Cap° 52

Raúl se había lanzado directo a la cocina, ni siquiera se tomó un segundo para observar la casa o las muchachas que lo miraban con curiosidad y miedo. Abrió la nevera y tomó lo primero que encontró, se sentó en la mesa de madera y comenzó a devorar todo lo que había llevado.

—Primero vamos por mi hija —nos dijo a Jefferson y a mí que lo mirábamos desde la puerta —la ponemos a salvo en esta casa llena de sirenas golpeadoras y luego veremos qué hacer con Jábico —asentí con la cabeza y me senté en la silla de enfrente.

—¿Dónde está tu hija? —le pregunté y él ladeó la cabeza.

—En la siguiente ciudad —asentí con la cabeza, era la ciudad donde estaba el ancianato de la abuela Marina.

—Este … —dudé —Raúl —él me miró —¿y si Jábico llegó primero? —él negó, se veía convencido.

—No, si tuvieran a mi hija de alguna forma ya lo sabríamos —contestó con la boca llena —deben estar esperando cual será mi movimiento, pero estoy en la casa de su enemigo, y en su ciudad protegido con su ejército. Ya debe
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