Los tratos estaban hechos, y esperé con toda la esperanza que las alianzas se conservaran por lo menos hasta que encontráramos el remitente. Cuando llegamos a casa esa noche, estaba custodiada por un grupo de hombres de Amelia que nos miraron con superficialidad. La calle, un poco más allá, tenía un pequeño grupo de policías y cuando Alexander y yo entramos por la puerta todas las muchachas se lanzaron hacia nosotros para preguntar qué había pasado, y ninguna pareció recibir de la mejor manera que la policía estaría ahora de nuestro lado.—Casi nos matan —decía una.—Ellos mataron a la hermana Samantha e Isabela —decía otra.—Él mató a Lucía —dijo Meredith y yo le apreté la mano .—Él pagará por eso cuando llegue el momento, pero ahora necesitamos protección, Jábico vendrá—le dije. Una sirena de unos doce me apuntó con el dedo.—Pero ellos te quieren a ti, o a ustedes, nunca se han metido con las sirenas, así que no corremos riesgo —unas cuantas asintieron con la cabeza, pero Walter s
Cuando desperté, lo primero que sentí fue el cálido cuerpo de Meredith a mi lado, no quise ni siquiera abrir los ojos, como si creyera que fuera un sueño y que con abrir los ojos la presencia de la muchacha se esfumara como una bocanada de humo al viento.—Sé que estas despierto —me dijo, tenía la voz aún adormilada y se apretó contra mi cuerpo con fuerza.—¿Cómo lo supiste? —le pregunté y abrí los ojos, afuera el sol hacía rato había salido y la casa estaba llena de un olor fuerte a algo frito y delicioso que me removió el estómago.—Tu corazón palpita con más fuerza —me dijo y lo volteé a mirarla, tenía el bazo entumecido y estirado sobre la cama donde la cabeza de Meredith la usaba como almohada, se puso de pie y caminó hacia la ventana lanzando un bostezo —¿dormiste bien? —me preguntó y asentí con la cabeza.—Para ser honesto, dormí mejor que en toda mi vida —ella me lanzó un trapo.—Exagerado —me puse de pie, aunque había dormido bien, aún me sentía bastante cansado, no quise ima
Corrí por las escaleras abajo con el corazón galopando en el pecho, con tanta fuerza que casi no me permitía escuchara a Jefferson detrás de mí.—¿Cómo sabes que él quemó la librería? —me preguntó desde atrás y yo le contesté sin detenerme.—Esa noche me encontré con él —le comenté —nos chocamos, se veía asustado y venia de la librería, le pedí a Jhon que buscara en los informes del hospital a alguien con esas deformaciones, pero al parecer no encontró nada y la pista se me desvaneció —cuando llegamos al primer piso Walter nos miró extrañado.—¿A dónde van? —preguntó.—Es una larga historia, quedate aquí —le dije y él negó, se quitó el delantal que tenía puesto y lo lanzó saliendo detrás de nosotros.Cuando estuve en la calle miré en dirección hacia donde se había ido el muchacho y lo vi de pie en la esquina, cuando nos vio, se alejó.—Vamos, no hay que perderlo —les dije y Jefferson se quedó atrás, por si Walter se desmallaba en medio de la carrera, pero parecía que a pesar de todo l
Luis quiso invitarnos a otro lugar, mencionó que ahí estábamos muy expuestos, pero Jefferson negó rotundamente y yo lo apoyé, aunque fuera nuestro tío, yo no lo conocía y Jefferson hacía años que no lo veía, era imposible que pudiéramos confiar en él, así que caminó hacia la pared mas cercana y se recostó en la pared.—¿Cómo te enteraste del remitente? —le pregunté, era una de las miles de dudas que me asaltaron la cabeza —te fuiste y después la abuela lo creó —él sonrió con tristeza.—Pensé que si huía podía dejar toda mi vida atrás —comenzó a contar —pero fue imposible que el pasado no me alcanzara —el muchacho deforme se sentó en el suelo en silencio —cuando me enteré que mi hermana había muerto regresé, pero mamá ya estaba perdida, enloqueció de venganza, incluso envió conmigo un virus que creó para intentar matar a mi esposa, por suerte aún estaba en desarrollo y no lo logró, tuve que alejarme.—¿Y yo? —le preguntó Jefferson —te recuerdo levemente, yo creía que me querías, y me d
Terminé por sentarme en el suelo con las piernas débiles, la calle estaba vacía y todos nos quedamos en silencio un rato, el chico deforme bajo la mirada, como si se sintiera mal por habernos hablado de ese modo, pero tenía razón, solo alguien que hubiera experimentado tal sufrimiento sabía que había qué detener a los laboratorios Jábico, pero, ¿Cómo podíamos hacerlo? Era una organización poderosa, con dinero y dispuestos a hacer lo que fiera necesario. Si les entregaba el remitente me los quitaba de encima, pero, ¿a qué costo? Walter tenía razón, al igual que el tío Luis, si se los damos, el sacrificio que hizo mi abuelo sería en vano, el sufrimiento y la soledad por la que pasó Jefferson al igual lo sería.Miré a Luis que se había recostado de nuevo en la pared y le hablé.—¿Qué haces ahora? ¿Cómo llegaste a él? —le pregunté señalando al chico deforme y él lo miró.—Después de que hui con mi esposa y regresé a casa supe que Jábico haría todo por obtener el trabajo de mi madre, así q
No puedo negar que me sentí ansioso y nervioso cuando llegué hasta el viejo reloj y me senté en el suelo. No quise pedirle el favor a nadie más, era algo que tenía que hacer yo, no podía dejar que el peso de tal responsabilidad cayera sobre alguien más, yo había empezado todo y yo mismo tenía que encontrar la manera de liberarnos, o al menos eso era lo que pensaba en aquella época.—¿No ha comido nada? —pregunté al aire y varias de las chicas negaron.—Hemos hecho comida rica y grandes porciones como lo dijiste, pero no ha querido comer. Asentí con la cabeza.Habían regresado el reloj a su antigua posición, así que solo jalé el péndulo para que la pequeña puerta se abriera y lo hizo con un chirrido metálico, dejando ver una oscuridad adentro que me hizo dudar de que el militar aun estuviera aquí. Jefferson me tendió los papeles donde hacía apenas una media hora habíamos escrito todo lo que encontramos de él en internet y me incliné dentro del reloj un poco.—Raúl —lo llamé, pero nadie
Raúl se había lanzado directo a la cocina, ni siquiera se tomó un segundo para observar la casa o las muchachas que lo miraban con curiosidad y miedo. Abrió la nevera y tomó lo primero que encontró, se sentó en la mesa de madera y comenzó a devorar todo lo que había llevado.—Primero vamos por mi hija —nos dijo a Jefferson y a mí que lo mirábamos desde la puerta —la ponemos a salvo en esta casa llena de sirenas golpeadoras y luego veremos qué hacer con Jábico —asentí con la cabeza y me senté en la silla de enfrente.—¿Dónde está tu hija? —le pregunté y él ladeó la cabeza.—En la siguiente ciudad —asentí con la cabeza, era la ciudad donde estaba el ancianato de la abuela Marina.—Este … —dudé —Raúl —él me miró —¿y si Jábico llegó primero? —él negó, se veía convencido.—No, si tuvieran a mi hija de alguna forma ya lo sabríamos —contestó con la boca llena —deben estar esperando cual será mi movimiento, pero estoy en la casa de su enemigo, y en su ciudad protegido con su ejército. Ya debe
El brazo fuerte de Raúl me lanzó del auto cuando disminuyó la velocidad un poco, recuerdo que creí que iba a morir en ese instantes. El pavimento me recibió con fuerza, golpeándome y raspándome, no tenía forma de librarme de la gravedad ni de la velocidad con la que caí, así que solo apreté los brazos al cuerpo mientras rodaba como un tronco de árbol colina abajo. Varios autos que venían detrás casi me arrollan, pero logré detenerme y correr, casi que arrastrarme, hacia una de las orillas.El cuerpo me ardía por todas partes, y a lo lejos vi como el auto de Raúl seguía golpeando el de Jábico, lo que estaba haciendo era darme tiempo para que yo llegara primero.Al lado de la carretera había una colina enmontada y la ciudad comenzaba al pie de la colina, si atravesaba el bosque llegaría más rápido a la ciudad que ellos, así que me salté la barda y comencé a correr por el bosque.En el trayecto comprobé mis heridas, y no eran más que un par de ras pones poco graves, pero ardían como su m