo abrázame y ya — sus fuertes brazos se enredaron en mi espalda y me apretaron contra él, sollozó por unos cuantos segundos sobre mi hombro y luego me separó, puso los ojos en blanco cuando vio que unas lágrimas hacían carreras por mi mejilla.

—vamos — dijo sujetándome por los hombros —me iré, pero volveré — respiró profundo —juro que volveré —yo asentí, le creía.

—¿Cuándo te vas?

—El lunes... así que mañana tendremos todo el día para divertirnos, y despedirnos.

 —Te echaré de menos —le dije —¿qué voy a hacer solo?

 —También yo — se puso de pie y me estiró la mano para ayudarme a levantar —larguémonos de aquí, si he de morir no será por sirenas asesinas — ambos reímos y cuando me dispuse a tomar su mano, sentí algo frío en mi tobillo.

La sensación se imprimió con fuerza y el frío se enterró en mis huesos, el agarre fue fuerte. Todo sucedió tan rápido que no pude soltar ni un solo gemido, fui arrancado por completo del muelle ante la impotente mirada de Walter.

La gravedad me consumía, el aire meneaba mi cabello con violencia y el agua fría me recibió con fuerza. El choque con esta me bloqueó por completo, traté de respirar, pero el agua me llenó la boca, la presión no cesaba en mi tobillo y me arrastraba más hacia el fondo. Traté de abrir los ojos y antes que el agua salada me obligará a cerrarlos de nuevo pude ver gracias a la luz de la luna una melena rubia y la silueta de un hombre que se acercaba a mi nadando con rapidez.

Reconocí el cuerpo de Walter que nadaba hasta mí y me sujetó por la muñeca, comenzó a escalar por mi cuerpo Hasta que llegó a mi tobillo, forcejeó por un momento y luego el agarre que persistía en este desistió. Comencé a nadar hacia la superficie con ligereza, necesitaba oxigeno o explotaría, recuerdo que me ardían los pulmones y mi cuerpo se movía instintivamente.

Cuando por fin logré emerger del agua, respiré profundo, tan profundo, que el inhalar sonó como un grito que rebotó contra el agua, seguido salió Walter e hizo lo mismo.

—¡Ves! — le grité —¡Te lo dije!

—¡Rállate, Riley! ¡Nada! — me empujó con la palma de la mano y comenzamos a nadar, me dolían los brazos, las piernas y mi corazón palpitaba tan rápido en mi cuello que me dolía. La sangre circulaba tan rápido, era un roce cálido contra la piel que hacía contraste con el frío líquido. El agua salada escurría de mi cabello y caía en mis aojos a través de la frete, me quemaba, y tenía que cerrarlos con fuerza para evitar el ardor.

Seguía nadando al lado de Walter, estaba tan lleno de terror que sentía el cuerpo entumecido, por suerte había aprendido a nadar en el lago del bosque y en la piscina de la escuela. Los brazos comenzaban a dolerme y de nuevo me tomaron por el tobillo y me jalaron hacia atrás, lancé un grito de terror y pataleando me logré liberar, quedando a unos cinco o seis metros de Walter, él se detuvo y nadó a mi encuentro y luego se detuvo. Hubo un silencio terrorífico.

Más o menos en la mitad la distancia que me separaba de mi amigo, empezó a emerger una cabellera dorada y húmeda que después dejó ver el rostro más hermoso y escalofriante que haya visto en mi vida... hasta ese momento.

Sus ojos negros se clavaron en Los míos y se empezó a acercar con cautela y sensualidad, jugueteaba con su cabello enredado entre sus dedos y mi cuerpo no respondía, solo podía mantenerme a flote y observar como mi verdugo se acercaba lujuriosamente.

—¡Ey! — Gritó wáter a lo lejos, la sirena volteó y justo cuando sus miradas se cruzaron un zapato le golpeó el rostro con fuerza —¡Ven aquí pedazo de atún! — La sirena se hundió en el agua dejando un pequeño murmullo en el lugar donde había desaparecido, luego salió cerca de mi amigo, comenzó a avanzar hacia él de la misma manera que lo hizo conmigo, tan cerca estaba que el brazo del aquel ser se enredó en su cuello y lo atrajo hacia ella, sus labios se depositaron en los suyos y se empezó a sumergir con él.

—¡No! —grité con todas mis fuerzas, traté de llamar su atención de todas las formas posibles, pero no funcionó, solo desapareció en el océano con mi amigo entre sus brazos. Me quedé ahí flotando... en silencio, paralizado mientras mis gritos se hacían cada vez más débiles.

La luna llena, testigo muda de lo sucedido esa noche observaba atónita como Walter desaparecía, y sin inmutarse esperaba ansiosa que llegase mi turno.

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